Fundamentos de Economía Factorial - SECCIÓN CUARTA

 SECCIÓN CUARTA

 (El ciclo en movimiento)

 

     Un ciclo es la expresión de la dinámica del crecimiento proyectada en el tiempo. Comprende la agregación de todas sus coyunturas o fases (de crecimiento positivo, negativo o de estabilidad), y su evolución marca una tendencia, generalmente ascendente, que resulta de compensar los períodos positivos con los negativos. Un ciclo tiene forma sinusoidal (en su expresión más pura), y comprende cuatro etapas: auge, contracción, recesión y recuperación. Los lapsos entre zenit y zenit (o entre nadir y nadir) marcan el período entre ciclo y ciclo. (Posteriormente comprobaremos cómo el ciclo resulta afectado por la introducción del cambio tecnológico.)

     Hasta el presente se ha pergeñado mil y una teorías explicativas del ciclo: desde las que lo vinculan a coyunturas externas (guerras, cosechas, fuentes de metales preciosos o de recursos básicos, avances técnicos aplicados —como el uso del carbón o de la electricidad—, etc.), hasta las que lo identifican con factores internos al ámbito económico (coyuntura monetaria, como tasas de interés o de cambio; burbujas especulativas; acaparamiento; descompasamiento entre la evolución del sector de bienes de consumo y de bienes de inversión, o entre la oferta y la demanda; rupturas de la competencia perfecta por monopolios o competencia imperfecta; injerencia del Estado y del Welfare State, etc.)

     Se habla de distintas categorías de ciclos: de 50, 10 ó 3-4 años... La introducción del argumento del multiplicador y de la noción de "preferencia por la liquidez" (por parte de Keynes), de la noción schumpeteriana de avance técnico continuado (y de destrucción creadora), y la galbraithiana de las perturbaciones especulativas, acabaron por enterrar la noción clásica y neoclásica del equilibrio general, que se puede resumir en la frase de Say "la oferta crea su propia demanda" (es decir, aquello que se produce crea un flujo de renta —en forma de salarios o beneficios— que a la postre ha de poder absorber lo producido).

     Esta estereotipación del equilibrio no era nada afortunada. Han hecho falta decenios para demostrar que la realidad se aparta dramáticamente de la noción de equilibrio general: ahí tenemos la teoría de la preferencia por la liquidez y del equilibrio sin pleno empleo de Keynes, o la teoría de la reproducción ampliada de Marx. Este último argumentaba que, siendo el ciclo una realidad indiscutible en el capitalismo, venía acompañado por hordas de proletarios desocupados (ejército industrial de reserva) y por una continua movilidad social; también argumentaba que, en último término, era el factor tecnológico el revulsivo de la acumulación capitalista, y que el paulatino incremento de la explotación capitalista (en forma de más productividad por hora de trabajo empleada) acabaría desembocando en un colapso, fruto de la tendencia inexorable a la disminución de la tasa de beneficios, la concentración y polarización de la riqueza (y del capital), y el subconsumo espasmódico.

     Keynes puso de moda visiones neomalthusianas que ponían el acento en la esfera de la demanda: así, ante la evidencia del ciclo (con consecuencias catastróficas que salpicaban todo el sistema económico), y del desmoronamiento de la certidumbre sobre el equilibrio de los mercados, él abogaba por la puesta en marcha de políticas intervencionistas anticíclicas que ejercieran un impulso para reanimar los mercados, creando demanda suplementaria. (Estas medidas tendrían también carácter procíclico en los períodos de auge, restando demanda agregada.) Su propuesta ideaba una especie de carretera con túneles en las montañas (auges) y con puentes en los valles (recesiones). En definitiva, en lugar de atacar las fuentes de desequilibrio que son el desencadenante del ciclo, su teoría se limitaba a establecer dispositivos intervencionistas (estabilizadores automáticos o discrecionales) que permitiesen que el sistema funcionase con las menores perturbaciones posibles.

     Esta visión, que he convenido en llamar "teoría del viaducto", se opone al sentido común, pues en general la mejor manera de resolver un problema es combatir sus causas, no limitarse a buscar remedios ad hoc para neutralizar sus efectos más perturbadores. Por lo que respecta al tema que nos interesa, la política anticíclica idónea es la que combate sus causas, no la que gestiona mejor sus efectos.

     Con este objetivo en mente, he utilizado dos conceptos básicos de Marx: su visión del "ejército industrial de reserva", y el de "reproducción ampliada del capital", a través del aumento de la "composición orgánica del capital". Esta última (el cociente entre el incremento del capital y el del trabajo) sería un índice que mide el grado de tecnificación de la economía (Marx no se cansó de insistir en la importancia de la tecnología incorporada en el capital). Con estos materiales, la noción schumpeteriana del empresario emprendedor (y de la destrucción creadora), y el residuo tecnológico de Solow, tenemos todo lo necesario para idear una explicación coherente y sencilla de la crisis, sin aditamentos extraños, y descorriendo el "velo monetario". (Posteriormente comprobaremos que, tal como Marx afirmaba, el factor tecnológico es la causa eficiente del proceso, y el paro tecnológico su consecuencia más visible.)

     En el gráfico A-11 iniciamos el tortuoso camino en busca de los engranajes básicos del ciclo. En él notamos la existencia de cuatro cuadrantes (A, B, C y D), cada uno de los cuales es indicativo de una fase del ciclo. De momento, sin embargo, nos contentaremos con explicar los condicionantes y las premisas que hemos empleado en la elaboración de nuestro modelo económico.

