La verdad no vende. El caso de Enric Marco
El jueves pasado fui a ver la película Marco. La verdad inventada, del 2024. Felicito a los directores (Aitor Arregui y Jon Garaño), y especialmente a Eduard Fernández (magnífico en su papel), así como a los coprotagonistas, por este soberbio ejemplo de cine comprometido y de calidad. Animo al lector a verla, así como a leer la obra que la inspira (El impostor, de Javier Cercas), a partir del trabajo de investigación del historiador Benito Bermejo (autor de una biografía de Francesc Boix, el “fotógrafo de Mauthaussen”).
Sería largo de explicar el caso de Enric Marco, y de la institución que encabezó por un tiempo, la “Amicitia” de Mauthausen. Como sucede en la película, le cambio el nombre por no manchar aún más la reputación de esta magnífica entidad, cuyo trabajo a favor de la memoria histórica es insustituible, pero que desgraciadamente resultó burlada por un embaucador. Con este artículo pretendo establecer una hipótesis que podría explicar en parte por qué una entidad tan respetable pudo ser engañada durante tanto tiempo. Es posible que, sin habérmelo planteado, haya dado con una solución, aunque tal vez parcial. Doy por sentado que el lector leerá la Wikipedia y sabrá en qué consiste la “impostura” de Enric Marco respecto a esta institución y a la “verdad histórica”.
Bien. Empecemos. Como decía, hace una semana vi esta película, y al hacerlo, me vinieron a la mente unos hechos acaecidos hace más de 35 años. Entre el año 1985 y el 1992 colaboré en una revista de pensamiento social llamada L’esborrany. El lector podrá encontrar información sobre ella si clica AQUÍ. El grupo de l’esborrany era un conjunto abigarrado de jóvenes de izquierda que estaba en contacto con las asociaciones de vecinos, con los grupos pacifistas, con los movimientos solidarios (por ejemplo, en esos años, con Chile), con la política de aquel tiempo, etc. Editábamos una revista, muy poca cosa, pero de la que me siento muy orgulloso. Sacamos bastantes números, e hicimos entrevistas a gente relevante.
Entre los simpatizantes de L’esborrany había una chica, de cuyo nombre de pila no me acuerdo, pero que decía ser sobrina del fotógrafo Francesc Boix, el “fotógrafo de Mauthausen”. Me dijo que tenía unos papeles de su tío que me podían interesar. Yo le pedí que me hiciera unas copias. Resultó que eran en torno a 200 páginas (no lo recuerdo exactamente). Como hace unos 37 años de ello, no me acuerdo si estaban mecanografiadas, o se trataba de una autoedición. Sea como sea, era un relato vívido de la estancia de su tío (Francesc Boix) en el campo de Mauthausen. Incluía algunas fotos (creo recordar), pero era mayoritariamente una descripción escrita de los sucesos que hubo de presenciar, y sobre todo, que tuvo que sufrir en ese infame lugar.
Insisto, leí estas fotocopias hace unos 37 años (hacia 1987-1988); por eso los detalles son borrosos. Pero recuerdo algunos sucesos narrados, de forma vívida y descarnada, en los apuntes de Francesc Boix. Me impactó en especial su descripción del trabajo en una cantera: cómo los presos habían de tallar la roca y posteriormente transportarla en su espalda, hasta caer desfallecidos. También describía la crueldad de los guardias, la vida en los barracones, y especialmente las distintas facetas de la muerte que rodeaba en todo momento a los prisioneros. Prefiero no entrar en más detalles, por no contaminarlos con recuerdos cruzados de otros libros, documentales o películas que haya visto o leído.
Como decía, una vez leídos estos papeles fotocopiados que me facilitó la sobrina de Francesc Boix (insisto, no recuerdo si eran papeles mecanografiados, o una autoedición), me puse en contacto con la “Amicitia” Mauthausen. Allí conocí a Enric Marco (sé que era él porque me acuerdo de su bigote), a quien di la autobiografía del famoso “fotógrafo de Mauthausen”, sin saber si ésta había sido publicada con antelación, o si ya estaba en manos de los miembros de la “Amicitia”. Parece que no, porque no me dio la impresión de que la conociera. Sea como sea, concerté una entrevista con él para otro día, pues no la tenía preparada. Así que volví y lo entrevisté. No debió convencerme mucho (tal vez divagaba, no lo recuerdo) porque el hecho es que no la publiqué en L’esborrany. Lo cual es raro. Insisto, han pasado 37 años (aproximadamente) y no recuerdo los detalles, pero si la entrevista con Marco hubiera tenido algún fundamento, la habría publicado. Debí tener mis razones para no hacerlo. Pero tanto tiempo después, ello no deja de ser una especulación.
Hasta aquí el lector puede pensar que sólo pretendo colgarme medallas. Pero no es así. Lo que quiero realmente es reparar en lo que pueda una injusticia: la cometida contra la asociación la “Amicitia”. En la película queda como sobreentendida la idea de que los compañeros de Marco en dicha asociación actuaron con ingenuidad y credulidad ante un farsante. ¿Cómo es posible que historiadores eminentes pertenecientes a la “Amicitia”·, o supervivientes de los campos de concentración nazis, hubieran creído las patrañas explicadas por Marco, hasta el punto de mantenerle largos años como “cabeza visible” de la entidad?
