El mercader que quiso enseñar a una mona

 

Un mercader de Italia tenía una mona muy lista. Tanto, que podía reconocer a un sabio y a un tonto sólo con mirarlos...

¿Sabéis cómo? Cuando veía a una persona sabia, que habla despacio y bajito, hacía así: "Íiiih-íiiih..."

En cambio, cuando veía a una persona tonta, que habla muy rápido y dando grandes voces, hacía así: "Ooooh-Ooooh..."

Tanto se había empeñado el mercader en esa convicción, que un día, hablando con sus amigos, intentó convencerles de que su mona era en realidad como un ser humano, pero peludo... Y que un buen maestro le podría enseñar a hablar...

¿Vosotros creéis que una mona puede llegar a hablar? No, porque aunque es verdad que las monas son muy listas, no tienen "cuerdas vocales" como nosotros... Por eso nunca podrán hablar...

Sus amigos trataron de disuadirle de tan loca idea, pero, ¡les fue imposible! Así que el mercader se dirigió al maestro más famoso del lugar, y le preguntó:

"Amigo maestro, ¿cuánto crees que tardará mi mona en aprender a hablar?"

El maestro dijo para sí: ¡Ésta es la mía!, y no trató de convencer al mercader de que eso era imposible, sino ¡todo lo contrario! Porque su tozudería le podría suponer unos buenos ingresos. Así que le contestó:

"Buen mercader, con un poco de ciencia, y un mucho de paciencia, en seis años una mona hablarina tendrás".

Al mercader le pareció que eso era mucho tiempo. Pero tanto se había empeñado en enseñar a hablar a su mona, ¡que echaría su casa por la ventana con tal de conseguirlo!

Así que el maestro empezó con sus clases... ¡Pero nada! La pobre mona no entendía ni una palabra, ¡y menos aún las sabía pronunciar!

Y pasó un año, y dos años, y como veía que la mona no hacía progresos, el mercader se empezó a preocupar..

"Maestro, por culpa de tus clases ya estoy medio arruinado, y la mona una palabra no ha pronunciado".

"Buen mercader, con un poco ciencia, y un mucho de paciencia, en cuatro años más una mona hablarina tendrás".

Pero cuando ya habían pasado cinco años, al mercader ya no le quedaba ni una moneda... ¡Había gastado toda su fortuna en enseñar a su mona! Y el maestro le dijo:

"Buen mercader, como ya no me puedes pagar, a tu mona ya no enseño más".

¡Pobre mercader! Él, que había querido ser conocido como la persona que tenía la mona más lista, al final fue conocido como el mercader más tonto, estafado por el maestro más listo...

Y lo que es peor; ahora cada vez que su mona le veía hacía "Ooooh-Ooooh..."

Moraleja: Persigue sólo los ideales que estén a tu alcance.

 

VOLVER