HISTORIA Y LEYENDA EN LOS ORÍGENES DEL CRISTIANISMO

 

La Biblia cristiana se suele dividir en un Viejo y un Nuevo Testamento. El Cristianismo primitivo representaría una nueva alianza de Dios con su pueblo, que ya no sería el judío, sino todo el género humano. Si el Viejo Testamento era simbolizado por el Arca de la Alianza, en el Nuevo Testamento sería Jesucristo el elemento central.

            Antes de empezar a estudiar los orígenes históricos del Cristianismo, es de rigor conocer la evolución de la religión que le sirvió de base: el judaísmo. Esta continuidad está plasmada, en las Sagradas Escrituras, en la yuxtaposición del Nuevo Testamento sobre los escritos conocidos como Viejo Testamento.

 

La religión de los primitivos hebreos

 

            Los hebreos, pueblo nómada de origen semítico, aparecen en la Historia hacia el segundo milenio antes de Cristo. En esa época el clan de los Terachitas habitaba en Ur (Sumeria). Hacia el siglo XVIII aC. (es decir, en tiempos del babilonio Hammurabi) Abraham se dirige a Canaán. Este personaje histórico inicia la era de los patriarcas (de hecho, "Abraham" significaría "padre de las naciones"). ¿Qué sabemos de la religión de estos "patriarcas"?

            En primer lugar, su culto era originalmente politeísta. Varias evidencias lo señalan:

 

            1) El robo de los ídolos de Laban por parte de Raquel (Génesis,31,17-35). Estos ídolos (terafim) eran imágenes veneradas como deidades tutelares y protectoras.

            2) La connotación plural del dios de Israel, Elohim, que significa literalmente "dioses". Su equivalencia cananea era "El", representado como un dios anciano, barbudo y sabio. Esta divinidad está en el origen de nombres como Rafael, Isabel, Ismael, Anabel, etc. El apelativo Elohim aparece unas 2500 veces en la Biblia.

            3) Las repetidas referencias de carácter henoteísta. Es decir: se acepta la existencia de otros dioses, pero se declara que Elohim, Adonai, o Yahvé (algunos de los nombres con que es mencionado) es el dios del pueblo judío. Esta acepción es explícita en el siguiente párrafo: "Yo soy el Señor tu Dios, que te sacó de la tierra de Egipto. No tendrás otros dioses más que a mí" (Deuteronomio,5,6-7). Aquí es patente una actitud henoteísta dentro de un entorno politeísta. Y ni siquiera se aclara si el dios de los judíos es superior a los demás. Otro episodio de significado henoteísta es el de las "bendiciones de Balaam": "No se ve culpa en Jacob, no se encuentra culpa en Israel. Yahvé, su dios, está con él" (Números,22,31). Entre los estudiosos, existe la convicción de que el judaísmo evolucionó desde un politeísmo inicial, pasando por el henoteísmo (expresado en la alianza de Elohim con Abraham), y desembocando en el monoteísmo hacia los siglos VI-VII aC., coincidiendo con el Deutero-Isaías, y la reforma de Josías. No obstante, como veremos más adelante, el monoteísmo hebreo puede tener raíces aún más profundas.

 

            En segundo lugar, la expresión de este culto sería bastante primitiva:

 

            1) Entre los israelitas, existen bastantes referencias a sacrificios humanos. Por ejemplo, el sacrificio de Isaac por imperativo de Yahvé, a manos de Abraham. Otro caso es el sacrificio de la hija de Jefté. En I Reyes (capítulo 16) se afirma que Hiel de Bethel construyó Jericó al coste de uno de sus hijos para los cimientos, y de otro para las puertas. Incluso se dice que, bajo influencia cananea, los reyes judíos Acaz y Manasés sacrificaron a sus propios hijos. Por otro lado, la constante polémica bíblica (en boca de sus profetas) contra los sacrificios de niños es testimonio de que éstos se realizaban con asiduidad.

            2) Entre los primitivos hebreos se practicaba la adivinación. La fórmula más empleada es el uso de los "urim y tummim": los oráculos se efectuaban a través de estos objetos, de forma desconocida, que daban una respuesta divina del tipo "sí o no". Por otro lado, existen referencias sobre nigromancia: es el caso de la consulta de Saúl a la bruja de Engor (Samuel,28), antes de su fatal derrota en la batalla del Monte Gilboa.