Es un hecho que en esos tiempos ya habían salido a la luz varios testimonios de afectados del horror nazi: Primo Levi, Jorge Semprún, Neus Català, Montserrat Roig, etc. De todo este material podría haber recopilado la información que necesitaba para “vestir” su “caso”. Pero todos ellos eran conocidos y estaban expuestos al público. Así que esta noche he estado pensando, dándole vueltas al asunto, y he llegado a la siguiente conclusión: tal vez el testimonio de Francesc Boix, facilitado por su sobrina, no llegó a los archivos de la “Amicitia”, o a su biblioteca. Tal vez lo retuvo el mismo Marco, a quien se lo entregué en mano. Ignoro si se ha publicado alguna vez, o si llegó a Benito Bermejo, el biógrafo de Francesc Boix. Tal vez el citado historiador lo recibió de la familia del “fotógrafo de Mauthausen”. No he leído su libro (ni el de Javier Cercas) y no lo puedo asegurar. Así que lanzo mi pregunta: ¿alguien, aparte de mí, sabe que Francesc Boix escribió unas memorias de su paso por Mauthausen? Si es así, me alegraré de ello.
Situémonos en el caso de que nadie en “Amicitia” supiera que dichas memorias existían (así puede ser, porque Marco pareció sorprenderse al recibir los papeles). En ese caso, Enric Marco pudo retenerlas para sí y hacerse con su contenido, lleno de anécdotas de la vida de los prisioneros en Mauthausen. Sucesos de todo tipo, desconocidos para otros –quizás-, que podían haberle ayudado a “vestir” su discurso. Es bien cierto que él declaraba haber ido a otro campo de concentración (Flossenburg), pero tal nivel de concreción le podría haber dado una cierta credibilidad a sus mentiras. Además, si dichos papeles eran desconocidos, difícilmente le podrían rebatir, y aún menos desautorizar; como habría sucedido si hubiese empleado referencias de los libros de José Semprún, Montserrat Roig, Primo Levi y otros.
Así pues, ¿es posible que dichos papeles hubieran ayudado a Marco a engañar a sus colegas, al ignorar éstos su existencia? Dicha información podría haber contribuido, junto con el acceso de Marco a los verdaderos supervivientes, a construir su relato.
El mal está hecho, y no trato de hurgar más en la herida. Pero hay otro aspecto que hemos de contemplar. ¿Qué sucedió con dicho manuscrito? ¿Fue encontrado y está en la “Amicitia”, o bien sigue entre los papeles personales de Enric Marco? Si es así, es preciso encontrarlo, puesto que tal vez sea el único testimonio escrito de Francesc Boix, el “fotógrafo de Mauthausen”, en el campo de concentración de Mauthausen. No lo sé, lo ignoro. Por eso, me dirijo especialmente a Javier Cercas y a Benito Bermejo, para sugerirles que lo averigüen. ¿Han empleado alguna vez dichas memorias? ¿Acaso sabían si existían? Si no es así, y si no están en “Amicitia”, es preciso volver a revisar los documentos dejados por Enric Marco tras su muerte. Tal vez se puedan encontrar allí.
Es preciso hacerlo. No por Marco, ni por “Amicitia”, sino por Francesc Boix, “el superviviente de Mauthausen”, y por todos por aquellos que, como él, sufrieron tortura y prisión en los campos de concentración nazis.
Quisiera acabar con una reflexión, que da título a este artículo. ¿Por qué un notorio farsante como Enric Marco estuvo en el candelero, acallando las voces de los verdaderos afectados del terror nazi? Tal vez porque los “medios”, “la prensa”, y las “editoriales”, gustan de personajes como éste. Se estilan más los “piquitos de oro”, aunque sean deshonestos y cuenten mentiras, que los “ciudadanos de a pie”, que no son fotogénicos, telegénicos o “fluentes en el habla” (elocuentes), pero que son testimonios fiables de la verdad.
Tal vez deberíamos dar más credibilidad a los “incompetentes verbales” que a los “iconos de la comunicación”, a la hora de decidir si un argumento es cierto o falso. La elocuencia no siempre está ligada a la competencia. Si se hubiera tenido ello en cuenta, el caso “Marco” no habría sucedido.
Por ello sostengo que “la verdad no vende”. Lo que vende es la impostura. De ahí el populismo de cretinos como Trump. Cuando decir mentiras no desacredita, sino que autoriza, algo va mal. Ayer mismo se lo dije a una editora de un importante medio editorial. Ésta me comentó (con franqueza, eso se lo agradezco) que su intuición le decía que mis libros no tendrían grandes ventas. Yo le contesté que tenía razón: la verdad no vende. Lo que vende son las mentiras. Ahí lo dejo, y que cada uno llegue a sus propias conclusiones.
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