Fundamentos de Economía Factorial - SECCIÓN SEGUNDA

SECCIÓN SEGUNDA

(Fronteras de posibilidades de producción)

 

     Hasta este momento hemos contemplado el fenómeno de la productividad marginal decreciente como un hecho estático (análisis estático). Es decir, hemos introducido la variable CT considerando Q (crecimiento de la renta, o de la producción) como un dato dado, inmóvil. Por ello, si queremos aproximar este modelo a la realidad, que es dinámica, hemos de introducir la variable tiempo.

     ¿Cómo hacerlo? Necesariamente, hemos de acudir a una presunción, del mismo modo que cuando identificamos el reparto de la renta entre los factores productivos (K y L) con su respectivo protagonismo en la esfera de la producción (pues producción y renta son dos caras de la misma moneda). Para introducir la variable tiempo habremos de utilizar otro artificio: cuando consideramos Q como factor variable (no dado, como hasta el momento), presumimos que toda variación entre Qt y Qt+1 representará una unidad de valor (es decir, si Q0=1, Q1=2, y así sucesivamente).

     Ello lo expresaríamos diciendo que el aumento del valor de Q en un lapso de tiempo dado viene dado por el número de años que media entre el inicio y el final de ese período. Lo cual supone un crecimiento (positivo o negativo) lineal y regular, sólo interrumpido por los eventos que actúan de disparadores de un cambio de fase del ciclo (que posteriormente estudiaremos en detalle).

     En la gráfica A-5 hemos estudiado, empero, sólo una función, característica del nivel de incremento de la renta Q=3, y hemos dejado otra función (Q=4) sólo esbozada. Hemos profundizado en el papel del cambio tecnológico en la variación de la productividad del trabajo, con un incremento del capital dado (igual al 2,5%) y un factor trabajo variable. Dichas funciones (Q3 y Q4) dibujan dos fronteras de posibilidades de producción, puesto que la productividad del trabajo tiene un límite que viene dado por el empleo relativo de los dos factores productivos, así como por la capacidad de producción almacenada (CT); este límite es irrebasable. Por otro lado, la productividad del trabajo variará en función de la aplicación relativa de capital y de trabajo: en general, a mayor valor de L, menor de Q-L con un valor Q y K dados (contexto estable). Ambas funciones (Q3 y Q4) tienen una pendiente igual al coeficiente multiplicador de K-L, que como vemos es x=1/4, o bien x=1/2 (este coeficiente es el grado de participación del capital en la renta), y una constante igual a uno (que es el desplazamiento del valor de Q en el tiempo).

     Las fronteras de posibilidades de producción nos indican todos los valores de la productividad del trabajo en función de la aplicación de más o menos cantidad de factor trabajo, o de la capacidad productiva acumulada, con un nivel de renta dado, que es el que establece el nivel de la frontera. Pero si no tenemos en cuenta el factor tiempo, tienen un carácter estático. Para dar un carácter dinámico al modelo, hemos desplazado una función lineal con pendiente 1/2 (o 1/4) a lo largo del eje de las x, a intervalos iguales a la constante t=1. La colocación de las distintas funciones Qt es la que da movilidad a nuestro análisis. Es el coeficiente (o pendiente) el que explica que todas estas funciones sean paralelas, con intervalos iguales a la constante.

     Posteriormente comprobaremos que también es posible establecer líneas paralelas horizontales, que señalarían todas las alternativas (valores de L) que cortan todas las funciones Qt en un mismo valor de productividad: las líneas de homogeneidad, o productividad estable cuando Q-L es igual a cero.

     Comenzaremos estudiando las situaciones en las cuales K¹L, es decir, las que no constituyen puntos óptimos, o de máxima eficiencia. Claramente, las dos funciones lineales reflejadas en la gráfica A-5 están caracterizadas por una pendiente decreciente, significativa de una situación de rendimientos marginales decrecientes (con un nivel de crecimiento de la renta dado). En la línea de las x (horizontal) hemos reflejado la variación de la variable independiente (L). En la línea de las y (vertical) exponemos la evolución de la productividad del trabajo (Q-L). Las líneas Q3 y Q4 representan todas las posibles variaciones de productividad del trabajo con un factor L variable, para ambos niveles de renta. Nosotros centraremos nuestro análisis en la función Q3.