     Primeramente hemos de advertir que, coherentemente con su mecánica, hemos tenido que descomponer el ciclo en sus elementos más básicos, sacrificando la dimensión monetaria en aras de una mayor simplificación; en su lugar, hemos introducido la variable "productividad" (en este caso, del trabajo). De todos modos, en este modelo está implícita la evolución (positiva o negativa) de la demanda, desde el mismo momento en que se produce una evolución (con el mismo signo) de la inversión. Por tanto, en nuestro modelo existirá una relación directa entre la renta y la inversión en fuerza de trabajo, y una relación inversa entre estas dos variables y la productividad del trabajo (pues a mayor renta, mayor empleo; y a mayor empleo, menor productividad del trabajo, con una capacidad productiva dada). Asimismo, introducimos una variable olvidada en numerosas ocasiones: la capacidad de producción no utilizada. Ésta otorgará al ciclo un alcance (y una trayectoria) determinado, en función de su importancia respecto a la capacidad total de producción (es decir, la acumulada más la corriente) de un sistema económico (ya una empresa, ya un país) en el inicio del proceso cíclico.

     En el gráfico A-11 hemos representado las distintas funciones de productividad de varios niveles de renta (desde Q=-2 a Q=4), y hemos establecido que el punto L=K en el nivel Q=4 de renta es el inicio de un proceso cíclico. Hay que hacer notar los siguientes escenarios: 1) L=K coincide con el punto de beneficios medios (Q/2), porque aquí la inversión agregada se iguala a la productividad; 2) L=K no coincide con el punto de beneficios medios, sino que se mantiene estable sea cual sea el nivel de renta (caso muy improbable); 3) sin mantener un objetivo fijo de inversión, como en el caso 2), ésta varía en función del nivel de renta, pero sin ajustarse a los beneficios medios; y 4) en cualquiera de los tres primeros casos, una vez llegados a un nivel de renta, tal como Q=0, se intenta mantener los niveles de inversión a un nivel lo suficientemente bajo para que la productividad del trabajo en ningún caso disminuya de cero (la importancia de este punto la veremos más tarde, cuando estudiemos los niveles relativos de desinversión de L respecto a K). Esta última es la manera tradicional de hacer frente a la crisis, manteniendo inalterada o incluso incrementando las tasas de productividad del trabajo (recordemos que difícilmente una economía puede tolerar la existencia de tasas negativas de productividad).

     Todo ello lo vemos reflejado en la gráfica: los puntos circundados por un cuadrado indican los niveles de crecimiento equilibrado (L=K), que varían en relación directa a la evolución de la renta (en este caso coincidiendo con el punto de beneficios medios: Q/2); los puntos circundados por un círculo indican el caso, poco realista, de un objetivo fijo de inversión, sin atender a la variación del nivel de renta corriente. Podría representarse también el caso en el cual se pretende mantener un mismo nivel de productividad, lo que tendría repercusiones muy fuertes sobre el empleo (éste sería altamente elástico en relación a los objetivos prefijados de productividad). En general, como vemos, la situación "óptima" sería aquella donde L=K=Q/2, pues aquí no se forzaría la máquina sacrificando productividad cuando se establecen objetivos fijos de inversión, ni empleo, cuando lo que se pretende es mantener unos objetivos fijos de productividad.

     (Recordemos que mantenerse en el punto de beneficios medios equivale a variar la inversión en una relación proporcional a la de la renta. Éste es un análisis dinámico; en cambio, en un análisis estático, con un nivel de renta determinado, se puede aumentar o disminuir productividad haciendo uso o desuso de capacidad productiva acumulada, y ampliando o disminuyendo el stock de fuerza de trabajo, con un nivel de capital corriente dado.)

     Como sabemos, en un análisis dinámico, los niveles acumulados de reserva de capacidad de producción (CT) varían en relación inversa al empleo del capital corriente (K), aunque, por supuesto, puede existir un crecimiento neto de capital acumulado, sea cuantitativo (extensión de la productividad), o cualitativo (profundización de la productividad). También sabemos que es en L=K donde CT intercepta la línea de productividad del trabajo (Q-L=CT), por lo que el diferencial del capital se reduce a cero. En definitiva, Q-L tiene una función (recta) idéntica cualquiera que sea el valor de K (con Q-L=Q cuando L=0 y Q-L=0 cuando L=Q); pero éste no es el caso de CT, del que ya hemos destacado su carácter móvil, con una sola salvedad: CT intercepta siempre a Q-L en L=K, donde x(K-L)=0.

     Por lo tanto, las funciones (rectas) CT, en función del valor de Q y de L, tienen un comportamiento previsible: 1) la caja de las funciones CT se ensanchará o estrechará verticalmente cuando varía tanto L=K como Q (en la figura A-11, cuando L=K varía con la renta, situándose a niveles Q/2); 2) por su parte, ascenderá o descenderá en bloque cuando varía la renta, con un nivel de inversión (L=K) fijo. (Ambos casos están ilustrados por los puntos circundados por cuadrados o círculos, respectivamente.) Volvemos a repetir que el primer caso es el económicamente más factible. Como vemos, CT desempeña un papel muy relevante en la evolución del ciclo, dependiendo de la evolución de L=K y de Q.

     Lo más cómodo y conveniente en nuestro modelo, y la mejor forma de evitar incurrir en arbitrariedades al establecer los niveles adecuados de K (como factor dado) en función de la evolución de Q (en definitiva, de la coyuntura económica), es hacer coincidir de forma automática el valor de K (y por tanto de L=K) con el de Q/2, lo que no está exento de lógica, pues en este punto se iguala la inversión (L=K) con la productividad del trabajo (produciéndose un nivel de crecimiento "neutral", según terminología de Harrod y de Robinson). Nótese asimismo que esta convención se ajusta a la presunción inicial (en aras de una simplificación del modelo) de que todos los beneficios se invierten y de que todo lo invertido en nueva fuerza de trabajo se consume en bienes de consumo. Ésta sería la llamada "condición de Kalecki": los empresarios ganan lo que gastan y los trabajadores gastan lo que ganan (Q/2=[K=L]=Q-L).

