El trabajo preparatorio
Tabla de los mitos universales.
A la vista de esta tabla, se puede llegar a dos conclusiones: 1) Efectivamente, todas las culturas comparten una serie de “mitemas” comunes (que he resumido en diecinueve), lo que resulta evidente si tenemos en cuenta que más de un noventa por ciento de estas casillas están llenas; algunos de dichos “mitemas” (especialmente, los símbolos fundamentales) son prácticamente universales. 2) Significativamente, es en Europa Occidental y Oriental donde hay más espacios vacíos, lo que equivale a decir que son las regiones más “aculturizadas”. Es posible que algunos mitos o símbolos universales hayan sido sustituidos por otros de regiones anexas: me refiero en concreto a los mitos y símbolos de las culturas clásicas (Grecia y Roma), así como a los de origen bíblico (con origen en Próximo Oriente). Sea como sea, llama la atención que unas regiones que han pretendido imponer su ideario (su cultura) sobre el resto del mundo, sean las que están más huérfanas de referentes míticos y simbólicos; que es como decir –en términos culturales- que han perdido su “alma”. Puesto que la aculturación (la pérdidad de referentes propios) es la muerte de la cultura; que en su caso es sustituida por otras, de diferente carácter.
La Tradición ha persistido de dos maneras: por vía oral o mediante la escritura. Cuando aquélla se pierde, especialmente en lo que se refiere a la religión o a las creencias, sus huecos han de ser rellenados por otras religiones o creencias. Es por ello que en Europa, y en general en Occidente, todo lo que se ha perdido en concepto de Tradición ha sido ocupado por retazos –alterados y prostituidos- de otras culturas, o por nuevas ideologías de carácter pseudoreligioso, al modo de la New Age o de las teorías conspirativas –ufológicas, cataclísmicas o de otro tipo- tan de moda en Internet.
La pérdida de la Tradición deja huella. No es inocua. Cuando las sociedades pierden sus referentes, pierden asimismo el cemento que las une: de ahí los continuos ejemplos de anomias y disfunciones sociales, no sólo entre la juventud, sino también entre las personas adultas de Occidente (el más grave de ellos, desde mi punto de vista, es el consumismo). Considero asimismo que si se demuestra que la Tradición es común, no sólo en las distintas culturas, sino entre todos los pueblos en su conjunto, éste podría ser el mejor cemento que –respetando su idiosincracia y sus especificidades- pueda vincular –solidariamente- todos los países de este –redondo, y por tanto finito- planeta.
Pero no nos equivoquemos. No abogo por un eclecicismo universal, ni por un –denostado- ecumenismo, que en la práctica acaba derivando en imperialismo y en supremacismo de unas culturas en relación a otras. Estoy diciendo, simplemente, que para comprender el alma humana en su conjunto, la que nos une y nos hace fraternos a unos y otros individuos, vivamos donde vivamos, hemos de valorar y comprender el alma de las otras culturas. Sólo el conocimiento y la apreciación de la tradición ajena nos permitirá valorar y estimar mejor nuestra propia tradición. El todo (el conjunto) es la unión (la agregación) de las partes. Destruir una cultura, asimilarla, someterla, aculturizarla, es destruir una parte de nuestra propia tradición, de aquello que nos hace humanos. Sólo conociendo lo que nos une a los demás, nos permitirá conocernos a nosotros mismos. Y tal vez –al menos eso deseo- comenzar a ver a los “otros” –independiente de su raza, etnia o cultura- como nuestros hermanos. Porque es un hecho –como se verá- que todas las tradiciones del mundo comparten unas mismas bases culturales.