            3) También era común el chamanismo y las expresiones extáticas. Existía un tipo de profetas, los "profetas extáticos", que entraban en contacto con la divinidad a través de la danza y de la música. El mismo rey David es conocido por este tipo de experiencias: "Danza con todas sus fuerzas, cantando al sonido de cítaras, arpas, timbales, sistras y platillos" (Samuel,6,5).

            4) Por supuesto, la poligamia era práctica común. Jacob tuvo dos mujeres (Raquel y Lía) y varias concubinas. Abraham tuvo dos mujeres (Sara y Agar).

            5) En un principio, los hebreos no tenían ninguna concepción sobre la "justicia retributiva". En el Antiguo Testamento (por ejemplo, en Levítico,26) los hijos expiaban las faltas de los padres. Una vida terrenal venturosa parecía premio a la virtud, aunque una vida procelosa podía coincidir con una moral elevada; en ese caso se consideraba que el creyente "estaba siendo puesto a prueba" (el conocido concepto del "justo sufriente"). El libro de Job expresa crudamente la paradoja de que los virtuosos sean castigados en la Tierra, y los réprobos sean en cambio recompensados. Sólo en un lugar se hace mención al castigo divino a los malos: en Éxodo,32,33 se dice que Dios tachará de su libro a los que pequen contra él.

            6) Del mismo modo, entre los hebreos no existía un emplazamiento donde las almas expiaran los pecados cometidos en la vida terrenal. En el judaísmo preexílico, el "Sheol" era un lugar subterráneo, de oscuridad, polvo y silencio, donde iban a parar tanto los buenos como los malos. Más tarde aquél fue sustituido por el "Gehenna", un auténtico infierno donde los perversos son atormentados. Con la difusión de la visión mesiánica, los fariseos hablan de una resurrección corporal de los buenos. Pero eso sucedería "al final de los tiempos". Los saduceos rechazaban esta creencia.

 

            En definitiva, en sus inicios la religión hebrea no difería en mucho de las distintas religiones politeístas existentes durante la Antigüedad. E incluso, denotaba un estadio bastante primitivo de evolución. Paradójicamente, fue su sometimiento a los distintos pueblos que los subyugaron, lo que contribuyó a forjar un monoteísmo de nuevo cuño entre los hebreos. El judaísmo asimiló de todos ellos los rasgos esenciales que le han dado una fisonomía propia. El judaísmo es, pues, una religión de síntesis, como veremos en el siguiente punto.

 

La forja del judaísmo

 

            En la Biblia se dice que los descendientes de Abraham, a raíz de una hambruna, se dirigieron a la tierra de Egipto, y que uno de ellos, José, se convirtió en ministro del faraón. En términos históricos parece que esta migración podría coincidir con la dominación de asiáticos (llamados Hycksos) sobre el Bajo Egipto, en torno al siglo XVII aC. Lo que por otra parte, se ajustaría a la cronología probable de la Biblia (no olvidemos que Abraham llegaría a Canaán durante el siglo XVIII aC.)

            Tras la reconquista egipcia de Ahmosis (hacia el 1570 aC.) es lógico que los egipcios hayan considerado a los israelitas (denominados "apiru") unos invasores. Y por ello no es inverosímil que éstos hayan podido ser reducidos a la esclavitud. Es en este contexto histórico en el que podemos emplazar la servidumbre hebrea en Egipto. Según la Biblia, en tiempos de Ramsés II (siglo XIII aC.) los egipcios construyeron Pitom y Raamses, en el delta oriental.

            Comúnmente se considera que es precisamente durante el reinado de este rey cuando se desarrolla el denominado "Éxodo", es decir, la huida de Egipto, promovida por un egipcio: Moisés (recordemos que "Moisés" deriva de "mess", partícula que se encuentra en el mismo nombre de "Ramsés"). Una tradición griega (mencionada por Apión) así parece indicarlo.

            ¿Qué pudo aportar a la larga la experiencia egipcia a la religión judía? Básicamente tres ideas nuevas:

 

            1) El monoteísmo, anticipado por Akenatón el siglo XIV aC., y del que hasta el momento no existía una conciencia clara entre los hebreos.

            2) Un nuevo concepto de la vida de ultratumba, que se concreta (en el judaísmo postexílico) en un paraíso para los virtuosos y en un infierno para los réprobos.

            3) Una moral retributiva, que se inspira en el "juicio de las almas" efectuado por Osiris (no obstante, entre los asirio-babilónicos podía haber existido un juicio similar, efectuado por el dios solar Shamash).