     Ello, si bien reafirmaría la noción clásica del equilibrio de los mercados (y coincide con la idea de que todo lo que se ahorra se invierte), no es más que una estrategia de cara a simplificar la mecánica del modelo. Y ha de tenerse en cuenta, asimismo, que la noción de "ciclo" se contradice con el postulado clásico. Más bien "ciclo" equivale a inestabilidad, a desequilibrio, en un proceso de acción y reacción que se asemeja al concepto medieval de "perpetuum mobile" (movimiento perpetuo). Pero como todo movimiento tiene una causa eficiente y unos límites (dados por el rozamiento, el desgaste, o por cualquier fuerza que actúe en sentido contrario al de su trayectoria), habremos de aceptar, tal como hemos hecho nosotros, que el ciclo tiene su origen en un desequilibrio inicial, que va amplificándose y reforzándose (a partir de la teoría del multiplicador) con el tiempo, hasta llegar a un punto crítico, donde inicia un movimiento oscilatorio de signo opuesto. Ello implica (tal como ejemplifica el llamado "efecto mariposa" de la teoría del caos determinista) que las condiciones de partida del proceso determinarán la evolución posterior del ciclo, como podremos comprobar al establecer niveles de CT desempleado en dos casos-tipo diferentes.

     En el gráfico A-12 hemos representado la evolución de un ciclo económico completo prestando atención a sus principales elementos constituyentes: Q-L, L, Q/2 y CT, con unos niveles de K que varían en función de Q, ajustados a los niveles respectivos de beneficios medios (Q/2). Recordemos que cuando L=K=Q/2, CT=Q-L, porque x(K-L)=0. Éste es el punto donde se inician los costes marginales, y donde el crecimiento es neutral y equilibrado (L=Q-L). En esta gráfica la caja CT se ha estrechado en la vertical, en relación al nivel en que L=K tiene un valor fijo, independientemente de la renta. De este modo, adquiriremos una homogeneidad en el escenario económico que hace más fácil y realista su análisis (la inversión varía directamente en relación a la renta e inversamente en relación a la capacidad productiva acumulada).

     El único inconveniente que se puede derivar de esta estrategia de trabajo es el de que obviamos los factores monetarios y la dinámica de mercado (juego de la oferta y de la demanda): no tenemos en cuenta el desfase entre inversión y beneficios/productividad a causa de estrangulamientos en la producción (cuellos de botella); es decir: la repercusión sobre los beneficios de la evolución de los precios relativos de mercancías o de factores en una coyuntura de aumento de la demanda y de saturación de la oferta. Esta situación, en el mundo real, adquiere la forma de un desfase entre los beneficios (representados aquí por los beneficios medios, Q/2) y la inversión (L=K). No olvidemos que, en el mundo real, la inversión generalmente se adelanta a la demanda y al consumo agregado (y por ende, a la renta), y que, en momentos de auge (y, con signo opuesto, de recesión), su evolución tiene carácter más acentuado (elástico) que la de la renta, así como la de los beneficios.

     En A-12 hemos descompuesto los distintos niveles Q-L en sus agregados x(K-L) y CT. Podemos observar cómo, cuando K<Q, para valores de Q diferentes (entre Q=-2 y Q=4), las fronteras de posibilidades de producción (es decir, el reparto de la productividad laboral entre el componente capacidad de producción acumulada y la corriente, en función de Q, del nivel relativo de L y K, y de la tecnología incorporada en el capital corriente) varían. La pauta sería la siguiente:

 

     a) En Q>0, en la zona de productividad real (con creación neta de empleo), tanto el diferencial del capital (hasta L=K) como CT tienen signo positivo. Aquí predomina el componente "reserva de capacidad de producción acumulada" (CT), pues se usa intensamente el equipo capital (especialmente cuando L>K), dadas las cifras positivas de creación de empleo. Sólo cuando L>Q la productividad del trabajo tiene niveles negativos, si no median factores monetarios. Cuando Q-L=0 los costes en ineficiencia y en desgaste se igualan a los ingresos suplementarios: CT=-[x(K-L)]. La reserva de capacidad productiva acumulada se agota cuando, dada una alta tasa de ocupación, se ha empleado hasta la última máquina en stock.

     En definitiva, el diferencial del capital (productividad del capital corriente) pasa a tener signo negativo cuando L>K, lo que supone un desgaste del capital corriente a medida que éste es empleado por más manos, o se usa a un ritmo más intenso por la misma fuerza de trabajo, lo cual produce un escenario de amortización acelerada del capital, primero corriente y luego (cuando CT<0) acumulado, haciéndose preciso desinvertir en L y, como veremos, a resultas de su efecto multiplicador sobre el consumo, también en CT y en K.

     b) En Q=0 la capacidad de producción acumulada y el diferencial del capital tienen valor cero en el mismo punto, por lo que pasado el umbral de la inversión neta en trabajo (cuando L=0) los costes marginales predominan sobre los ingresos marginales, y la productividad del trabajo se hace negativa. Es el umbral previo a la desinversión neta.

     c) En Q<0, siempre que respetemos el supuesto de que L=K=Q/2, es el diferencial del capital el que predomina sobre el área de las x negativas e y positivas. Ello es así porque en este caso K>Q (pues K=Q/2) y, como sabemos, CT se anula antes que x(K-L) cuando K>Q. Si arbitrariamente decidieramos que en este momento K<Q/2 podríamos "arreglar" este asunto, pero ya hemos insistido en que vamos a evitar toda arbitrariedad. Por otro lado, ello tiene una lógica económica, pues cuando se desinvierte en empleo, para reducir costes fijos, lo natural es reducir asimismo capacidad productiva acumulada (CT). Sin embargo, hay un nivel de gastos en capital corriente (tanto circulante como estructural) que no puede disminuir, si se quiere mantener la viabilidad futura del proyecto económico.

