No mires arriba (la estupidez mata)

Éste es uno de los artículos que empleo como terapia, ante las frustraciones y angustias que me asaltan por “ver” lo que otros no “quieren o no pueden ver” (en palabras de un amigo). Sí, como todo visionario engreído (o elitista), estoy convencido de que “veo” cosas que muchos pretenden ignorar. Tal vez el peso de la existencia no me aplaste lo suficiente como para dejar de “peinar el gato”, como se suele decir acerca de aquellos ociosos que hacen algo tan inútil y absurdo como “meditar”, o simplemente “pensar”. Pero en fin, vayamos al grano. 

Hace unos días vi una película que tiene ya unos años (no muchos) pero que parece profética por lo que se refiere a la situación actual. Se trata de Don’t look up (No mires arriba), protagonizada por Leonardo Di Caprio y Jennifer Lawrence. Expongo aquí el argumento:  

“Kate Diblasky (Jennifer Lawrence), estudiante de posgrado de Astronomía, y su profesor, el doctor Randall Mindy (Leonardo DiCaprio), hacen un descubrimiento tan asombroso como terrorífico: un enorme cometa lleva un rumbo de colisión directa con la Tierra. El otro problema es… que a nadie le importa. Kate y Randall emprenden una gira mediática para advertir a la Humanidad, que los lleva desde la indiferente presidenta Orlean (Meryl Streep) y su hijo y jefe de gabinete Jason (Jonah Hill), a la emisión de The Daily Rip, un animado programa matinal presentado por Brie (Cate Blanchett) y Jack (Tyler Perry). Solo quedan seis meses para el impacto del cometa, pero gestionar el flujo de noticias y ganarse la atención de un público obsesionado con las redes sociales antes de que sea demasiado tarde resulta sorprendentemente cómico. Porque, ¿qué es lo que hay que hacer para que el mundo mire hacia arriba?” (Filmaffinity). 

No quiero hacer de spoiler, y por ello no desvelaré la trama. Pero sí diré que la preocupación de la gente –en la película- no es que el mundo haya de acabarse en seis meses, sino la ruptura sentimental de la diva Ariana Grande (que actúa como tal en el filme). Durante el corto período antes del impacto del cometa, eso es lo que atrae la atención de los norteamericanos, no la amenaza cierta del Apocalipsis. ¿Para qué mirar al cielo, si no se ve nada? ¿A quién le importa lo que digan dos científicos locos? (Locos, porque les cuesta mantener la compostura ante la idiotez de políticos y gente de la prensa.) En cambio, las cuitas sentimentales de la cantante de moda, ¡eso sí que es un notición! La situación es tan delirante, que los mismos científicos llegan a dudar de sus propias previsiones, aunque las observaciones y los cálculos no fallen… Su duda, fruto de la desesperación, continúa hasta el momento en que todo el mundo puede divisar en el cielo el megacometa de diez kilómetros encaminándose hacia la Tierra. Entonces, sí, la gente mira hacia arriba, ¡pero ya es demasiado tarde! 

Seguidamente incluyo un spoiler. Quien quiera ver la película puede saltarse este párrafo:  

Después de que los dos científicos hayan bregado un largo tiempo con la presidenta, más interesada por las encuestas que por los hechos evidentes del peligro en ciernes, en el momento en que la Nasa iba a enviar un satélite para desviar el curso del cometa, con el debido tiempo, surge un personaje, a la hechura de un tecnomillonario cuyo nombre comienza con E y cuyo apellido acaba con K, que afirma que el meteoro está compuesto de oro y diamantes. Por lo cual sería un desperdicio desviarlo. En su lugar, propone dividirlo en pequeñas partes mediante el uso de armas nucleares, pues se podría obtener provecho de un montón de pequeños meteoritos; éstos sin duda provocarían daño (aunque a menor escala), pero eso es algo que no parece importar a los megamillonarios como él, ni al gobierno norteamericano. En definitiva, se aborta la operación “desvío”, y se ejecuta la operación “¡kaboom!”, con cargas atómicas propulsadas por cohetes. De forma profética, la operación acaba en un fracaso total, puesto que como sucede realmente con el tal E ... K, la mayoría de sus proyectiles explotan en el despegue o durante el trayecto. Finalmente el cometa acaba impactando en la Tierra. La presidenta, su amigo y consejero megarico, y dos mil privilegiados más, escapan del planeta en una nave tipo “arca” en dirección a lo desconocido. 