           

            La época de los Jueces y de los Reyes fue un interludio de relativa debilidad de los poderosos imperios que rodeaban el área de Canaán. Con el fortalecimiento del dominio asirio, Israel experimenta el final de su existencia como entidad nacional independiente. El 722 aC. el reino norteño de Israel cae ante los asirios, y su población es deportada (son las llamadas "Diez tribus perdidas de Israel"). En su lugar se traen gentes de Asiria; su mezcla con la población nativa restante da origen a la etnia samaritana.

            El 587 aC. le toca el turno a Judá. Ésta es ocupada por Babilonia hasta el 538 aC. Parte de la población es deportada a Mesopotamia. ¿Qué influencia tuvo la "cautividad de Babilonia" en la religión hebrea? Fundamentalmente, fue una buena ocasión para fortalecer y sistematizar el disperso cuerpo de creencias hebreas. Y posiblemente, supuso la inclusión de materiales sumerio-babilónicos en el Génesis bíblico, como el mito del Diluvio Universal: Noé sería Utanapishtim; al igual que en el mito hebreo, éste construyó un gran arca, donde introdujo parejas de todas las bestias; el arca acabó embarrancando en un gran monte, que no sería el Ararat bíblico, sino el Nisir.

            Desde el 539 aC. se produce el dominio persa sobre Canaán. Se restaura el templo y los hebreos obtienen autonomía religiosa. En Jerusalén, Esdras y Nehemías propugnan un retorno a la ortodoxia. A partir de esta época, se acentúa la creencia (especialmente entre los fariseos) en la demonología y la angeología, que expresa la división persa entre seres divinos benéficos (ahura) y maléficos (daeva), y consiguientemente, entre los reinos de la luz y las tinieblas.

            Durante la etapa que comprende la muerte de Alejandro Magno y la anexión de Judea por Roma (del 323 al 4 aC.), este territorio es escenario de numerosas guerras y revueltas, que adquieren carácter de intervención extranjera, guerra de liberación nacional y guerra civil. En el plano de la doctrina, se intenta conciliar el judaísmo con la filosofía platónica. De ahí la noción griega de "logos" (que se puede traducir por "palabra" o "razón"). Para el Judaísmo Helenístico, el Logos representaría la sabiduría de Dios activa en la creación y en la revelación. Para el Cristianismo posterior (en concreto, para el evangelista San Juan), Jesucristo sería la encarnación misma del Logos.

            Así pues, el Corpus judaico (expresado en los 24 libros de la Biblia Hebrea) evolucionó desde un estadio que a duras penas podríamos considerar "henoteísta" (expresado en el pacto de Yahvé con el pueblo de Israel), pero con residuos bastante primitivos, hasta una doctrina ciertamente avanzada para su época, que combinaba una moral retributiva, un monoteísmo radical (si hacemos caso omiso de la angeología y la demonología), y una esperanza "mesiánica" en un mundo mejor, no sólo en el más allá, sino también en la Tierra.

Y entonces llegó un nuevo profeta, llamado Jesús.

 

Nacimiento de Jesús

 

            Jesús nació reinando Herodes el Grande (es decir, entre el 37 y el 4 aC.) Curiosamente, durante el 5 aC. se produjo un extraño fenómeno astronómico, que coreanos y chinos no dejaron de registrar: durante la primavera de ese año, una supernova brilló en el cielo durante setenta días (según otra versión, no se trataba de una supernova, sino de un cometa). ¿Podía este fenómeno haber coincidido realmente con el nacimiento de Jesucristo, tal como expresa el evangelio según San Mateo, al hacer referencia a la estrella que guió a los Reyes Magos? Nada impide que pueda haber sido así. Sin embargo, no debemos olvidar que en Números,24,17 se dice "Una estrella ha salido de Jacob". San Mateo podía haber utilizado este recurso poético para aludir a esta profecía del Viejo Testamento.

            Pero ciertamente no nacería un 25 de diciembre. Esta fecha fue establecida durante los siglos IV-V coincidiendo con la fiesta romana (de origen mitraísta) del Sol Invictus, una celebración del solsticio de invierno.

            Tanto San Mateo como San Lucas exponen una geneología de Jesucristo puramente simbólica (y un tanto artificial). En San Mateo, ésta se divide en tres períodos idénticos (cada uno con 14 generaciones): desde Abraham a David, desde David hasta el exilio babilónico, y desde éste hasta Jesús. En cambio, San Lucas lista 42 generaciones entre David y Jesús, en lugar de las 28 indicadas por Mateo.