 

     Es decir, cuando se produce un proceso recesivo, con disminución de la demanda y aumento de stock de productos acabados invendidos, existe un nivel de gastos fijos, con un fuerte apalancamiento operativo, que viene dado por la capacidad productiva ociosa. Y ésta, como sabemos, viene dada por la disponibilidad de capital acumulado (CT). Cuando la demanda, a corto plazo, sólo acierta a cubrir los costes variables, los costes fijos son superfluos y se desinvierte en capacidad productiva ociosa u obsoleta; sin embargo, es peligroso disminuir a niveles muy bajos la inversión corriente, si no se quiere paralizar el funcionamiento armónico (y la viabilidad futura) de la empresa.

     Cuando llegamos al umbral de la desinversión, primero se desinvierte en empleo, luego en capital acumulado, y sólo al final en capital corriente. El caso del empleo es comprensible, pero la desinversión en capital acumulado requiere una reflexión ulterior: la acumulación de stocks invendidos y el aumento de la capacidad productiva no utilizada, además de generar altos costes de inmovilización, desvaloriza todas las mercaderías (como los productos acabados, como el mismo equipo capital). Así pues, el proceso de desinversión viene determinado por tres imperativos: 1) aumento de costes fijos (por ejemplo, en mantenimiento y gestión de inmovilizados); 2) subuso de equipo capital; y 3) desvalorización del equipo capital. Evidentemente, éste es un fardo muy pesado para el empresario.

     Sin embargo, éste no puede prescindir de los gastos corrientes, por lo cual se puede afirmar que la crisis cambia la escala en el escenario económico global (seleccionando las empresas más eficientes y rentables), así como en el interior de las propias empresas (redimensionándolas al nivel de la demanda efectiva). Evidentemente, el empresario siempre deja un margen de maniobra (capital acumulado en desuso) para cuando lleguen los tiempos de bonanza. Así, podemos afirmar que el empleo es el lastre y la capacidad productiva acumulada es el comodín en los procesos de reestructuración coyuntural de las empresas.

     Continuamos, después de esta digresión, con el análisis de la gráfica A-12. En Q<0 entramos en un escenario de desinversión neta: primero de empleo (L), luego de capital acumulado (CT) y finalmente de capital corriente (K). Ello es así porque en este sector son necesarias menos manos y menos capital acumulado para alcanzar unos niveles de productividad determinados (como veremos dentro de un momento). Así que, en la trayectoria entre Q+ y Q- el sistema económico desinvierte para disminuir costes fijos (costes de marcha en vacío), aunque manteniendo una reserva con la que maniobrar en momentos coyunturales más favorables. Por ello CT se desplaza a la izquierda, aunque se mantiene una reserva de capacidad para cuando se requiera una alta productividad con un nivel de empleo bajo, evitando incurrir en situaciones de "cuello de botella" o de "ruptura de stock".

     (Volvemos a insistir en que en ocasiones la desinversión no opera vía descapitalización, sino desvalorización u obsolescencia técnica.)

     En general, aunque esto pueda parecer una perogrullada, será conveniente el uso de CT hasta el punto en que Q-L=x(K-L), o lo que es lo mismo: siempre que la productividad del trabajo sea mayor que el diferencial del capital (Q-L>x(K-L), por lo que CT>0); se desinvertirá siempre que la productividad del trabajo se sitúe por debajo de los niveles del diferencial del capital (Q-L<x(K-L), por lo que CT<0). Ello significa que, con niveles de renta negativos, siempre que K>Q (porque K>Q al ser K=Q/2 en todo caso), a duras penas se incrementará la capacidad productiva acumulada, sino que más bien ésta tenderá a reducirse, y la remanente tenderá a utilizarse al máximo de su capacidad (incluso a costa de amortización acelerada del capital); si K<Q, en cambio, CT recuperará su importancia.

     En general, CT se empleará en los momentos de escasos recursos de fuerza de trabajo, para rellenar la brecha entre la demanda emergente (en los momentos de despegue y recuperación, con niveles de renta aún bajos) y la productividad corriente (con el capital corriente). En caso contrario (de estancamiento y recesión) se seguirá desinvertiendo, tanto en capital variable como acumulado.

     En definitiva, CT ejerce un papel de reactivador (o acelerador) del proceso productivo cuando las oportunidades de inversión y de despegue son prometedoras: en la fase de recuperación, cuando el aumento en mano de obra y en capital corriente crean nueva demanda agregada, permite salvar los cuellos de botella que la sola inversión corriente produciría sin duda; de ahí la importancia, para las empresas, de disponer de una reserva de capacidad productiva no utilizada. En esta situación, los precios relativos altos son el índice del "cuello de botella" (aunque primero se producirá un estirón de la demanda que no afectará a los precios mientras no se agoten los stocks de artículos acabados invendidos y acumulados hasta el momento) que se genera en los momentos de reanimación de la demanda. La capacidad productiva no utilizada es el colchón que permite a las empresas disponer de una cierta elasticidad de oferta, y por tanto, ser flexibles a las oportunidades de negocio.

     Este escenario es típico de los períodos iniciales de la fase de recuperación, cuando se acumulan los rendimientos producidos por la acumulación con productividad aparente (con pérdida de empleo), los cuales se reinvierten en ampliar la capacidad de producción corriente, lo cual a su vez crea nuevas expectativas de demanda y de oferta con la consecuente presión sobre precios y capacidad productiva, que la capacidad de producción acumulada (CT) a duras penas puede solventar. A partir de aquí se contrata más personal, se aumenta la inversión en capital corriente y se pone en marcha el mecanismo del multiplicador, que a largo plazo volverá a tener repercusiones negativas sobre la productividad.

     Este cuadro, que por otra parte se ajusta a la realidad, es el que explica que, en el sector de renta negativa, el capital corriente predomine en el cuadrante de las x negativas e y positivas (productividad del trabajo positiva), si mantenemos la hipótesis de que aquí K>Q; y el capital acumulado (CT) ocupe el área de las x e y negativas (productividad del trabajo negativa), al contrario de lo que sucede cuando Q>0.