     Para averiguar la productividad de cada valor de L hemos de elevar una recta desde la línea de las x hasta la función Q3. Por ejemplo, en el valor 2,5 de L, si elevamos una línea perpendicular, en el punto que corta a la función Q3 obtendremos la productividad Q-L correspondiente a dicho valor de L (Q-L=0,5). Si observamos la gráfica, el resultado anterior supone que L=K y que Q-L=CT, puesto que K-L=0.

     Este hecho nos permite entrar en terrenos fascinantes, que casi agotan todas las posibilidades del análisis de costos e ingresos marginales en un sistema económico. Antes de iniciar esta andadura hemos de resaltar dos presupuestos:

 

     1) Son costes marginales (o suplementarios) aquellos que supongan un recorte de la productividad del trabajo (y de los rendimientos), más allá de L=K: así, el desgaste del capital más allá de L=K, cuando x(K-L) tiene signo negativo.

     2) Son ingresos marginales aquellos que supongan una aportación de productividad del trabajo (y de rendimientos) entre L=-¥ y CT=0. Es decir, consideramos ingresos marginales los factores que añaden valor a la producción, y por tanto rendimientos: de tal manera, los que aporten productividad positiva, como x(K-L) hasta L=K, y CT hasta CT=0.

 

     En la gráfica A-5 hemos representado la variable CT y la variable x(K-L) con dos funciones (rectas) diferentes. Si nos centramos en la función Q3 comprobaremos que CT representa la parte de la productividad laboral atribuible al rendimiento técnico (material e informacional) incorporado en un capital acumulado o en la fuerza de trabajo; y x(K-L) representa la productividad del capital corriente. Por tanto, hemos de distinguir entre la productividad (que puede tener carácter técnico u organizativo) de un capital invertido previamente, y la productividad de un capital invertido en el año corriente.

     Ya sabemos que el cambio técnico es el residuo entre la productividad del trabajo y el diferencial del capital (productividad per capita del capital corriente). Así pues, la productividad del trabajo la hemos de dividir en dos porciones: 1) x(K-L), en un año corriente, y 2) la que viene dada por el cambio tecnológico, acumulado o incorporado en el año corriente. Una vez conocido el significado económico de ambas porciones podremos valorar las variaciones absolutas y relativas de ambos factores en función del valor de L.

     Podemos observar que a medida que L va creciendo, el valor de Q-L va disminuyendo, y por tanto también el de las porciones representadas por CT y x(K-L). Como vimos anteriormente, cuando L=K, CT=Q-L, lo que quiere decir que CT representaría la totalidad de los ingresos marginales en dicho punto, pues la incorporación de más trabajo, en relación al capital corriente, comenzaría a generar costes marginales. (Éste es el punto donde, según los neoclásicos, la curva de costes marginales comienza a tener pendiente ascendente.)

     El punto L=K es un punto óptimo (relativo) puesto que aquí se maximizan los ingresos marginales, sin que los costes marginales hayan hecho acto de presencia todavía. Además, en este punto ni se produce una situación de productividad aparente (K>L), ni de rendimientos decrecientes con tendencia a ser negativos (L®Q), caso este último (L=Q) que anticipa un período de desinversión y de crisis cíclica. En dicho punto no se producen ni rendimientos excesivos (fruto de una alta productividad del trabajo), que posteriormente el mercado no estará en condiciones de absorber (al ser la creación de trabajo inferior a la inversión en capital corriente), ni una baja productividad del trabajo (L>K), que haga al sistema ineficiente y poco competitivo. En L=Q la productividad del trabajo se anula, y más allá, cuando L>Q, los rendimientos son negativos.

     Sin embargo, cuando K>Q, como podemos ver en el gráfico A-5 bis, el punto donde L=K no es un punto óptimo, porque con un factor K dado, la productividad del capital es negativa, lo que a su vez reduce la eficiencia global (CT). Al añadirse que también L>Q, y que por tanto la productividad del trabajo también es negativa, se infiere que el punto L=K no es óptimo en las situaciones en que K>Q.

