La rosa presumida
Dice la tradición que la primera rosa (la abuela de todas las rosas) era blanca y no tenía espinas... Y además, era muy hermosa... Pero tenía un gran defecto: era muy presumida.
"Soy una rosa primorosa, y entre las flores soy la más hermosa".
Esa rosa era tan presumida, que no permitía que ningún pajarillo se posara en sus ramas...
"Sal de mis ramas, pájaro... Una rosa soy, y no un perchero".
Y tampoco dejaba que ninguna abeja se acercara a ella, porque pensaba que le mancharía sus blancos pétalos con sus patas llenas de polen...
¡Vaya rosa más antipática! Un día un poeta la vio y dijo para sí: "Esta rosa cogeré, y en un ojal la pondré". El poeta la quería llevar de adorno en su traje... ¿Pero creéis que a la rosa le pareció una buena idea?
¡Claro que no!... Así que cuando iba a cogerla con la mano, a la rosa le salió una espina y, ¡ay, qué daño! El poeta se pinchó en un dedo...
Al poeta empezó a salirle sangre del dedo, y ésta manchó a la rosa... Y mirad qué cosa más extraña: en ese momento la rosa se volvió colorada...
¡Pobre rosa! Había perdido su hermoso color blanco... ¡Pero se lo tenía bien merecido, por antipática!
Otro día vino una niña, y le gustó tanto esa rosa colorada que decidió cogerla con la mano... Pero como la rosa no quería que la cogieran, le volvió a salir otra espina ¿Sabéis qué pasó después?
La niña se pinchó, y se hizo sangre. Y como pasó con el poeta, cuando a la rosa le cayó encima la sangre de la niña, dejó de ser colorada, y se volvió... ¿De qué color?
Sí, completamente roja. ¡Pobre rosa! En poco tiempo, había perdido su hermoso color blanco y se había convertido en una rosa roja... Y además, por todo el tallo le habían salido espinas... Entonces se puso tan triste, que empezó a llorar...
¿Sabéis cómo lloran las rosas? Se le caen los pétalos y se ponen muy pochas... Y entonces se vuelven muy feas...
"Blanca no soy, sino roja. Y ahora entre las flores ya no soy la más hermosa".
Y desde ese momento, la mayor parte de las rosas son rojas, tienen espinas, y cuando se le caen los pétalos pierden su belleza.
Moraleja: La vida del orgulloso y del soberbio está llena de abrojos y espinas.