     Volvemos a repetir que los principios básicos del gráfico A-7 son plenamente aplicables en el gráfico A-12, con la salvedad de que aquí añadimos el factor tiempo. La clave de este último consiste en que, en la zona de renta negativa, el sistema necesita imperiosamente desinvertir (por descapitalización, desvalorización u obsolescencia) para disminuir costes fijos. Este comportamiento da lugar a toda una retahíla de hechos que se ha venido a llamar "ciclo económico".

     El proceso del ciclo sólo lo podemos entender dentro de un marco dinámico de variación de L, K y CT, y consecuentemente de Q y Q-L. Comenzaremos esbozando un resumen de su desarrollo que posteriormente ampliaremos con dos ejemplos concretos.

     Partiendo de un nivel de renta dado (en nuestro caso Q=4), con unos niveles de beneficios medios moderados (Q/2=2) y una productividad negativa (-(Q-L)), se da inicio a un proceso de desinversión causado por dos factores fundamentales: 1) un desplazamiento a la derecha en la recta de la productividad del trabajo, y 2) un aumento de los costes laborales e intermedios (proceso que estudiaremos con más detalle posteriormente). La desinversión da comienzo recortando L, lo que tiene repercusiones sobre la demanda y, con una secuencia ordenada, también sobre la renta, el capital acumulado, y finalmente sobre el corriente (que incluye el estructural y el circulante).

     Sin embargo, a medida que desinvertimos en L relativamente más que en K, el desgaste de capital fijo per capita disminuye en términos relativos (-[x(K-L)]¯), hasta llegar al punto donde L<K, en el cual x(K-L) adquiere de nuevo valor positivo (recordemos que la trayectoria es de Q+ a Q-). Por su parte, a medida que Q disminuye, también lo hace Q-L, dada una misma cantidad de L, por lo cual CT se desplaza a la izquierda, lo que equivale a decir que cada vez se hace necesario conservar menor capacidad de producción acumulada (CT) para alcanzar valores de productividad determinados por la renta y la demanda de cada coyuntura dada (cuando aumenta Q, dado un mismo nivel de L, la productividad aumenta; cuando disminuye Q, dado un mismo nivel de L, la productividad disminuye).

     En ese momento la economía inicia un período de desinversión, de reducción de stocks de capacidad productiva acumulada, pues la inversión en capital corriente ocupa un lugar más importante en la producción, siendo redundante una parte de CT. (Ello tiene, como hemos visto, el inconveniente de disminuir el margen de reserva de la oferta en caso de un despegue de la demanda: la desinversión en CT provocaría, en momentos de oferta inelástica y demanda elástica, un desgaste más acelerado del capital corriente —amortización acelerada del capital—, y, en ocasiones, también del capital acumulado.)

     Si continuamos disminuyendo L en relación a K, ya en valores de Q negativos, Q-L pasará a adquirir valores positivos; el capital corriente (K) se hará cargo de la mayor parte de la productividad per capita, hasta el punto donde x(K-L)=Q-L, a partir del cual se habrá agotado la capacidad de producción del capital corriente y será necesario emplear el stock de capital acumulado no utilizado, que, como sabemos, hasta dicho punto había experimentado un proceso de desinversión (por lo cual su reserva de capacidad productiva será previsiblemente inferior a la del inicio del proceso). De nuevo tenemos a CT como comodín.

     ¿Será éste el punto de reversión de fase? Es decir, ¿se sitúa aquí el punto (en el que Q-L=x(K-L) y CT=0) donde se hace preciso un proceso de reinversión corriente, tanto en L como en K? Partimos de la base de que la desinversión, en respuesta a la caída de los niveles de demanda (y de renta), aumenta la productividad del trabajo y, en nuestro caso, de que la disminución absoluta de K es inferior a la de L (pues K=Q/2). En el caso inverso (en términos absolutos: ¯L<¯K) la desinversión en CT no sería tan acelerada, pues por lógica económica la capacidad productiva acumulada (CT) ejerce el papel que, a igualdad de condiciones (con un nivel de renta dado) cumple K cuando, en términos absolutos, ¯L>¯K. En definitiva, es mi opinión que el aumento de la productividad a resultas de la desinversión en L, CT y K, en un momento dado (en concreto, cuando, en el sector de las Q negativas, Q-L supera a x(Q-L)), crea el incentivo para una reinversión en nueva capacidad productiva: ese momento coincide con el punto en el que se hace necesario una reinversión en capital corriente (K­) para recuperar márgenes de capital acumulado. Aquí la inversión ejerce el papel de disparador de cambio de fase en el ciclo. (Posteriormente estudiaremos la expresión algebraica del punto de reversión de fase.)

     En un cuadro de desinversión, cuando la renta y la producción son ambas negativas (pues recordemos que ambas son las dos caras de una misma moneda), la disminución en mano de obra responde a la necesidad de aumentar la productividad laboral sin aumentar los costes fijos. La reducción en el capital acumulado responde a la necesidad de reducir los costes fijos, y a la circunstancia de que la contracción de la demanda supone un menor requerimiento de stock de capital acumulado, para unos niveles de productividad (con bajas tasas de empleo) dados, a no ser que la presión de la demanda sea tal que el capital corriente sea insuficiente para alcanzar los niveles de productividad requeridos por la nueva coyuntura. Por último, la reducción en capital corriente (tanto fijo como circulante) respondería a las menores expectativas económicas; sin embargo, tal vez su reducción esté limitada por las necesidades corrientes de capitalización, aun cuando la curva de demanda se iguale a la de costes variables. Hay un nivel por debajo del cual la disminución del capital corriente se haría ineficiente y antieconómica. En ese caso, nuevamente L es el factor a sacrificar.