     Así pues, podemos dividir el gráfico A-5 en tres sectores:

 

     Primero. Cuando L<0 existe un stock de trabajo sin utilizar, y dado un nivel de renta, el factor clave que añade una determinada productividad a los valores de L negativos (es decir, que rellena la brecha entre Q e I) es CT. Toda esta área corresponde a una productividad aparente, es decir, a una Q-L positiva con una L negativa.

     Segundo. Entre L=0 y L=Q (0<L<Q) encontramos el área de maximización de la productividad y de los rendimientos, y por tanto de la eficiencia. En este segmento, como hemos visto, se sitúa el punto óptimo L=K (siempre que K<Q). El crecimiento del empleo es positivo, así como la productividad del trabajo. Pero a partir de L=K (L>K) empieza a experimentarse una contracción de los rendimientos a causa del inicio de los costes marginales, producidos por el desgaste (amortización acelerada) del factor capital corriente.

     Ésto es, cuando L>K, el diferencial del capital (x(K-L)) pasa a tener signo negativo, al experimentarse un fenómeno paulativo de desgaste del capital corriente, por ineficiencia o amortización acelerada, fenómeno típicamente ricardiano. Es a partir de L=K cuando los costes marginales comienzan a recortar productividad marginal, que se corresponde en su totalidad con el depósito de capacidad de producción acumulada (CT). A partir de este punto, cuando ya se ha agotado el depósito de capacidad productiva corriente (x(K-L)=0), se ha de emplear en exclusiva la reserva de capacidad productiva acumulada, representada por CT. Los ingresos marginales se agotan cuando esta reserva se agota (CT=0).

     A partir de L=K el exceso de uso del capital corriente (o amortización acelerada de K), debido a un exceso de inversión en factor trabajo, repercute sobre la productividad, al situarnos en una situación de ineficiencia y aumento de los costes marginales. Los costes marginales (-x(K-L)) tienen tendencia a aproximarse a los ingresos marginales (CT). Cuando -x(K-L) pasa a ser igual a CT, entonces Q-L=0, donde en buena lógica, si no median factores monetarios, habría de comenzar el proceso de contracción económica. En definitiva, en L=Q los ingresos marginales y los costes marginales se contrarrestan, y el resultado es una productividad del trabajo igual a cero. (Según la doctrina neoclásica, el empresario maximizador invertirá justo hasta este punto.)

     La porción situada entre L=K y L=Q (donde ingresos marginales y costes marginales se igualan, y la productividad del trabajo se anula) representa la zona óptima del capital, pues los rendimientos, siendo aún positivos, encuentran un mercado receptivo para la oferta suplementaria, ya que L>K, y por tanto hay un mercado de consumo en expansión.

     En todo el segundo segmento, es decir, entre L=0 y L=Q, se produce un incremento neto de factor trabajo, por lo cual la productividad tiene carácter real (productividad con incremento neto de fuerza de trabajo). Toda esta área puede ser denominada asimismo como la zona óptima con crecimiento equilibrado, pues la productividad va acompañada de un incremento neto de L, con lo cual el mercado podrá absorber (en mayor o menor medida) al menos una parte de la producción suplementaria generada por tal aumento de fuerza de trabajo, si bien, como sabemos, Q-L tiende a disminuir cuando L tiende a aumentar. Como ya hemos enunciado repetidamente, es en el punto óptimo (K=L) donde la eficiencia es mayor.

     Tercero. A partir de L>Q la productividad del trabajo (Q-L) es negativa, y por ende los rendimientos. Por lo tanto, se produce un decrecimiento de los resultados económicos (la renta, en esta fase de nuestro modelo, tiene carácter de valor dado). Lo que nos indica la función Q-L es que a partir del valor de L=Q la productividad negativa iniciará un proceso de recorte de los beneficios medios, lo que inducirá, a la postre, a un fenómeno de desinversión, y más allá, a un reflujo de la renta, hacia funciones de Q situadas a la izquierda, con los intervalos temporales determinados por la constante igual a uno.

 

     A partir de L>K el desgaste (o amortización acelerada) del capital corriente incrementa los costes marginales, hasta situarlos, cuando L>Q, por encima de los ingresos marginales, representados por la productividad del capital acumulado (CT). Los ingresos marginales se extinguirán cuando el capital acumulado en reserva se agote. Aquí, en CT=0, se da inicio (siendo L la variable independiente) a una reversión de fase (como veremos).