Esta película emplea el caso de la catástrofe global a corto plazo como una sátira (o parodia) de algo que está sucediendo realmente: la amenaza que se cierne sobre nuestro planeta a medio-largo plazo; en definitiva, la emergencia climática provocada por el cambio climático. Éste está siendo negado por muchos, y ridiculizado por otros; o simplemente está siendo ignorado por la mayoría, que no es consciente de que una espada de Damocles pende sobre todos nosotros. A continuación quisiera adjuntar la siguiente crítica en Filmaffinity, firmada por Joshua03, por lo que se refiere al mensaje explícito de la película:  

“No es una caricatura de los absurdos. Es la realidad pareciendo una caricatura. Sí, es en tono de comedia… Aunque ese tono es quizás la forma de digerir la insoportablemente inmensa tragedia que expone la cinta, que no es ficción: la estamos viviendo. Todo es tan real, crudo e increíblemente patético, que posiblemente solo puede ser consumido –para que el mensaje llegue- en una imperdible historia plagada de estrellas que te harán disfrutar de punta a punta. 

Destaco a Leonardo Di Caprio. Tremendo actor que por momentos te hace sentir el ahogo y la ansiedad que deben sentir muchos científicos frente a la indiferente desatención, con posterior evasión de las prioridades que deberían interesar a la Humanidad. 

[La película] Es un alegato de cómo nos manipulan en favor de los objetivos avaros de las corporaciones, y la sumisión de los gobiernos y los medios a esos objetivos. También es una muestra de nuestros comportamientos desastrosamente infantiles, de la frivolidad y el narcicismo en redes sociales, que por cierto son cada día más dueñas de nuestra privacidad, a tal punto de conocer de nosotros más que nosotros mismos. 

Si no vives en una burbuja te llegará el mensaje y te hará preguntarte: ¿Qué cuernos estamos haciendo? ¿A quiénes apoyamos? ¿En quiénes estamos confiando nuestro futuro? 

(…) Por si no fui suficientemente claro, no te quedes indiferente a nuestra patética y cruda realidad. No hagas lo mismo [que los personajes “imbéciles” de esta película]. Debes experimentar la cinta y hacerte las preguntas que sean. Excusas no tienes, ya que encima de la excelente calidad, la película es muy entretenida”. 

El papel de los medios 

Esta película no trata sólo de los retos cósmicos y planetarios a los que el ser humano está expuesto, ya sea a corto plazo (como la caída de un meteorito en seis meses escasos) o a medio-largo plazo (como el cambio climático, o el peligro de grandes epidemias). Este filme habla fundamentalmente del papel de los medios y de las redes sociales, los cuales desvían la atención de las cuestiones fundamentales en favor de otras más coyunturales (a nivel económico o político) o populacheras (no es necesario precisar en este sentido).  

Pondré dos ejemplos, que me afectan personalmente, de los cuales soy participante y puedo dar testimonio cierto. Por supuesto, no tienen la perentoriedad de temas realmente serios como el “cambio climático” o las “plagas mundiales”, pero son muy significativos. 

Hace unos días se celebró en Brescia el último congreso leonardiano, al cual fui invitado, para hacer una ponencia de 45 minutos de duración. Como sé cómo funcionan estas cosas, decidí redactar mi presentación (sin que me lo hubiesen pedido, todo sea dicho) y enviarla. La respuesta, una semana después: mi participación es muy interesante, pero como es muy ambiciosa, la dejaremos para otro año. Si no hubiese enviado la ponencia anticipadamente, lo que habría sucedido (una vez allí, y téngase en cuenta que el viaje corría de mi cuenta) es que igualmente me habrían impedido participar en el congreso; pero en ese caso, las consecuencias habrían sido más desagradables. Por ello decidí que si –como era previsible- me censuraban, o me vetaban, mejor en casa que en Italia.  