     El efecto combinado de rebajar la ineficiencia sobre el capital corriente (reduciendo L), de limitar los costes fijos (disminuyendo CT) y de mantener un nivel mínimo de capital corriente (K), o en su caso de reducirlo a menor ritmo absoluto que el de L, tiene un alto precio, en forma de atonía (Q-), de desempleo (L-) y de desinversión (CT¯), aunque con el efecto favorable de aumentar la productividad y los rendimientos relativos (por factor invertido). Ello reinicia un nuevo proceso de inversión, que tiene como antecedente un cuello de botella en la producción (dado el nivel de desinversión en CT, si bien absorbido en la medida de lo posible por el capital acumulado remanente) y un aumento de las expectativas económicas.

     En la gráfica A-12 hemos expresado con gran detalle un proceso cíclico completo, que abarca 12 años completos. Dicho proceso comienza cuando Q=4 y, como consecuencia del empuje de la demanda, el sistema económico ha invertido en fuerza de trabajo hasta bastante más allá de Q-L=0 (recordemos que éste no siente estímulos para desinvertir hasta que se agote el efecto monetario producido por una coyuntura favorable de los precios, es decir, hasta más allá de Q-L=0). Partiendo de la base de que hemos equiparado K y Q/2 (en un modelo de crecimiento "neutro", o armónico), y que todavía tenemos a L como variable independiente, hemos trazado dos trayectorias en el proceso de la desinversión: la trayectoria A parte de CT=0 (caso no habitual en la práctica, pero muy ilustrativo, como veremos) y la trayectoria B, a medio camino entre Q-L=0 y CT=0.

     Comencemos por A. Como podemos ver, el nivel de productividad tiene en CT=0 valor negativo (Q-L=-2), y el valor de crecimiento del empleo se sitúa muy por encima del del capital (L=6>K=2). Así pues, el sistema desinvierte un 1% en empleo respecto al año anterior [segmento a], y L pasa de un crecimiento previo (irreal, pero ilustrativo) del 6% a otro corriente del 5%; esta desinversión relativa en fuerza de trabajo tiene una repercusión sobre la demanda, y por tanto, sobre las expectativas y sobre la renta, que repercute asimismo sobre el capital corriente (K¯ un 0,5%, pasando de un 2% previo a un 1,5% corriente) [punto b]; la disminución combinada de L en un punto y de K en 0,5 puntos tiene un efecto multiplicador que supone una disminución suplementaria en L de otro medio punto [segmento c], pasando -en el mismo ejercicio corriente- de un 5 a un 4,5%; lo cual supone una disminución global de L, en dicho año, de un 1,5%. (Como vemos, el capital corriente disminuye al ritmo necesario para que se cumpla la condición de equilibrio K=Q/2.)

     Ya en el segundo ejercicio (año 2), y con un nivel de renta un punto menor (Q=3), por la retracción combinada de la demanda agregada (1/2[1,5¯(L)]+1/2[0,5¯(K)]=I=1¯), el sistema continúa el proceso de desinversión, para ajustar la producción al nuevo escenario económico, si bien Q-L comienza a remontar, con lo cual los rendimientos relativos (por factor de producción invertido) aumentan del mismo modo. El capital corriente, como hemos visto, se adapta con bastante automatismo a la disminución de Q; asimismo, el sistema no tarda en reducir capacidad de producción (CT¯), lo que desplaza su función a la izquierda.

     (Como es fácil suponer, si la ponderación de los factores es distinta, los resultados varían: por ejemplo, con x=0,25 y (1-x)=0,75, la reducción de la renta con la misma disminución de L que en el caso anterior, será de un 1,25%, no de un uno por ciento.)

     Cuando partimos de CT=0 (caso A), es decir, cuando la capacidad acumulada de producción se ha agotado, la reducción en L de un 1,5% anual y en K de un 0,5 anual (I=1¯) tiene como principal efecto la reducción de la ineficiencia y del desgaste en el uso del capital corriente (-[x(K-L)]¯), si bien éste tiene todavía tasas negativas. Pero como la razón entre el decrecimiento de L y el de K es constante ([6/1,5]=[2/0,5]) nos mantenemos en una situación donde CT siempre es igual a cero (es decir, en una situación de agotamiento de capacidad de producción, sin costes de subutilización del capital acumulado), y todo el aumento relativo de la productividad está protagonizado por el decrecimiento relativo de la ineficiencia en el uso del capital corriente (K).

     Ello implica, cómo no, que a pesar de la desinversión en capital acumulado (CT¯), la relación entre la productividad y el diferencial del capital (x(K-L)) es siempre constante: es decir, en todo momento Q-L=x(K-L). Si por necesidades de la producción, o si por un descenso en fuerza de trabajo todavía más acusado, Q-L hubiera de ser mayor que x(K-L), el proceso de desinversión en capital acumulado (CT) se detendría, y éste volvería a crecer a un ritmo equivalente al del capital corriente K. Si por el contrario, la producción bajara todavía más, con los consecuentes incrementos en los costes fijos (costes de marcha en vacío), la enajenación de CT seguiría adelante. En el caso A presuponemos que la desinversión proporcionalmente equivalente en L y K se ajusta estrictamente a los niveles de productividad que vienen dados por la renta corriente, y que por otro lado la mejora en la rentabilidad viene dada por una mejora en la eficiencia en el uso del capital corriente (x(K-L)­), así como por la inexistencia de costes de subutilización del capital (pues, como sabemos, la capacidad de producción acumulada remanente tras el proceso de desinversión, en todo momento, está siendo usada en su integridad: CT=0).

