El secreto de los cátaros

     

    ¿Quiénes eran los cátaros, esas gentes sencillas conocidas con el nombre de tisserands (tejedores), albigenses, patarinos o simplemente bons hommes? La doctrina oficial los convierte en unos contestatarios de la ortodoxia imperante, a comienzos del segundo milenio. De acuerdo a Francesco Zambon (El legado secreto de los cátaros) pretendían regresar a la pureza del mensaje evangélico, se rebelaban contra la corrupción de la Iglesia, y negaban la validez de algunos sacramentos (comola eucaristía y el bautismo por el agua, que sustituían por el ágape y el “bautismo por el espíritu”, o consolament).

 

            La documentación los sitúa en Bulgaria en el siglo X, en el Périgord francés a comienzos del siglo XI, o en Flandes, Renania y Occitania a mediados del siglo XII. Gabriel Alomar (Cátaros y occitanos en el Reino de Mallorca) hace una una buena descripción de los cátaros: “Los que pregonaban todas estas ideas en el Languedoc, personajes extraños con vestiduras desgarradas y remendadas, empuñando el bordón de los peregrinos, demacrados y pálidos, iban recorriendo a pie y de dos en dos los caminos miserables del continente, de pueblo en pueblo y de castillo en castillo”. Con el tiempo este movimiento fue evolucionando; debido, en parte, a la represión que hubo de soportar por parte de la Iglesia y del “brazo secular”, y por otro lado, a las desavenencias entre las distintas corrientes, o sectas, que lo componían (especialmente en Italia).

            Su éxito en el Languedoc fue tal, que en la segunda mitad del siglo XII estuvo a punto de convertirse en la religión mayoritaria en los territorios en los que estaba implantada. La Iglesia de Roma estaba espantada. Las primeras iniciativas en su contra resultaron ser un fracaso (condenas, predicación, debates públicos, etc.) Tras una elaborada política de provocaciones y ardides, la Santa Sede consiguió implicar a los barones del norte francés en una sangrienta cruzada que costó la vida a miles y miles de personas (herejes y ortodoxos por igual). Con el tiempo el celo inquisitorial extirparía el movimiento herético del mediodía galo. La soberanía de los príncipes occitanos había dejado de existir, y el Languedoc se había convertido en un apéndice del Reino de Francia.

            En El viaje secreto de Leonardo Da Vinci intenté demostrar que el catarismo occitano y catalán tenía unos precedentes particulares, diferentes —y anteriores— a los que que hoy día se dan por supuestos. De acuerdo a la doctrina más aceptada, el catarismo del Languedoc recibe un fuerte impulso de la doctrina bogomila (búlgara) expresada en el concilio cátaro de Saint Félix de Caraman del año 1167 (presidido por el pope búlgaro Nicetas). Eso es cierto, pero la herejía de estas tierras no comienza ahí. El florecimiento del priscilianismo español (en el siglo IV), así como de la doctrina herética (adopcionista) de Feliu d’Urgell (en el siglo IX), hace pensar que ya había una corriente de cristianismo de raíz gnóstica bien asentada en el Pirineo, la cual sirvió de base para el florecimiento de la doctrina albigense en ambos lados de esta cordillera.

            Como bien dice René Nelli en su libro Los cátaros, “el catarismo puede ser considerado como una gnosis, puesto que pretende liberar a las almas gracias a un conocimiento total”. De ahí que se haya considerado a este movimiento como una continuación de dicha esta corriente de pensamiento, imbuida —por partes iguales— de platonismo y de cristianismo.

 

Índice:

 

La doctrina cátara

¿Quiénes eran los cátaros?

Catarismo y cristianismo

Catarismo: una doctrina compleja

El secreto de los cátaros

Las brujas, ¿herederas de los cátaros?

El legado cátaro

Los beguinos

Los doctores del Amor

San Francisco de Asís, ¿filocátaro?
Christian Rosenkreutz y el catarismo

CUADRO 1: CÁTAROS, BANQUEROS MEDIEVALES

CUADRO 2: RAMON LLULL Y LA "DOCTRINA DEL AMOR"

BIBLIOGRAFÍA

 

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Temas de Historia Oculta. Nuestro pasado robado.