El propósito de ambas genealogías sería hacer descender a Jesús de David, para que se cumpla la profecía de Isaías,7,13-14: "Escuchad, casa de David: ¿No os basta con haceros pesados a los hombres, sino que os queréis hacer pesados a mi Dios? Por eso mismo el Señor os dará una señal: Cuando la virgen ["mujer joven" según la versión hebrea] que esté embarazada tenga un niño, le llamará Emmanuel". (NOTA: Emmanuel significa "Dios está con nosotros".)

            Tanto San Mateo como San Lucas hacen descender a Jesús del linaje de José. Éste sería su nexo con la dinastía davídica. Ello hace suponer que José era su padre legal. Y así parece indicarlo el mismo San Mateo (1,16): "Jacob [era padre] de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, el llamado Cristo". Pero Mateo,1,19 indica asimismo que José no era el padre carnal, puesto que Jesús tuvo un nacimiento virginal: "María, su madre, estaba prometida con José, y antes de vivir juntos, quedó embarazada por obra del Espíritu Santo".

            El "nacimiento virginal" era un concepto nada ajeno a su tiempo. Tanto Alejandro Magno como el contemporáneo Augusto se decían nacidos de la unión de su madre con una divinidad (si bien la concepción a partir del Espíritu Santo excluye cualquier noción de antropomorfismo). Pero éste parece un cuerpo extraño en los evangelios. De hecho, los primeros cristianos rechazaban de plano esta idea. Es a partir de Ignacio, obispo de Antioquía (muerto el 107 dC.), cuando se empezó a imponer (San Pablo no hace referencia en ninguno de sus escritos a un supuesto nacimiento virginal de Cristo). Y no fue hasta 1854 cuando el dogma de la Inmaculada Concepción fue establecido por la Iglesia Cristiana.

Entonces, ¿por qué la insistencia en el "nacimiento virginal de Cristo"? Una razón puede ser la necesidad de cumplir la profecía referente al origen del Mesías, y al mismo tiempo explicar las oscuras circunstancias de su nacimiento.

            Es bien sabido que Jesucristo era natural de Nazaret (de ahí que sea llamado "El Nazareno"). Y Nazaret está en Galilea, muy lejos de la Jerusalén de entonces. Era, por así decirlo, un provinciano. ¿Cómo pues podía cumplir la segunda profecía que anunciaba la llegada del Mesías? Nos referimos a Miqueas,5,1: "Y tú Belén, casa de Efrat, el más pequeño de los clanes de Judá; de ti saldrá el que ha de reinar sobre Israel..."

            Por lo visto, la familia de José tendría claras conexiones con Belén, la casa tradicional de David: A través de él se puede establecer un linaje tanto con David como con Belén, y se pueden satisfacer las profecías mesiánicas. Curiosamente, existe un paralelismo interesante entre este José y el que aparece en el Génesis (como él, recibió mensajes en forma de sueños). Pero aparte de en la Natividad, este personaje no vuelve a ser mencionado en los evangelios, al contrario que María. ¿Tuvo una muerte temprana? ¿Existió en realidad?  Existe un pasaje intrigante de Lucas,3,23, que provoca dudas razonables sobre la verdadera identidad del padre de Jesús: "Cuando Jesús empezó [a predicar] tenía unos treinta años, y según se creía, era hijo de José..."

            ¿Qué indica este "según se creía"? Indudablemente, que los evangelistas no tenían constancia cierta de quién fue el padre natural de Jesucristo. En cambio, otras fuentes, de carácter pagano o judío, sí que hablan con convicción de un padre natural de Jesucristo: según Orígenes, así como el Talmud, Jesús sería fruto de un nacimiento adúltero entre María y un soldado romano llamado Pantera (o Pandira). A este respecto, en 1859 fue encontrada en Alemania una lápida con el nombre de un soldado llamado Pantera, que vivió en tiempos de Tiberio (es decir, fue contemporáneo de Jesucristo), y que procedía de Sidón, ciudad muy cercana a Galilea. Sea éste, o no, el padre real de Jesucristo, este valioso resto arqueológico demuestra que el nombre "Pantera" no es ni anacrónico ni inventado.