Para acabar, haré unos apuntes de carácter metodológico. Para poder trabajar de forma operativa, he tenido que realizar unas agregaciones por lo que se refiere a las áreas culturales, que a su vez, se pueden transformar en unidades más amplias. Por ejemplo, parte del Sudeste de Asia, Melanesia, Micronesia y Polinesia (que en la tabla ocupan las columnas (2-5, 3-2 y 3-3) forman parte de una misma área de influencia lingüística y cultural, llamada Austronesia. Por su parte, el Sur de Europa (1-1), Europa Occidental (1-2), Europa Oriental (1-3), Norte de Europa (1-4), parte del Próximo Oriente (2-1) y parte de la India (2-2) comparten un sustrato lingüistico, llamado Indoeuropeo. En definitiva, hemos de entender dichas agregaciones como aproximaciones, puesto que por encima de ellas existen niveles superiores, los cuales hacen alusión a familias lingüisticas más amplias (indoeuropea, camito-semítica, sinotibetana, austronésica, amerindia…), que muy posiblemente comparten unas mismas –o parecidas- bases culturales. En tiempos recientes se ha llegado a afirmar que dichas familias lingüisticas (protolenguas) se pueden agregar aun más, hasta llegar –tal vez- a una supuesta “lengua madre” que algunos llaman Nostrático (y otros Euroasiático). Todo sea dicho, dicha “lengua madre” no incluiría las lenguas africanas, que tendrían un desarrollo aun más antiguo.
Por lo que se refiere a los “mitemas”, éstos han sido seleccionados en función de su recurrencia –o prevalencia- en los mitos universales. Los he separado en “mitos básicos”, al modo de “arquetipos” (desprovistos de una lectura psicologista), y en “símbolos universales”. Se comprobará que, si bien los detalles varían de un Corpus mítico a otro, los aspectos más esenciales se repiten machaconamente. Llama la atención, por ejemplo, que pueblos y culturas de entornos continentales, muy alejados del mar, compartan un mismo “mitema” de creación del mundo: cómo éste nace en el Océano, en medio de las aguas primordiales. O que culturas de extremos opuestos del mundo llamen con los mismos nombres a dioses similares, o con cometidos similares; o que expresen de una misma forma hechos míticos complejos –y bizarros- como la creación de la mujer a partir de la costilla del hombre, o el Diluvio Universal, o la erección de una torre que pretendía llegar al Cielo (lo que comporta la división de las lenguas). Pasajes todos ellos que –huelga decirlo- aparecen descritos en los primeros capítulos del Génesis bíblico.
Tabla de los mitos universales, en relación al Génesis bíblico.
En un primer momento, mi pretensión era colgar en mi página web el resultado de esta investigación. Pero con el paso de las semanas me di cuenta de que ello es imposible, porque estaba adquiriendo unas dimensiones colosales. Así pues, voy a poner en abierto –en Internet- los primeros párrafos del análisis de cada sección (mitema o símbolo), con su tabla correspondiente y su gráfico. La obra completa la publicaré en un libro en papel. Ello por dos motivos: 1) Porque para preservar unas ideas, o conocimientos, sólo el papel puede garantizar que sean perennes en el tiempo, y lleguen a las personas adecuadas (Internet es un foco de piratería reconocido, y está sujeto a muchas eventualidades que hace poco probable que determinadas ideas pervivan en tiempos futuros); 2) porque las conclusiones a las que he llegado son suficientemente relevantes –e importantes- como para merecer ser publicadas en papel, no sólo haciendo uso de los unos y ceros del entorno cibernético.
Finalmente, no puedo dejar de remarcar la importancia que ha supuesto la colaboración de mi colega Diego Méndez en la ejecución de este trabajo. Sin él, los resultados serían necesariamente muy inferiores en calidad y en cantidad. Aprovecho este lugar para agradecer su confianza en mí, y para remarcar su insólita capacidad de trabajo.
Como he dicho más arriba, en un futuro que preveo no muy lejano los resultados completos de este trabajo aparecerán en formato libro. Éste comprenderá, además de las gráficas y las tablas, el análisis parcial (en su integridad) de cada uno de los “mitemas”, el análisis general, una introducción sobre los mitos y los símbolos, los propios mitos y símbolos universales (por supuesto), y el desarrollo de mi teoría sobre el “árbol de los mitos”, según la cual éstos tienen un tronco (los “mitemas”, o temas comunes y recurrentes), unas ramas (las especificidades propias de toda región, etnia o cultura) y –especialmente- una raíz (una fuente, un origen). Éste será un importante motivo de discusión y análisis en la obra que está pendiente de aparecer. Mi compañero Diego Méndez aportará, asimismo, un interesante estudio de los mitos universales que acompañan a un fenómeno cultural y religioso cada día más valorado: los cultos chamánicos.