El anillo de Polícrates (recreación de un cuento tradicional)
Hace muchísimos años, en la isla griega de Samos vivía un rey llamado Polícrates. Éste era tan afortunado que todo le salía bien... En pocos años se había convertido en el hombre más rico y poderoso de Grecia...
"Jo, jo, jo... Qué suerte tengo; la fortuna me sonríe hasta cuando duermo".
Polícrates estaba tan contento con su suerte, que se había convertido en un rey altanero y orgulloso. Sin embargo, los habitantes de su país no eran tan afortunados como él... Al contrario, por su culpa tenían que ir a muchas guerras y pagar muchos impuestos... El pueblo de Polícrates no era feliz...
Un día, el rey de Egipto, que era amigo suyo, le envió una carta con el siguiente consejo: "Polícrates: sé que últimamente la suerte te sonríe. Pero como amigo, te aconsejo que si quieres acabar con bien, despréndete de lo que para ti tenga más valor..."
Lo que le quería decir es que la buena fortuna no dura siempre; sobre todo cuando por tu culpa los demás no tienen tanta suerte... O sea, que éste era un sabio consejo...
Polícrates pensó que su amigo tenía razón... ¿Pero de qué se podía desprender? ¿De su reino? ¡Qué va, de eso ni hablar! ¿De sus riquezas? ¡Por supuesto que no, pues le había costado mucho tiempo amasarlas! ¿De su palacio? ¡Tampoco, porque allí vivía muy cómodo!... Y al final dijo para sí...
"Yá sé a qué puedo renunciar... Este pequeño anillo no vale ni un real".
¡Pues menudo sacrificio! Era tan codicioso, que al final decidió desprenderse de algo que no tenía ningún valor para él... Así que se montó en un barco, y muy lejos de la orilla tiró el anillo al mar...
¿Pero sabéis qué? Ni aun así le dejó de acompañar la suerte... Un día, un pescador que remaba en su barca, estaba echando las redes, y de repente pescó un pez muy grande, ¡tan enorme, que casi no cabía en la barca! Así que, muy contento, fue al palacio del rey y se lo regaló...
"Un rey tan poderoso, merece tener el pez más hermoso".
Dijo el pescador de forma servil... El rey le agradeció su gesto, y a cambio le dio... ¡Una monedita! Mmm! ¡Vaya si era agarrado!...
Para celebrar la pesca del pez más grande que se había visto por allí, el rey invitó a toda su corte... Pero, ¿sabéis qué pasó? Cuando le hincó el diente... ¡Éste se le rompió! Sí, porque acababa de morder ¡el mismísimo anillo que había tirado al mar, que había sido tragado por ese pez!
Polícrates comprendió que se le había acabado la buena racha... El Destino (si es que existe algo así) le iba a castigar por haber tentado su suerte, arrojando al mar no la mejor de sus posesiones, sino ¡la menos importante para él!
A partir de entonces, todo le empezó a salir mal: los reyes vecinos le derrotaron en todas las batallas, su pueblo se negó a pagar impuestos y, finalmente, hasta sus mismos amigos le dieron la espalda... Más tarde, el rey perdió su trono y tuvo que huir de su país para salvar su vida. Y por supuesto, nunca más se le ocurrió "tentar a la suerte".
Moraleja: La rueda de la fortuna da muchas vueltas.