Por lo visto, la gran novedad de dicho congreso fue que se había encontrado un dibujo supuestamente preparatorio del Salvator Mundi, obra presumiblemente leonardiana (no se ha demostrado) que fue noticia porque el príncipe saudí Mohammed bin Salman pagó 450 millones de dólares por ella. ¡Ahí está la noticia! No en el hecho de que esté demostrado que el abuelo de Leonardo pasara la mitad de su vida en Barcelona (eso sí que está demostrado), o que la figura que acompaña a Cristo en la Última Cena sea una mujer, llamada Giovannina por Leonardo (eso también está demostrado). Y mucho menos aún que Leonardo hubiera estado alguna vez en Barcelona. ¡Demasiado atrevido para ser digno de ser presentado en el citado congreso, ante gente seria y formal! 

Segunda cuestión de la que soy testigo. Hace escasos días ha sido presentado un libro en el que se afirma que podría existir un ligamen genético entre Leonardo y unos cuantos individuos modernos que son presuntamente de su linaje, puesto que éstos comparten los genes de unos individuos de principios del siglo XIX que presuntamente serían descendientes de la familia troncal de Leonardo. ¡Pero dichos parientes habrían vivido 300 años después de Leonardo! Dispongo de información –que no puedo revelar- que demuestra que no existe ninguna prueba del ligamen genético entre esos supuestos descendientes modernos y Leonardo; especialmente, porque aún no se ha realizado un estudio genético de Leonardo o de su familia más directa (como su abuelo Antonio o su tío Francisco). Los autores de ese libro, sin embargo, haciendo una auténtica operación de marketing, estiran el chicle de Leonardo vendiéndonos su supuesta genealogía; excluyendo, eso sí, sus parientes barceloneses. Porque cuando de Leonardo (o Colón) se trata, Italy is first, always! 

Aquí, los medios, nuevamente, compran de forma acrítica el relato de los supuestos “expertos”, que por lo general no hacen más que dar vueltas en la noria como haría un hámster histérico, con un motivo que no puede ser otro que el beneficio económico. Puesto que marketing equivale a turismo, y turismo equivale a dinero. 

Pero hablemos de cosas serias. Lo mismo sucede con los hechos contemporáneos que nos hielan el aliento, y que nos paran el corazón: el genocidio de Gaza y la guerra de Ucrania. ¿Por qué cuesta tanto decir las cosas de forma que las entendamos todos, sin eufemismos, subterfugios o evasivas? ¿Por qué no mencionar las cosas por su nombre? Lo que sucede en Gaza es un genocidio, y la actuación del Estado israelí no difiere en mucho de la que ejercieron los nazis en contra del pueblo judío; esta vez en contra del pueblo palestino. En la práctica, la destrucción y la muerte que están causando en Gaza multiplican por cien la barbarie de Hamas en Israel (sucedida el 7 de octubre del 2023). Por no hablar de la construcción ilegal de colonias judías en Cisjordania. ¿Por qué no se reconoce el derecho del pueblo palestino a vivir libremente en “su” tierra? Pero no, apoyar esta postura te convierte en “antisemita” (lo que es ridículo, puesto que Palestina es un pueblo semita). Los medios callan, y su silencio es cómplice. Del mismo modo que no se le da la relevancia debida a la agresiva política del dictador ruso en Ucrania, así como en otros países (Siria, Chechenia, Georgia, etc.).  

Son los medios, y las redes sociales, los que con su complicidad –o su silencio- alimentan el discurso del odio que ha dado lugar al auge de los nuevos fascismos, posturas de extrema derecha desbocadas en su agresividad contra los nuevos “chivos expiatorios”: izquierdistas, inmigrantes y pobres (no necesariamente por ese orden). Puesto que sí, los pobres son tanto víctimas como verdugos (participantes en este vergonzoso aquelarre del odio). 