     En el caso A los ingresos marginales por unidad de producto son siempre iguales a cero, pues se ha alcanzado el límite de capacidad máxima del sistema, por lo cual los costes marginales asumen la responsabilidad del decrecimiento de la productividad. Como hemos anticipado, tal punto (CT=0) se puede alcanzar únicamente cuando el efecto monetario compensa la ineficiencia global del sistema, o al menos las bajas tasas de productividad del trabajo. El papel del desfase monetario es clave para entender la economía real, con altas tasas de desempleo, cuellos de botella en la producción, productividad a la baja y menores tasas de crecimiento. Volvemos a insistir en el hecho de que el estancamiento, o las bajas tasas de crecimiento, acompañados por una tasa de paro persistente y por una inflación endémica, son trasunto de la desinversión en capital acumulado con altos costes fijos y de la inversión en nuevo capital con un alto contenido tecnológico incorporado, con efectos inmediatos sobre la productividad aparente (con disminución de empleo) y, a la larga, sobre los beneficios medios.

     El proceso [a) reducción de un uno por ciento del crecimiento del empleo respecto al año anterior ® b) disminución de la demanda y de la inversión en capital corriente de un 0,5% ® c) desinversión suplementaria, en un 0,5%, de más empleo ® disminución de la renta en un 1% durante la globalidad del ejercicio] continúa ininterrumpidamente entre los años 1 a 5. Más allá de aquí la productividad es positiva, pues el diferencial del capital vuelve a tener signo positivo (lo que quiere decir que el capital corriente per capita tiene un rendimiento positivo); y como sabemos la capacidad productiva sigue siendo empleada en su totalidad.

     Entre los años 5 y 7 la productividad (en relación al empleo, L) es positiva. Durante ese período se acumulan unos rendimientos positivos en relación al factor trabajo ahorrado, que de un modo u otro se han de invertir. Por otro lado, si se continuase reduciendo el factor capital, llegaría un momento en que se pondría en peligro la propia capitalización (y por tanto la continuidad) del sistema, y la posibilidad de atender coyunturas favorables de demanda con el stock de recursos remanentes.

     Recordemos que la propia circunstancia de que la desinversión en trabajo se produce al mismo ritmo relativo que la desinversión en capital corriente (L¯=K¯) implica que en todo momento x(K-L)=Q-L, siendo CT=0; o lo que es lo mismo, si bien se desinvierte en capital acumulado, éste se emplea en su totalidad en cada momento. La inversión en capital corriente atiende, pues, a las necesidades corrientes; para una ampliación de la capacidad productiva se habrá de aumentar las tasas de inversión en capital corriente, lo que pondrá en marcha el proceso inversor en capital corriente, y por tanto, el disparador de cambio de fase del ciclo. De tal manera, a partir de t=7, comienza la fase de recuperación del empleo, lo que a su vez da inicio a la fase de recuperación de la renta.

     Durante el proceso de reversión de fase del ciclo (t=7), el crecimiento del empleo sigue siendo negativo, pero en menor medida que el año anterior (pasa de un 3 a un 2 por ciento de decrecimiento); pero este solo efecto [segmento d] tiene una repercusión positiva sobre el consumo, que a su vez la tiene sobre la inversión, en un 0,5% [segmento e]; lo cual provoca un aumento adicional de la demanda de trabajo en un 0,5% [segmento f]. A la postre, ya en el año 8, la renta inicia una recuperación (disminuye su decremento respecto al año anterior), cifrada en un punto; y lo mismo puede decirse de los beneficios medios (aunque aquí, como sabemos, la productividad por unidad de factor invertido es más alta, y por tanto, lo es la productividad aparente).

     Dicho proceso continúa entre los años 9 y 13, en los cuales las tasas de crecimiento del empleo son ya positivas, pasando de un nivel de renta Q=0 a otro Q=4. Pero los problemas vuelven a ser los mismos que durante el inicio del ciclo: el crecimiento del empleo, y por ende, el de la renta, a un nivel de producción equivalente al 100% de la capacidad productiva, comporta un renovado desgaste del capital corriente, que a su vez determina un decrecimiento de la productividad, un nuevo proceso de desinversión en empleo y en capital corriente, y a la postre un decrecimiento de la renta. Atendamos, asimismo, al hecho de que este proceso ha sido condicionado por el nivel de partida en el uso de la capacidad de producción total, no sólo por los ritmos de desinversión absoluta y relativa, tanto en factor trabajo como en capital corriente.

     En el próximo ejemplo (trayectoria B) estudiamos un caso algo diferente, pues aquí, en el inicio del proceso cíclico, CT está empleado únicamente en una fracción de su capacidad (que en todo es caso es alta, pues la productividad, en el punto de partida, es negativa). Como vemos, la relación entre la evolución relativa de L y K es también constante, como en el caso A, pero sin embargo, la trayectoria de las variables CT y x(K-L) es diferente, lo cual a su vez influye en Q-L (que es una agregación de ambas variables). Ello demuestra (véase el gráfico A-13) que el punto de partida del proceso cíclico, en mayor grado que los ritmos de la evolución de las variables, determina la trayectoria de la productividad y de la eficiencia global del sistema. Este último caso (caso B) es, por supuesto, el más común, y sus implicaciones son importantes por lo que se refiere a la evolución de la productividad.

     Cuando partimos de un (1-x) por uno de capacidad productiva utilizada, en un año dado, el sistema tiene un margen de capacidad productiva sin utilizar. Como se puede observar, en el nivel de renta Q=4 la desinversión se inicia cuando la productividad es Q-L=-1, un uno por ciento menos baja que en la trayectoria A, porcentaje a desglosar entre un -1,5% de productividad (negativa) en el uso del capital corriente (-x(K-L)) y un 0,5% positivo de CT (lo que implica que aún queda un margen de capacidad productiva no empleada). Si iniciamos la trayectoria siguiendo las mismas etapas que en el caso A, podemos llegar a las siguientes conclusiones:

 

     1) Si bien la renta y los beneficios medios permanecen inalterados, la productividad del trabajo experimenta menores vaivenes (su incremento y decrecimiento es menor).

     2) La productividad del trabajo, a diferencia del caso A, se descompone entre el diferencial del capital y el residuo de capacidad de producción. Ambos ítems tienen signo opuesto.