            Hay un argumento más que podría apoyar esta última hipótesis: a pesar de que los evangelios sinópticos fueron redactados inmediatamente antes o después de la debacle judía del 70 dC. (que tanta sangre costó a los hebreos), la milicia romana aparece retratada de una forma relativamente favorable. Véase si no el episodio de Mateo,7, en el que Jesús cura al esclavo de un centurión en Cafarnaúm. O en Mateo,27,48, el del soldado que da a Jesús "vino amargo" (o vinagre) poco antes de su óbito en la cruz (al contrario de lo que se cree, no se estaba mofando de él: en fuentes judías, el "vino amargo" es un refresco, como muestra Ruth,14). Tampoco se entiende que un personaje histórico tan execrable para los judíos como Poncio Pilatos, sea visto de forma tan indulgente (según una leyenda, tanto él como su mujer Procla murieron pacíficamente en la Fe).

¿No sería todo ello en consideración del supuesto padre natural de Jesús? Sobreentendiendo, eso sí, que en los tiempos en que fueron redactados los evangelios, su supuesta paternidad era un secreto a voces entre los cristianos, y un objeto de escándalo entre los judíos. Desde este punto de vista, la idea del "nacimiento virginal" sería una forma de explicar algo tan poco "apropiado" como un embarazo prematrimonial.

Pero aún quedaba otro problema para los evangelistas: probar que el Nazareno (como era conocido) nació físicamente en Belén. San Mateo opta por afirmar que de hecho José y María vivían en Belén cuando nació Jesucristo, y que posteriormente se trasladaron a Nazaret. San Lucas aporta una versión mucho más rocambolesca: la pareja vivía en Nazaret, pero se trasladaron a Belén para empadronarse con motivo de un supuesto censo. Jesús nació allí y posteriormente la familia retornó a Nazaret.

La constatación empírica rechaza de plano el argumento de Lucas: éste data el supuesto censo en el reinado de Augusto, y además indica que fue realizado antes del gobierno de Quirinus (que fue legado de Siria entre el 6 y el 7 dC.). Sin embargo, existe una datación precisa del único censo efectuado en Palestina en ese período: según Flavio Josefo, el 6 dC., es decir, al menos 10 años después del nacimiento de Cristo. El mismo San Lucas hace mención del censo del año 6 dC. en los Actos de los Apóstoles,5,37: "Después de éste [Teudas] se alzó Judas el Galileo, los días del empadronamiento, y arrastró gente del pueblo detrás suyo". Esta revuelta de Judas el Galileo (líder del movimiento "zelota") está perfectamente datada: el 6 dC., y su causa no era otra que el censo romano.

Por otro lado, el mero sentido común permite descartar esta versión: en primer lugar, se contradice notoriamente con la de San Mateo; y en segundo lugar, sería absurdo que alguien se empadronase en un lugar donde no vive, porque en ese caso: ¿para qué servirían los censos?

No podemos dejar de señalar la inconsistencia histórica de un suceso narrado por Mateo: "la matanza de los inocentes" en la ciudad de Belén. No hay absolutamente nada que lo respalde, y en cambio denota una extraña semejanza con un pasaje del Éxodo. Por otro lado, ¿no hubiese sido más fácil para Herodes ordenar que los Reyes Magos fueran seguidos secretamente a Belén?

En definitiva, por lo que se refiere al nacimiento de Jesús, un análisis cuidadoso de las escrituras revela que los evangelistas hicieron todo lo que pudieron para hacer creíble el argumento de que Jesucristo era "el Mesías" que los judíos esperaban. Sólo así se pueden explicar las manipulaciones de sucesos históricos que están bien documentados, o la invención de hechos y personajes que por el contrario no tienen constatación histórica.

Paradójicamente, ironías de la Historia, el hecho que a primera vista parece más fantástico, la llamada "estrella de Belén", es el más verosímil.

 

Vida de Jesús

 

            Jesús (Joshua) significa "Jesús salva". Tenía cuatro hermanos (Santiago, José, Simón y Judas) y varias hermanas. Esta circunstancia (el que Jesús tenga hermanos, siendo su madre "virgen") ha sido justificada de varias maneras: que fueran los hijos de un matrimonio anterior de José, o que fueran los hijos de una hermana de María. Aunque, por supuesto, ambas interpretaciones son poco plausibles.

            Es harto conocido la naturaleza y los objetivos de su ministerio. Este artículo no pretende ser un tratado de teología, sino únicamente narrar la trayectoria histórica de Jesús, tanto a través de evidencias históricas, como de las mismas Escrituras. Por tanto, nos centraremos en el entorno en el que previsiblemente se enmarca su vida.

            En sus tiempos, era cosa común que predicaran por Judea "falsos profetas", que se atribuían ser el Mesías esperado. El mismo Jesús denunció su existencia. Entre ellos, el historiador Flavio Josefo menciona a un tal Teudas y a un hombre conocido como "El Egipcio".