     Si observamos la gráfica A-5, en la función Q3, con el coeficiente x=1/2, CT=0 en L=3,5, desapareciendo los ingresos marginales. A partir de aquí todo pasan a ser costes marginales: es decir, todo el decrecimento de la productividad será atribuible al desgaste (amortización acelerada) del capital, tanto corriente como acumulado, y en ese momento la capacidad de producción habrá llegado al límite.

     Un incremento posterior de la demanda no podrá ser absorbido por un incremento de la oferta, con la incorporación de mayor factor trabajo, a no ser que se aumente el capital corriente por encima del valor dado de K=2,5. En todo caso, a corto plazo, el cuello de botella de la producción, con un nivel de demanda alto, se traducirá en aumento de los precios. El persistir en producir por encima de la capacidad productiva que permite el equipamiento instalado, a costa de amortización acelerada, altos costes (tanto monetarios como técnicos), e ineficiencia, sólo podría tener una explicación: una situación de monopolio subsidiado (en empresas públicas que no respetan el principio de economicidad), o de dumping de costes, fenómeno del que nos ocuparemos en el próximo capítulo. En general, será necesario desinvertir en L, lo que arrastrará a la renta, dándose inicio a un proceso cíclico. De aquí que hayamos de pasar a estudir el gráfico A-6 para realizar un análisis dinámico del ciclo.

     Aquí hemos introducido el factor tiempo recurriendo al artificio (y a la presunción) de que existe una evolución de la renta, en ambos sentidos (negativo y positivo), con un lapso de tiempo igual a un año, y con un valor igual también a uno. De tal manera, las fronteras de posibilidades de producción (que son los límites que vienen dados por la aplicación relativa de K y de L, y por el depósito de capacidad productiva acumulada) experimentarán una variación equivalente, que vendría representada por el proceso de desinversión o reinversión del momento coyuntural de que se trate. La variación de las funciones de Q-L tendrá la misma evolución que la de las funciones Q.

     Dicha figura indica que la productividad del trabajo varía en relación directa con la renta e inversa con la aplicación de factor trabajo (y a su vez, la aplicación de factor trabajo varía en relación directa con la renta, lo que sin duda tiene sus repercusiones sobre la productividad). Una vez que sabemos que la evolución de la productividad del trabajo tiene pendiente negativa, y que Q-L<0 cuando el factor trabajo crece más intensamente que la renta medida (L>Q), lo cual a la larga comportará un proceso de desinversión, entramos de lleno en un proceso dinámico. Pues la desinversión implica reducción de la renta agregada, por el fenómeno del multiplicador. Añadiendo más funciones Qt, a intervalos regulares iguales a uno, podremos establecer los fundamentos de esta dinámica y sus puntos álgidos.

     En la gráfica A-6 cabe señalar cuatro sectores, cada uno de los cuales representa una fase del ciclo económico. Si consideramos que el eje de las x representa un nivel de productividad del trabajo igual a cero, y que el eje de las y representa un nivel de creación de fuerza de trabajo igual a cero, tenemos los siguientes recuadros:

 

     La porción A está caracterizada por una alta productividad del trabajo, que al coincidir con tasas negativas de crecimiento del empleo, podemos considerar productividad aparente. El crecimiento está desequilibrado, porque la productividad positiva no puede ser absorbida por el mercado, al ser L<K, y al no crearse una demanda agregada suplementaria (mayor empleo®mayor demanda agregada) que consuma lo que el mercado produce a unas tasas tan altas de productividad. Éste podría ser el caso, sin embargo, de ciertas economías con una demanda escasa de bienes de consumo, que sin embargo dedican sus excedentes a la exportación, experimentando fabulosos procesos de crecimiento gracias al impulso de los excedentes empresariales y de la inversión privada (o del Estado, en ciertos casos). Como vemos, a un mismo valor L, la productividad variará dependiendo del valor de Q considerado, o lo que es lo mismo, la productividad viene dada no sólo por la evolución del empleo, sino también por la de la renta, lo que supone un dato clave cuando realicemos un análisis más esmerado del ciclo económico.