El señor del caos 

Recomiendo la lectura de una novela, que sin ser notable en su trama, sí lo es en su contenido profundo. Se llama El señor del caos. Su autor es Jonathan Rabb, y fue editada en el año 2005. Como la película No mires arriba, es ciertamente profética. Su sinopsis es como sigue: 

“Durante largo tiempo el nombre de Eusebius Jacobus Eisenrich, un monje del siglo XVI, corrió por los círculos académicos. Se le atribuía la autoría de un texto titulado Sobre la Supremacía, que supuestamente recogía un plan dirigido a obtener el dominio mundial por medio del caos. Al parecer, el manuscrito, que según se decía superaba la osadía de la obra de Maquiavelo [El Príncipe], había sido enviado al papa Clemente VII, quien lo había atesorado hasta su muerte. Después se había perdido su rastro. La posibilidad de que hubiera perdurado hasta hoy era una especulación…”. 

Para comprender de qué va, citaré unos cuantos párrafos: 

“El sistema se basa en que la gente crea que todo está bien. Esto significa que se la tiene que manipular. Y ahí es donde entra en juego un sistema educativo altamente evolucionado”. 

“Sólo los mejores son capaces de dominar el caos: aquellos que saben controlar su poder y conducir a los ignorantes hacia nuevas direcciones. Al resto … habrá que enseñarles a obedecer. Hay que darles juguetes para que se entretengan: codicia, odio, mezquindad. Luego hay que crear campos de batalla para ellos: fanatismo, miedo… Centre su energía en un odio común y tendrá una masa satisfecha, maleable. Las instituciones son sólo una idea tardía. Unos cuantos inocentes pueden salir lastimados, pero ese es el precio”. 

“¿Qué mejor modo de manipular al público que halagar su mojigata indignidad? ¿Qué mejor modo de despertar a la gente que azuzar su fariseísmo? … La solución, echarlo todo abajo y comenzar de nuevo … El caos como salvación. El caos como detergente moral. De ahí a obtener el poder había solo un paso. Para conservarlo bastaría con crear parias dentro del Estado, cultivar el fanatismo y así aturdir al populacho”.  

En esa situación nos encontramos ahora. Y mientras tanto, los gobiernos –liberales o progresistas, tanto da- miran hacia otro lado, y los medios se hacen los locos. Son las redes sociales las que han impulsado dicha “política del odio”, que arrastra a las multitudes ignorantes en busca de la “solución radical” y definitiva: la llegada del “líder fuerte y carismático” que ponga orden y arranque las malas hierbas de raíz. 

El papel de las redes sociales 

Las redes sociales están actuando como un altavoz para difundir mensajes de odio, o para negar lo que en sí es evidente (como el cambio climático). Se centran en deformar y magnificar problemas reales para, como dice Jonathan Rabb en su obra, alimentar la indignación: 

“Una vez que surge la duda, el demagogo no tendrá dificultades para alimentar esta incertidumbre entre sus seguidores, los cuales alimentarán el pánico y la indignación de toda la comunidad … Nada satisface mejor los instintos de los hombres que experimentar una piadosa indignación. Que el demagogo pinte todos los males de la sociedad como reflejo de la escasa guía moral de un régimen incapaz de conducir a los hombres por el camino correcto … El miedo puede ser un elixir que, administrado en las dosis adecuadas, produzca entusiasmo”. 

“Además, la gente debe saber que ese grupo [los indeseables, los parias, los enemigos del pueblo] se interpone en el camino de la estabilidad perfecta … Si se mantiene al pueblo ocupado con un enemigo común, sus pasiones agresivas reforzarán los lazos del Estado … Para construir a partir del caos, pues, es vital celebrar reuniones públicas, juegos y festivales que sirvan para ridiculizar y maltratar al grupo seleccionado como objeto del odio”.  

Cómo nos recuerda este párrafo a lo que está sucediendo en Palestina, cuyos habitantes han sido desposeídos de su propia humanidad, amén de sus tierras. Basta mirar algunos vídeos para comprobar hasta qué punto los defensores de las políticas de Netanyahu privan a los  palestinos de toda dignidad, los ridiculizan, o los convierten en monstruos. 