            El "establishment" del momento (la aristocracia saducea y la burguesía farisea) veía con malos ojos la emergencia de este tipo de personajes, pues era consciente de que podían llevar al país a la ruina (como así sucedió con la revuelta zelota del 66-70 dC.)

            La causa de este florecimiento de impostores venía dada por la expectativa creada durante el siglo I dC. en torno a la inminente llegada de un Mesías (es decir, un "Ungido"). Éste era visto como un descendiente del rey David, que liberaría Judea de la opresión romana. Por lo tanto, esta figura tenía una notoria connotación belicista.

            En cambio, Jesús se veía a sí mismo como un "ungido por el espíritu". Es decir, su misión no era hacer fuerte a Judea, porque "su reino no es de este mundo". Era más bien el redentor que anunciaba una nueva época de justicia y renovación espiritual. A pesar de todo, era previsible que las autoridades lo contemplasen como un revolucionario más, entre los muchos que pululaban por la Judea de su tiempo.

Desde este punto de vista, no es extraño que tanto su familia como sus paisanos lo consideraran poco menos que un lunático. En Marcos,3,21 se afirma: "Al oírlo los suyos salieron para llevárselo, porque decían 'se ha vuelto loco'. Los escribas, que habían bajado de Jerusalén, decían 'está poseído por Belcebú'". Jesús respondía, ante estos gestos de hostilidad "Nadie es profeta en su tierra" (Mateo,13,57). El distanciamiento hacia su familia llegó hasta el punto de considerar que sus discípulos eran su verdadera familia (Mateo,12,49-50). Y es más, para ser discípulo de Jesús, éste exigía desprenderse de posesiones y de vínculos familiares.

Las escrituras presentan rasgos contradictorios de su carácter: si por un lado bendice a los mansos y a los pacificadores y proclama poner la otra mejilla (Mateo,5), por otro maldice varias ciudades por no querer oír su mensaje (Mateo,11,20-24), y expulsa de forma violenta a los mercaderes del templo (Juan,2,13-22). Aún más intrigante es este pasaje de Lucas,12,51: "¿Os pensáis que he venido a traer la paz a la Tierra? De ninguna manera, os digo, sino la división". Es evidente que esta frase (y la que le sigue) casa mal con el cuerpo de su doctrina. Hasta el punto de que hay quien liga este pasaje a una supuesta simpatía de Jesús hacia los zelotas (secta de fanáticos judíos, opuestos violentamente a los romanos). Sólo así se entiende la siguiente afirmación de Lucas,22,36: "Ahora, en cambio, quien tenga bolsa, que la tome, y también el sarrón; y quien no la tenga, que venda el mantel y compre una espada".

Según otra interpretación, tanto Jesús como Juan el Bautista fueron originalmente miembros de la comunidad esenia, un cuerpo de iniciados alejados del mundo. Muchas de las enseñanzas de Jesús tienen paralelismos con los llamados Manuscritos del Mar Muerto (de la comunidad de Qumran). En su edad adulta, tanto uno como el otro se separarían de la secta para llevar a cabo su propia predicación.

En definitiva, Jesús no era un personaje simple. Como cualquier ser humano, tenía contradicciones, que los evangelios, de forma sorprendente, no dejan de señalar. Asimismo, era un hombre comprometido con su época, con amigos y enemigos, filias y fobias. Se consideraba a sí mismo depositario de un mensaje, que debía transmitir a su pueblo, y por esa idea sacrificó su vida. Más adelante comprobaremos que el Jesús de las escrituras puede no ser el Jesús real, sino el personaje filtrado por el tamiz de los evangelistas.

 

Muerte de Jesús

 

            Llegó un momento en que las autoridades judías no podían seguir tolerando las actividades subversivas de Jesús. A partir de aquí, los hechos se precipitan: éste es juzgado en dos ocasiones. En la primera, por el Sanedrín (cuerpo sacerdotal judío), y en la segunda, por Poncio Pilatos. Éste, por imposición de las masas, accede a que Jesús sea crucificado. Se le acusaba de "considerarse a sí mismo el Mesías", lo que en esos tiempos no dejaba de ser una enorme blasfemia. Según las Escrituras, Jesús no lo negó.

            La verosimilitud de este proceso parece estar atestiguada por el hallazgo en 1990, cerca del Monte del Templo de Jerusalén, del osario con los restos de Yehoseph bar Qypa, el Caifás que juzgó y condenó a Jesús.