     La porción B se caracteriza por unos rendimientos todavía positivos, una tasa positiva de ocupación y un mayor equilibrio (pues el aumento neto de empleo permite absorber buena parte o la totalidad de lo producido). Es una zona óptima, con productividad real, porque los beneficios pueden invertirse para satisfacer la demanda agregada que es producto de la incorporación de antiguo paro estructural al mercado de trabajo, y por tanto del incremento del consumo. Sin embargo, como la función tiene pendiente negativa (es decir, como los rendimientos son siempre decrecientes, a mayor valor de L), la productividad laboral (Q-L), con Q y K dados, adquiere valores muy por debajo del sector A, hasta llegar a L=Q, donde como sabemos Q-L=0.

     A medio camino entre L=0 y L=Q, es decir, en L=Q/2, se producen los beneficios normales (o productividad absoluta). Estos beneficios no se producen a costa de la reducción relativa de fuerza de trabajo. Es decir, si identificamos los beneficios como una función de la productividad (al margen de consideraciones sobre el estado de la demanda y, en general, de las interacciones del mercado), o sencillamente los consideramos rendimientos (otra manera de denominar la productividad, aunque yo los identifico como la relación entre beneficios e inversión), los beneficios medios (o productividad absoluta) se producirán en el punto donde L=Q-L, que será el punto Q/2.

     La importancia de este punto reside en el hecho de que es aquí donde la fuerza de trabajo suplementaria (o marginal) coincide con la productividad del trabajo suplementaria, y por lo tanto, donde la demanda agregada (el nuevo consumo implícitamente originado por el incremento de L) agotará la productividad suplementaria (los bienes de consumo producidos por unidad de trabajo, Q-L). Más allá del punto de beneficios medios, la productividad suplementaria (Q-L) no puede satisfacer todo el aumento del consumo suplementario, por lo cual empiezan, en justa lógica, a observarse calentamientos (aumentos de precios) y desequilibrios comerciales (importación de productos desde el extranjero). Éste (Q/2) es el optimum optimorum de la función de producción agregada.

     Sin embargo, el capital tiene otro optimum (no tan eficiente, pero sí desde luego eficiente) en L=K, aunque este punto (punto óptimo) no se sitúe en Q/2 (donde L=Q-L), siempre que K<Q. Como ya sabemos, en este punto no hay una situación de productividad aparente (incremento de Q-L con decrecimiento o estancamiento de factor trabajo), ni una situación de ineficiencia relativa (aún no han aparecido costes marginales, como consecuencia del desgaste del capital corriente).

     Cuando el optimum (L=K) está en el área de máxima eficiencia, pero no en el punto de beneficios medios (L=K=Q/2=Q-L), se pueden producir dos situaciones ineficientes: 1) un exceso de productividad sobre el consumo (Q/2>L=K) o bien 2) un exceso de consumo sobre la productividad (Q/2<L=K); pero en todo caso aún no se ha llegado a una situación de desgaste del capital corriente (-x(K-L)). Si bien se producen desequilibrios en la esfera de los precios y del comercio exterior, ello no repercute sobre los rendimientos, que son óptimos, pues los costes marginales aún no han aparecido (según la doctrina neoclásica, el punto de maximización de beneficios, donde los ingresos marginales se igualan a los costes marginales, se encuentraría en L=Q de nuestro modelo). Esta situación permite establecer que nos encontramos ante un subóptimo, inferior al óptimo que en todo caso supondría un estado en el cual los factores productivos crecieran a la par de la productividad del trabajo. (Véase el gráfico A-7.)

     La diferencia entre la ineficiencia producida cuando hay igualdad en el ritmo de crecimiento de los factores, si éste no se iguala al de los beneficios medios, y la que existe cuando trabajo y capital crecen a diferente ritmo, es que en el primer caso existe un acompasamiento en el crecimiento respectivo de los dos principales factores productivos (bienes de consumo y bienes de inversión), aunque coyunturalmente haya desequilibrios entre oferta y demanda; en cambio, en el segundo caso, además de tales desequilibrios en el mercado, los hay también entre los sectores productivos (el de producción de bienes de consumo y el de producción de bienes de inversión).

