El secreto de las hadas
Una vez, hace muchísimo tiempo, un niño iba andando camino de su casa cuando vio a una hada sentada encima de una roca, mientras se abanicaba con un abanico...
Y mirad qué cosa más rara: ese día hacía tanto calor, que la hada se había quitado sus alas... Porque debéis saber que las alas de las hadas son de quita y pon... Si no, ¿cómo iban a dormir las pobres?
¡Cómo se puso la hada cuando se dio cuenta de que un ser real, como vosotros, le había visto sin sus alas! Le dio tanta vergüenza, que le dijo a ese niño:
"Si no dices a nadie que me has visto sin alas, te indicaré dónde puedes encontrar un tesoro. ¿De acuerdo?"
El niño le prometió que guardaría el secreto, y efectivamente la hada le mostró dónde podría encontrar un gran tesoro... Tan grande, que gracias a él ¡se haría rico!
El niño llegó a su casa cargado de un saco de monedas de oro... ¡Qué contenta se puso su madre! Tanto, que esa noche lo celebraron por todo lo alto: llamaron a los vecinos, y estuvieron cantando y danzando hasta la madrugada.
¿Creéis que esa noche el niño les explicó a todos lo de su encuentro con el hada?
No, aún no... Se mordió la lengua y esa noche no dijo "esta boca es mía"... Y pasó el tiempo, y el niño y la madre se trasladaron a una casa más grande...
Pero, ¿sabéis? Ese niño se moría de ganas de decirle a alguien que había visto una hada sin alas... ¡Y al final se decidió, y se lo dijo a su madre! Pero no sin pedirle antes que guardara el secreto.
¿Y creéis que su madre supo guardar el secreto?
Por supuesto que no... Su madre se moría de ganas de decírselo a su mejor amiga... Pero no sin pedirle por favor que guardara el secreto...
¿Y creéis que la amiga de la madre del niño supo guardar el secreto?
¡Claro que no! La amiga de la madre del niño se moría de ganas de decírselo a su vecina... Pero antes le exigió que guardara el secreto...
¿Y creéis que la vecina de la amiga de la madre del niño supo guardar el secreto?
¡Tampoco! En fin, que en pocos días, ¡todo el mundo sabía que ese niño había visto a la hada sin sus alas! ¿Y creéis que la hada acabó enterándose de la indiscreción del niño?
¡Claro! Porque aunque no veamos a las hadas, éstas siempre están al corriente de lo que pasa... En fin, que la hada se enfadó tanto, que movió su varita así...
Y de un plumazo el niño se quedó sin su casa y sin sus monedas de oro... ¡Ah! Y desde entonces nunca, nadie más, ha podido ver a una hada, con alas o sin alas...
Moraleja: Los secretos están para guardarlos.