            Poncio Pilatos es también un personaje histórico identificable, que ejerció el poder en Judea entre el 26 y el 36 dC., pero al contrario de como se le presenta en los evangelios, fue cruel y despiadado. Repetidamente provocó los sentimientos de los judíos exhibiendo insignias del emperador (consideradas idolátricas por los hebreos) en la Ciudad Santa, o pretendiendo expoliar para uso público el tesoro del Templo. Pilatos aplastó revueltas en Judea y Galilea.

            El episodio de la Pasión es uno de los más emotivos (sino el que más) de la vida de Jesús. En general, el cuerpo de los crucificados se dejaba expuesto para que fuese devorado por los buitres, por lo que no parece lógico que el cuerpo de Jesús (y el de sus dos compañeros) fuera enterrado decentemente. Sólo un personaje de influencia (como sería José de Arimatea) podía solicitar al prefecto Poncio Pilatos que se le cediera el cadáver.

            Por supuesto, no existe evidencia de que en una fecha de Pascua, hacia el 30 dC., se produjera un eclipse que mantuviera el cielo en la oscuridad, un terremoto, ni ningún otro fenómeno natural de similares características.

            Un misterio que no ha dejado de intrigar a sucesivas generaciones, en relación a la muerte de Cristo, es el llamado "sudario de Turín". Visto a través de rayos X, se observa una cara que muy bien podría ser la de un profeta. Además, exhibe de forma fiel los tipos de heridas descritos en los evangelios, hasta el punto de mostrar incisiones de clavos en las muñecas, en lugar de en las palmas de las manos, lo que es más rigurosamente histórico.

            Lo curioso del caso es que aunque este sudario está datado (con carbono-14) hacia el 1260-1390 dC., parece auténtico (no hay señales de pintura, ni de otro tipo de manipulación). Nadie se explica cómo pudo haber sido falsificado durante la Edad Media.

 

Después de Jesús

 

            Jesús hubiera sido uno de tantos "falsos profetas" como existían en el siglo I dC., si su comunidad de fieles no hubiera continuado difundiendo su mensaje. A veces se afirma que él no tenía intención de fundar una Iglesia (no en vano proclamó el inminente fin de los tiempos). No obstante, es un hecho indudable que su Iglesia representaría un nuevo comienzo de las cosas (tanto en el sentido físico como metafórico), en relación al judaísmo originario. Desde este punto de vista, sería una nueva alianza, y los doce apóstoles representarían los nuevos patriarcas, las nuevas doce tribus de Israel.

La Santa Cena (Cena del Señor, o Eucaristía) ha sido visto como el acto fundacional de la Iglesia de Cristo, hasta el punto de que San Pablo la considera el principal sacramento del Cristianismo: la Eucaristía reúne a los fieles en un solo cuerpo, el cuerpo de la Iglesia. La Santa Cena escenificaría una nueva Alianza de Dios con su pueblo.

Sin embargo, el mismo San Pablo reconoce que lo que da sentido a la Iglesia es la resurrección de Jesucristo entre los muertos (1 Corintios,15,12-19). Si bien es verdad que no hay constatación histórica de este fenómeno, "algo" debió pasar para que la Iglesia no se disgregara rápidamente tras la muerte de su líder. Y "algo" debió pasar para que los Cristianos aceptaran de forma serena la muerte y las penalidades durante los largos períodos de persecución (por supuesto, no todos se comportaron con la misma entereza; muchos renunciaron a su fe antes que sufrir las penalidades del martirio).

Ese "algo" es un fenómeno difícilmente definible, pero es lo que ha movido al hombre, durante toda su larga Historia, a cometer deste los actos más nobles, hasta los más bárbaros. Ese "algo" se llama Fe.

Por supuesto, del tronco inicial de la Iglesia se fueron desgajando sectas y subsectas con interpretaciones dispares del mensaje de Cristo; sobre la propia naturaleza (humana, divina, o ambas cosas a la vez) del personaje de Cristo; o bien sobre la significación de los tres componentes de la Trinidad cristiana (Padre, Hijo y Espíritu Santo). Al final, el sencillo mensaje de Jesús se fue enrevesando hasta conventirse en un dogma tan formalista como el que Jesucristo denunció durante su ministerio, al referirse al judaísmo de su tiempo. Y lo que es peor, estas disputas doctrinarias hicieron correr ríos no sólo de tinta, sino también de sangre.