     La importancia de que los ritmos de crecimiento de los factores se iguale al de la productividad del trabajo resalta del hecho, evidente en sí mismo, de que en el sistema productivo los capitalistas tienen como objetivo fundamental maximizar la productividad del trabajo, y los trabajadores el incremento de sus salarios. En un mercado competitivo, donde ambos intereses (el de los capitalistas y el de los trabajadores) entran en pugna, en buena lógica la remuneración de los trabajadores andará a la par de la evolución de la productividad del trabajo. De ahí que el optimum optimorum haya de ser, en todo caso, aquel en que se iguale la remuneración de los dos factores productivos: L=Q-L. Éste sería el punto de beneficios medios, pues aquí no se producirían ni superbeneficios ni beneficios escasos o nulos, que desincentiven la inversión. (¿Será éste el punto de perecuación de los beneficios, según los clásicos; o de igualación de las remuneraciones con la productividad marginal del trabajo, según los neoclásicos? Dejo esta cuestión a cargo del lector.)

     En definitiva, disponemos de suficientes datos para establecer la siguiente clasificación:

 

     1) Entre L=Q/2 (punto de beneficios medios) y L=Q, nos encontramos en el área de rendimientos óptimos con empleo neto. En esta área la productividad es positiva, hasta llegar a L=Q, en que se anula. En L=Q/2, como sabemos, el consumo suplementario (derivado del incremento del empleo) es igual a la productividad suplementaria. Hasta aquí, el consumo era inferior a la productividad, y a partir de aquí el consumo es superior a la productividad.

     2) Entre L=K y L=Q, como ya sabemos, tenemos el área de los costes marginales crecientes, con productividad del trabajo aún positiva. Aquí comienza el desgaste del capital corriente (-x(K-L)), si bien los costes marginales aún son menores a los ingresos marginales (o suplementarios), por lo cual la productividad del trabajo es aún positiva. En este sector los empresarios ven incentivos para seguir invirtiendo, puesto que el consumo arrastra a la inversión: al ser L superior a la productividad absoluta (Q/2), dada por el punto de beneficios medios, se produce una presión de demanda sobre la oferta, una situación de inflación de demanda (y posiblemente también de costes), y un vaciamiento de los mercados con precios al alza (por estrangulamiento de la oferta). Así pues, mientras existan beneficios positivos, aunque aumente la ineficiencia en el uso del capital corriente, se hará mayor uso de la capacidad productiva acumulada (CT), y existirán estímulos para invertir en nuevo factor trabajo (siendo el capital corriente un factor dado). Tales estímulos desaparecerán cuando se agote la capacidad productiva acumulada, aumente hasta límites intolerables los costes laborales suplementarios, y cuando la disminución de la productividad del trabajo deje de ser compensada por factores monetarios (inflación de demanda). En este punto (CT=0), como veremos, se producirá la contracción, y más allá, la desinversión. Hasta L=Q, como sabemos, los capitalistas se encuentran en el área óptima del capital.

     3) Entre L=0 y L=Q, como también sabemos, encontramos el área de beneficios positivos, con creación neta de empleo. Sin embargo, como hemos visto, entre L=0 y L=Q/2 la productividad se sitúa por encima del consumo, y entre L=Q/2 y L=Q el consumo se sitúa por encima de la productividad.

 

     No hace falta insistir en que este recuadro de máxima eficiencia (situación óptima), aun con sus numerosas casuisticas, es el más favorable para los intereses de la sociedad, pues más allá de él entramos en una situación de rendimientos negativos, desencadenándose una nueva fase (contractiva) del ciclo, como tendremos ocasión de estudiar con mayor profundidad más adelante. De momento, pasaremos a estudiar la siguiente porción de nuestro diagrama.

     En la porción C observamos una productividad negativa (y por tanto, unos beneficios con tendencia a desaparecer), con creación neta de empleo. Como es lógico, esta situación no puede mantenerse mucho tiempo. Este desequilibrio desemboca en desinversión de fuerza de trabajo, que conllevará más contracciones en la demanda que, a la postre, y en aplicación del multiplicador keynesiano, comportará una disminución relativa (respecto al año anterior) de la renta, como sabemos a una razón anual del uno por ciento.