“El demagogo … podrá inventarse una nueva amenaza, en la guisa de otro grupo; o más sensatamente, podrá determinar que la amenaza simplemente se ha trasladado a otro estado, un Estado que por lo tanto deber ser purificado”.  

Este párrafo, por supuesto, es plenamente aplicable a la guerra de Ucrania, en la que el sátrapa ruso (Putin) quiere devolver a Ucrania a la “madre patria rusa” (después de “purificarla”; es decir, de destruirla). 

No podemos dejar de mencionar este último mensaje: “Una vez que los líderes despojan de inventiva e ingeniosidad el corazón y la mente de los hombres, el pueblo ya no representa amenaza alguna para la estabilidad”. 

Pero volvamos a las redes sociales. Éstas están ejerciendo, incluso más que los medios afines a la ultraderecha, de propagadores de estos mensajes excluyentes y extremistas. Uno de sus argumentos principales es que conceptos como “cambio climático” o “epidemias globales” son estrategias de las “élites” y de los poderosos, a través de la famosa Agenda 2030, para “tiranizar” a la gente humilde. Los grandes manipuladores y titiriteros –siempre aluden a Bill Gates, nunca a Elon Musk- pretenden, con sus mentiras, “colar” sus tenebrosas estrategias en la política y en el debate público para maniatar la “libertad” del pueblo. De ahí que nieguen conceptos como el “cambio climático”, y los sustituyan, cuando las evidencias son claras (como es el caso), por ritmos o procesos naturales. 

Pondré un ejemplo. Los negacionistas del cambio climático, de los que he hablado en otros artículos de este Blog, se oponen a la generalización del coche eléctrico, difundiendo bulos en las redes como que éstos tienen baja autonomía (un problema prácticamente resuelto hoy día) y, especialmente, son mucho más peligrosos que los de combustión, porque arden más. El reciente caso de un coche (híbrido, no eléctrico) que explotó en un garaje de Madrid, y que provocó dos muertes entre los bomberos, ha sido empleado por los negacionistas del cambio climático, y contrarios a la electrificación, para realizar una campaña no sólo contra los coches eléctricos, sino incluso a favor de prohibir que éstos puedan aparcar en espacios cerrados. Como sucede con otras campañas basadas en bulos, ésta ignora el hecho de que los coches eléctricos son muchísimos más seguros, y menos proclives a la explosión, que los coches de gasolina o de gasoil, como señala este artículo de Marc Belzunces en Vilaweb: 

“Els cotxes elèctrics són els que tenen menys risc d’incendi, actualment. Amb la nova normativa i l’anunci de CATL, que será imitat per la resta de grans fabricants de bateries xinesos d’aquí a poc, es pot dir que s’acaben definitivament els incendis de bateries de liti en els cotxes elèctrics. Però això no afecta els més de 350 milions de vehicles elèctrics, 40 milions dels quals són cotxes 100% elèctrics … que actualment circulen cada dia a tot el món i incorporen bateries sense aquestes mesures de seguretat. Malgrat les contínues notícies als mitjans de comunicació, i que poden fer la impressió que els vehicles elèctrics s’encenen fàcilment, les dades demostren just el contrari. 

A Noruega, per exemple, el país amb més cotxes elèctrics en circulació proporcionalment, un estudi amb dades del 2022 determinava que hi havia 4 incendis per cada 100.000 cotxes elèctrics. En comparació, de combustió se n’encenien 35 de cada 100.000. És a dir, els de combustió cremen 9 vegades més. A Suècia, el risc d’incendi d’un cotxe de combustió és 20 vegades superior als elèctrics, i als EUA 60 vegades. Un estudi més ampli, amb dades del 2010 al 2023 d’arreu del món, mostrava que s’havien incendiat un 0,0012% dels cotxes elèctrics. Cal tenir en compte que l’incendi pot haver estat causat per elements que no són la batería de liti … Sigui com sigui, en els de combustió la taxa era d’un 0,1%. Un nombre certament molt baix, però que és 80 vegades superior al dels vehicles elèctrics”. 