San Pablo fue en buena parte responsable de la intelectualización del mensaje original de Cristo (que se resume en su regla de oro: "Todo aquello que queráis que los demás os hagan, hacedlo vosotros a ellos"). Pablo, el llamado "apóstol de los gentiles", convirtió el primitivo mensaje redentor en una elaborada filosofía con elementos judíos y helenísticos. Él puso las bases teóricas de la actual doctrina cristiana, la extendió por el mundo helenístico, y previno que acabara derivando en una mera secta del judaísmo. Fue el organizador y misionero más imporante del Cristianismo. Suya es la creencia de que el cristiano se justifica sólo por la fe.

Más tarde, los llamados "Padres de la Iglesia", y los Concilios (de Nicea y Calcedonia), acabaron de perfilar el dogma. Su evolución posterior, no obstante, sale fuera del ámbito de estudio que nos habíamos propuesto.

            Pero el Cristianismo no deriva sólo de su evolución interna, sino también de la influencia de otros credos rivales. Por ejemplo, de la religión denominada "Mitraísmo" pudo incorporar importantes elementos: 1) el bautismo; 2) el nacimiento milagroso del redentor, y la adoración de los pastores (no olvidemos que los "magos" de la Epifanía tienen un innegable sabor persa); 3) la celebración de la Eucaristía, en la que el pan simboliza el cuerpo del toro del sacrificio, y el vino su sangre; y 4) la idea de "salvación" (Mitra era un dios redentor). Del culto a Isis, el Cristianismo pudo integrar el simbolismo maternal de esta diosa egipcia: de hecho, la Virgen María era representada de forma muy parecida a Isis. La similitud de esta iconografía causó fricciones entre ambas comunidades. Por último, no podemos olvidar la asimilación de elementos paganos, tanto helenísticos como bárbaros, desde el momento en que el Cristianismo se fue convirtiendo en una religión universal.

 

Jesús, el hombre

 

            Jesús es un personaje histórico bien documentado en la literatura de la época. Tanto los romanos Tácito y Suetonio, como el judío Josefo, hacen referencia a él. Pero a pesar de ello, estamos lejos de saber cuál es exactamente su mensaje: por poner un ejemplo, San Mateo hace una interpretación "pro-judía" del Evangelio, mientras que San Lucas es "pro-gentil".

            El "Jesus Seminar", del Westar Institute (EE.UU), en un estudio publicado en 1993, concluye que únicamente un dos por ciento de los dichos atribuidos a Jesús podrían ser realmente genuinos, y un escaso catorce por ciento son probablemente auténticos. El resto (un 84%) de sus mensajes serían ideas de los evangelistas puestas en boca de Jesucristo. Según esta institución, hay poca evidencia que sostenga que Jesús se consideraba a sí mismo un Hijo de Dios, un Mesías, un hacedor de milagros o un profeta apocalíptico; y que en cambio sí hay suficientes elementos que atesguarían que era un reformador social de mensaje radical.

            Este análisis parece demasiado reduccionista para ser fiable. En todo caso, no disponemos de suficientes elementos para juzgar las conclusiones de este análisis. Dos mil años de Historia nos separan de la verdad.

            Se suele afirmar que de Tiberio, un contemporáneo de Jesús, se hicieron cuatro biografías en buena parte contradictorias, y que ello no obstante los historiadores tienen suficientes elementos de juicio para hacerse una idea de cómo era en realidad. Pero de Tiberio conservamos sus obras, mientras que de Jesucristo sólo nos quedan sus palabras: fragmentarias, y escritas por otros cuarenta años después de su muerte.

            Tenemos  la convicción de que el Jesús histórico fue un hombre de su tiempo: contradictorio, complejo, poliédrico; de ningún modo perfecto. Su mensaje original era sencillo y claro, lejos de la transformación teológica que se operó a partir de San Pablo.

            Los evangelistas fueron también honestos a su manera: si de algún modo "maquillaron" o "embellecieron" la realidad, fue para ajustarse a una necesidad de su época: demostrar que Jesucristo era efectivamente el Mesías. Trataban de "convencer", y en aquellos tiempos el mito y la fábula tenían más efectividad que los mensajes subliminales tan en boga hoy en día.

            Hasta Jesucristo, los dioses podían ser infalibles, pero difícilmente provocaban emociones genuinas entre sus fieles. Sólo quien muere diciendo "Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" puede conmover a la gente común. Sólo alguien que es capaz de mostrar debilidad es realmente humano.

            Fuera humano o divino, o ambas cosas a la vez, una cosa es segura: Jesucristo fue un gran hombre de la Historia.

 

 

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