     La porción D representa una fase de transición, pues la productividad del trabajo (y los rendimientos) está en fase de recuperación, aunque continúa la desinversión en trabajo, y así continuadamente. Esta recuperación de los márgenes empresariales, acompañada de una reducción en el empleo, conlleva las siguientes consecuencias:

 

     1) Se crea un stock de beneficios no invertidos, en reserva, dado el retraimiento coyuntural del consumo que acompaña la desinversión en trabajo.

     2) Se crea un ejército industrial de reserva, que está a disposición de los capitalistas a más bajo precio.

     3) El retraimiento del consumo sitúa la productividad muy por encima de las posibilidades de absorción de la oferta por parte del mercado. De ahí el interés en exportar (en estas fases de recesión y recuperación la exportación ejerce el papel de locomotora de la producción).

     4) Llega un momento en que la reserva de capital ocioso, la disminución del precio de la fuerza de trabajo, y la imposibilidad de vaciar los mercados (dada la escasa capacidad de absorción de la producción corriente por parte de la demanda), obliga a reinvertir en nueva fuerza de trabajo, lo que desencadena una nueva etapa de auge, caracterizada por A. Posteriormente, este proceso se repite.

 

     Recordemos que K, en un contexto estático, tiene un valor dado. Así, este modelo sería equiparable al masilla/arcilla de Robert Solow (es decir, aquel que es diferenciable y flexible). Una vez que introducimos dinamismo al modelo, K, si pretende igualarse a L, y a la productividad del trabajo (punto de beneficios medios), ha de evolucionar al mismo ritmo de L. Esta condición, parecida al crecimiento neutral de Harrod (si bien aquí trabajo y capital evolucionan al ritmo de la productividad, no de la renta), respeta la condición de coeficiente capital/producto constante (modelo arcilla/arcilla), pues recordemos que en el punto de beneficios medios Kt/Qt=Kt+1/Qt+1.

     Asimismo, en nuestro modelo D=C+I (demanda es igual a consumo más inversión), y siendo C=f(L) e I=f(Q/2), K se adelanta al consumo en la recuperación de la demanda agregada, pues pone en marcha el fenómeno disparador de la reinversión, y por tanto del consumo agregado. Así pues, L actúa de lastre para aumentar productividad y disminuir costes marginales, y K actúa de impulso inicial para aumentar la demanda agregada. CT, nuevamente, actúa de comodín coyuntural. En otras palabras, L es la vedette en el proceso desinversor, y K lo es en el proceso reinversor. Y no olvidemos tampoco:

 

     1) Que en último término es L el factor a sacrificar a la hora de incrementar la productividad del trabajo (y de aumentar los rendimientos del capital).

     2) Que CT otorga un amplio margen de flexibilidad al sistema al rellenar la brecha entre Q e I: permite mantener o incrementar la productividad con un factor L en descenso y con un factor K y Q dados (en un contexto estático; si fuera dinámico, K evolucionaría al ritmo de L).

     3) Que los beneficios medios serían el punto donde el consumo suplementario (C=f(L)) se iguala a la productividad suplementaria. Los beneficios medios (o productividad absoluta) nos servirán de referencia a la hora de estudiar la marcha de los rendimientos empresariales "estimables" en coyunturas determinadas del ciclo económico. Éstos tienen tendencia, a nivel agregado, a ser positivos, o en su defecto, a minimizar sus pérdidas en relación a la renta agregada (Q/2>Q, cuando Q<0).

 

     Por último, diremos que de la misma manera que un mismo valor L señala infinitos valores de Q-L, tantos como valores diferentes de Q, un mismo valor Q-L señala infinitos valores de L. La línea de homogeneidad es una línea horizontal paralela al eje de las x, que señala todos los valores de L que determinan un mismo valor de Q-L, en función de los infinitos valores de Q intermedios. Es decir, la línea de homogeneidad señala todas las alternativas de Q y de L necesarias para alcanzar un mismo objetivo de productividad. Cuando la línea de homogeneidad coincide con un valor Q-L igual a cero (productividad estable), tenemos que el crecimiento de Q no va acompañado por un crecimiento de la productividad. La línea de productividad estable nos será de mucha utilidad para localizar el área de la productividad absoluta, cuando pasemos a estudiar pormenorizadamente la evolución del ciclo.