Es tan bueno ... Ser malo

Mi artículo El carácter carismático, de enero del 2022, resultó ser profético. Y que quede claro que en ningún momento lo pretendí.

Allí advertía de los peligros que se oteaban en el horizonte, en un marco dado por la hegemonía de los “carácteres fuertes” en la política internacional, así como en la política interna. Un mes más tarde (en febrero del 2022) el ejército ruso atacó Ucrania, provocando el mayor conflicto en Europa tras el fin de la Segunda guerra mundial. En octubre del 2023 los bárbaros terroristas de Hamas atacaron los territorios fronterizos con un ensañamiento despiadado, provocando una reacción, por parte del Estado de Israel, que eleva a la enésima potencia la barbarie y el ensañamiento de los terroristas palestinos. En el plano interno sin pretender equiparar las circunstancias domésticas con las dos tragedias arriba señaladas, salta a la vista que una parte del pueblo español no ha aprendido nada. Quien crea que con la represión (la cárcel y la persecución política) va a resolver algún problema está muy equivocado. Del mismo modo que lo están los políticos y ciudadanos israelíes que piensen que la sobrereacción actual ha de prevenir futuros conflictos. ¿Acaso alguien cree que los niños y adolescentes a los que se adoctrina en Israel, o aquellos, en Palestina, que ven a su alrededor cómo su mundo se hunde, arrastrando a sus seres queridos, van a construir un mundo mejor, de convivencia, de respeto mutuo y de colaboración?

Dicho esto, me gustaría ligar esta reflexión con una preocupación -por mi parte- muy apremiante. Me refiero a los valores dominantes que de un modo u otro se han impuesto en el mundo “capitalista” de hoy, los cuales por un lado derivan de la cosmovisión occidental clásica (véase mi artículo Sintetizadores, futurólogos y anticipadores), y por otro apuntan más allá, más lejos, en la línea que nos lleva a la barbarie tipo “El pez grande come el pez chico”, o “La ley de la jungla”; llámese como se quiera.

Culto al éxito, no importa si éste ha sido obtenido con buenas o malas artes, el cual se mide en base a dos indicadores: 1) La cantidad de riquezas que sea posible amasar; y 2) La distancia social respecto a la “patuleia” que rodea al hombre o mujer de “éxito”. Espíritu joven, entendido como culto al cuerpo, con la visión estereotipada de la belleza masculina o femenina. Adicción al juego, al lujo, y al peligro. Y especialmente, glorificación del “malismo”. Todos estos elementos son análogos, cuando no idénticos, a aquellos que fundamentaban el ideario nazi. Véase a este respecto El carácter carismático.

El marketing televisivo, a raíz de estudios de tendencias sociales (trendings), ha caracterizado muy bien esta concepción del “malismo”, predominante entre ciertos sectores de la sociedad actual; el "malismo" se ha convertido, hoy día, en la “corriente de moda”. Véase si no las siguientes imágenes, extraídas del mundo publicitario:

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Its so good to be bad, lema del "malismo"

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El hombre de éxito lo es a pesar del caos a su alrededor, simbolizado aquí por la cabeza de tiranosaurio, la gente que huye despavorida, y los bombarderos a punto de lanzar sus mortíferas bombas

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El "signo de la victoria" del combatiente, del pugilista, es el reconocimiento del vencedor

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El aura del vencedor no es mística, sino el resplandor magnético del individuo con carisma

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El éxito se mide en posesiones materiales, no en sabiduría, virtud, o reconocimiento personal

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Ser malo es "cool", y por tanto es bueno

El "malismo" es la tendencia dominante hoy día en los medios, tanto en la publicidad, como en el cine, como en la literatura. Ser "malo" es el pasaporte del éxito, pues la falta de conciencia, la malicia, abre el camino de las personas sin moral. Y en una sociedad en que dicha falta de moral, empatía o bondad consta como un mérito, no como un defecto, los "malos" tienen vía libre.

Todo ello sería terrible si no fuera verdad en parte. Prefiero pensar que los "malos" continúan siendo una minoría (aunque muy ruidosa), si bien, en consonancia con las tendencias políticas que conducen a las visiones unidimensionales (es decir, a la intolerancia, el dogmatismo y la tiranía), que hoy día son dominantes en algunos países, la actual tendencia a blanquear e incluso potenciar dichas actitudes antisociales, supone un gran peligro para la sociedad en general. No sólo en el plano de la convivencia o de la justicia social, sino también en el de la paz mundial y de un desarrollo económico sano.

Hay -por otro lado- un aspecto muy preocupante. Los malos resultados del "informe PISA", sobre resultados académicos de nuestros hijos, son alarmantes. Son muy claros por lo que respecta a la disminución del interés de los niños y adolescentes hacia su "formación integral". Si a ello le añadimos el abandono escolar, seremos conscientes de que esta situación es la semilla de un futuro poco prometedor por lo que se refiere a la consolidación de una sociedad más saludable. Pues como decían los griegos, el mal es fruto  -en gran parte- de la ignorancia.

Situaciones cada día más frecuentes como el bullying escolar, el abuso laboral, el mobbing, las actitudes sexistas, etc., si bien no son nuevas, son un indicativo de que la cultura del "malismo" está envenenando la convivencia cotidiana. Es la amabilidad, y no la brusquedad, la que define a las sociedades sanas. Aquellos países en los que impera la violencia, el sexismo, el dogmatismo o las malas maneras no tienen futuro, puesto que el futuro de un Estado se construye a partir de la agregación del futuro de las personas que lo componen.

Antes de acabar, quisiera añadir una experiencia personal. Estos últimos días un grupo de pandilleros, con un uniforme muy bien definido (visten de negro de arriba abajo), me están acosando en mi establecimiento, puesto que así -supuestamente- se divierten. Como sé que dichos chavales son jóvenes, y por ello se sienten impunes, he optado por no hacerles caso, a pesar de que en algunos momentos han mostrado actitudes chulescas y violentas. Significativamente, dichos jóvenes estudian en un instituto privado (en una establecimiento concertado). Por ello se supone que sus padres no son especialmente pobres. Ello es indicativo de que una educación sin valores, en una sociedad opulenta, puede crear el germen de la "maldad". Puesto que de eso se trata. Preguntando a uno de mis acosadores por qué lo hacían, qué mal les había hecho yo, no dejé de ver en su mirada una absoluta falta de moral, y por otro lado una absoluta falta de luces, o de entendimiento. La cultura del "malismo" imperante hoy día rubrica, justifica y potencia este tipo de actitudes. Los "malos" en potencia (hoy son travesuras, ¿qué serán mañana?) ven en el consumo de violencia gratuita, sexismo, competitividad zafia, materialismo y falta de valores un ejemplo a seguir.

Su modelo no es Nikola Teszla, sino... Póngasele el nombre que se quiera.

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