Los datos son contundentes. Por ello pregunto de forma retórica: ¿cuándo ha sucedido que el incendio de un coche de combustión ha sido noticia entre los medios? Sin embargo, sí lo es, repetidamente, el de coches eléctricos. 

Algo similar sucede con la instalación de placas solares en los inmuebles. Los habitantes de casas o residencias individuales no tienen problemas para instalarlas. Pero cuando resides en una comunidad de vecinos, puesto que las campañas de descrédito contra las energías limpias están muy generalizadas, y son en algunos lugares hegemónicas, puede darse el caso de que no puedas instalar placas solares porque lo impide la mayoría de los miembros de la comunidad. Es mi caso. Es más, he consultado al ayuntamiento si puedo poner dos placas en el balcón, sin afectar la fachada, pero incluso eso me han negado, para no afectar la “estética” del edificio. Es más, han aprovechado para instarme a que retire una cañas que protegen la intimidad del balcón (el cual tiene baranda de vidrio). Si no quieres caldo, ¡dos tazas! En definitiva, es prioritario respetar la normativa para defender la estética, antes que para disminuir mi huella energética. 

Qué hacer 

Es cierto que vivimos en sociedad, y eso implica el respeto a unas reglas. Eso está muy bien, cuando dichas reglas nos protegen del humo del tabaco, o del ruido, o de los accidentes, o de la intromisión del otro. Pero, ¿no es acaso el momento de decidir de forma racional cuáles son las prioridades? ¿Lo es, por poner un ejemplo, el embellecimiento de la fachada, o disminuir la huella energética? 

La manipulación de los medios, que son defensores de los intereses de los poderosos, y asimismo de las redes sociales, diseñadas para difundir bulos y campañas en beneficio de intereses oscuros, provocan en nosotros, los ciudadanos, una situación de confusión. Por ello cabe preguntarse, ¿qué podemos hacer? 

Si somos conscientes de la manipulación y del engaño, que pretende denostar a ciertos grupos poblacionales o colectivos sociales (ridiculizándolos, deshumanizándolos), con el resultado de la persecución, el genocidio, la discriminación, la expulsión, o la aniquilación, la actitud a adoptar es clara: la resistencia. 

Si somos conscientes de la manipulación y del engaño, que pretende ocultad la verdad para imponer una “argumentación líquida”, o “alternativa”, la cual no es más que una mentira disfrazada de verdad, como sucede con la negación de ciertos descubrimientos científicos o históricos, o de la evidencia del cambio climático, o del riesgo de las enfermedades infecciosas (agravado por la efervescencia de los movimientos antivacunas), la actitud a adoptar es clara: la resistencia. 

Si somos conscientes de la manipulación y del engaño, que pretende desacreditar los avances científicos y el progreso por lo que se refiere a nuevas formas de obtener, capturar y retener energía, o la implantación de cualquier otra medida que nos permita independizarnos de los combustibles fósiles, la actitud a adoptar es clara: la resistencia. 

Los haitianos que se comen los perros y los gatos, según Trump; o la desnazificación de los ucranianos, por parte de los invasores rusos, son ejemplos de la primera estrategia de desinformación. La negación del cambio climático, o del poder efectivo de las vacunas, son ejemplos de la segunda estrategia de desinformación. La priorización de información falsa o sesgada, por lo que se refiere a la descarbonización (en definitiva, a la implantación del coche eléctrico, o a la generalización de la energía eólica o solar), es un ejemplo de la tercera estrategia de desinformación. 

Ante estos tres ejemplos de desinformación y manipulación, y la aplicación de políticas antisociales en consonancia con este sinsentido, la única estrategia viable es la resistencia; y en caso necesario, la desobediencia. 

Greta Thunberg y activistas del grupo Extintion Rebellion; objetores y pacifistas en Rusia; judíos contra el Genocidio palestino; rectores de universidades acosados por el poder (como en Harvard); pioneros de la innovación (y de su aplicación para el beneficio social); difusores de la verdad (periodistas o youtubers, tanto da)… Vuestro ejemplo marcará el camino. 

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