     3) En el caso B, la razón de decrecimiento de L respecto a K sigue siendo constante (5/1,25=2/0,5), pero dado que en términos absolutos L¯(B)<L¯(A) (1,25¯(L) por año en B frente a 1,5¯(L) en A), con k¯ constante, se hace mayor uso relativo de la capacidad acumulada remanente: la capacidad de producción acumulada (CT) no empleada, para cada nivel de renta, se va agotando, hasta llegar a cifras de ineficiencia neta (vertiente estática).

     Cuando t=6, el diferencial del capital tiene ya signo positivo, a costa del agotamiento del capital acumulado (con su respectivo coste en ineficiencia). En t=7 la desinversión en capital acumulado llega a su máximo (vertiente dinámica), y el nivel de empleo a su mínimo; por lo tanto, se inicia un cambio de fase que viene determinado por la necesidad de ampliar la capacidad productiva, ya agotada (recordemos que el punto donde, en esta trayectoria, CT=0, se encuentra en t=5 y Q=0; aquí, en t=7 y Q=-2, CT<0). Así, en t=7 se inicia una nueva fase de recuperación de inversión en capital corriente y en trabajo, que genera, a partir de t=10, ineficiencias en el capital corriente, y por tanto en la productividad, con la salvedad de que, cuanto menos, CT vuelve a recuperarse, quedando un margen de capacidad productiva desocupada.

     4) En la trayectoria B no se alcanzan los puntos de reversión de fase, donde Q-L=x(K-L): en el momento de la contracción, CT es aún positivo; y en el de la recuperación, CT es aún negativo. Este hecho expresa que generalmente el ciclo no tiene por qué llegar al punto donde la capacidad productiva se agota y los beneficios medios se minimizan (o anulan), y mucho menos hasta niveles negativos de productividad. Obviando el llamado "efecto monetario", la trayectoria B ejemplifica una situación caracterizada por reversiones en la fase del ciclo "en las proximidades del punto de reversión de fase". (Cuando la variable independiente sea I el punto de reversión de fase tendrá un protagonismo más acentuado.)

     5) Puede parecer extraño que, en esta fase del modelo, sea en la fase recesiva del ciclo, en que generalmente CT es positivo (como veremos), cuando CT<0. Pero recordemos que, de momento, la variable independiente es L. Cuando la variable independiente pase a ser I (la inversión agregada): 1) la productividad del trabajo será siempre positiva; 2) CT pasará a ejercer su auténtico papel anticíclico. En ese momento CT representará la "eficiencia global del sistema". Aquí, como sabemos, juega otra función: la de "productividad del capital acumulado", con un nivel de empleo y de renta variable, y con un nivel de capital corriente dado por Q/2.

 

     Si tenemos a CT como el índice de eficiencia global del sistema (como veremos después), desde luego el caso A dibuja un crecimiento cero de la eficiencia, con el agravante de que la evolución cíclica de la productividad es más acusada; en cambio, en el caso B, los años escasos en que CT es inferior a cero, están compensados por los otros años (la mayor parte), con resultados positivos, a lo que se ha de añadir la existencia de menores vaivenes en la evolución de la productividad del trabajo. Este modelo, pues, no tiene en cuenta la evolución de la renta y de los beneficios medios, sino de la productividad y de la eficiencia global del sistema ("eficiencia" se diferencia de "eficacia" en que la primera consigue los mismos resultados con menores medios).

     En la trayectoria B, a diferencia de la trayectoria A, una reducción sostenida de la inversión desemboca en un recorte explícito del capital acumulado (CT), lo que implica que a medida que se desarrolla el proceso cíclico, por una parte se desinvierte en capital acumulado, y por otra se reduce el capital acumulado remanente en desuso, hasta llegar a un punto de ineficiencia y desgaste en el empleo del capital acumulado. Con todo ello disminuyen los costes fijos en forma de costes de marcha en vacío, pero por otro lado aumenta la amortización acelerada del capital.

     En el caso A, este recorte en capital acumulado es implícito, pues lo evidencia el movimiento de la curva CT hacia la izquierda, al ritmo del desplazamiento de Q en el mismo sentido. Sin embargo, no existe capacidad productiva no aprovechada, por lo cual un súbito incremento del consumo habrá de ser satisfecho con un incremento equivalente de la inversión en capital corriente. En el caso B sólo en el punto t=5 y Q=0 el sistema trabajó al 100% de su capacidad; más allá (en Q=-2) el sistema está sufriendo una eficiencia global negativa, a causa del desgaste del capital acumulado, y en cambio, a causa del diferente ritmo (en cifras absolutas) de la desinversión en L y en K, el capital corriente tiene una productividad positiva, que es la que determina la productividad del trabajo positiva en tales niveles de empleo.

     En definitiva, creo haber podido demostrar que: 1) con un ritmo dado, el punto de partida determina la evolución futura del ciclo, y 2) el sistema tiende a desinvertir a diferente ritmo absoluto en L y K, si bien la desinversión en términos relativos es idéntica, siempre que K=Q/2 (punto de beneficios medios). La desinversión menor en K en términos absolutos se ajusta a mi suposición de que el capital corriente es un factor a preservar si se pretende evitar una descapitalización tecnológica y monetaria de la empresa, o una desventaja comparativa en términos de competitividad, fatal en momentos de despegue de la economía. Pero, como veremos, la estrategia de recuperar productividad en el empleo del capital, tanto acumulado como corriente, tiene un alto precio.

     (Insisto en que K incorpora capacidad tecnológica corriente. La menor desinversión en K, con L como variable independiente, representaría la existencia de mayor capacidad productiva aun con menos capital técnico.)

     En el siguiente capítulo nos ocuparemos de estudiar y diseccionar (analíticamente) los jalones que marcan el ciclo, y sus consecuencias a nivel agregado para la economía real.