En torno a la lengua catalana (y la inmersión lingüística)
En Cataluña llevamos varios años viviendo emociones fuertes, hay que reconocerlo. No es éste el lugar ni el momento para entrar en el tema del referéndum de autodeterminación del 1 de octubre y sus causas. Cada uno tendrá una opinión a este respecto, que yo respeto, y que no quiero entrar a valorar.
Ello no obstante, parecería que una sociedad moderna y democrática, tras un conflicto como éste, habría de intentar desescalar y seducir, no poner sal en la herida, como está sucediendo hoy día en España, por lo que se refiere al trato que están recibiendo miles de catalanes (represión pura y dura, a una escala equiparable –e incluso superior- a la que están padeciendo los demócratas en Hong Kong o en Rusia). Tendría que hacer pensar, a los españoles de buena fe (¿dónde están los progres, o intelectuales de izquierda, en el “resto de España”?), cómo pueden justificar que naciones como China usen el espantajo de Cataluña (y las duras represalias contra los “sediciosos catalanes”) para frenar las ansias de cambio y de libertad de los demócratas de Hong Kong. Lo mismo podemos decir de otros países, a los que les viene muy bien el “ejemplo catalán” para reprimir a sus pueblos. España no está sola en esta cuestión: sólo hay que pensar en la persecución a Julian Assange, y compararla con la rusa hacia Navalni. ¿Qué ejemplo pueden dar los norteamericanos frente al atropello al disidente ruso, sean cuales sean sus credenciales? (Desde una óptica progresista, no me gustan las ideas de Navalni.)
En la cabecera de mi página web he puesto un lacito amarillo, y el mensaje STOP PERSECUCIÓ POLÍTICA, como muestra de apoyo a los represaliados (y a los presos políticos) de mi país (Cataluña), alguno de los cuales sigue injustamente en prisión, por –sin duda- cantar canciones provocadoras e inflamatorias (no lo eran más que otras cantadas por grupos de rock duro de los ochenta). Y qué decir del exilio de demócratas catalanes, como en los peores tiempos del franquismo. Porque de eso se trata, de demócratas en el exilio, o en prisión, por oponerse a un orden de cosas que consideran injusto (esto es “persecución política” pura y dura).
Tal situación se soluciona con la negociación y el entendimiento, no con el garrote. Y es con el garrote, y ahora con la mentira y la difamación, que se pretende “solucionar” un problema vivo y enquistado. Entre algunos partidos políticos españoles, y entre la “caverna mediática” de Madrid, literalmente se está echando gasolina al fuego, aún a sabiendas de que ello no hace sino incrementar la determinación de la mayoría del pueblo catalán por la resolución del conflicto a través de un referéndum (independencia sí o no, para resumir). Ya sabemos que lo que pretende esa gente no es resolver el conflicto, sino enconarlo, para que se instale en el Gobierno un régimen de extrema derecha que pura y simplemente machaque al pueblo catalán, e instaure una regresión en la democracia española, con la connivencia del “deep state” español, y de las más altas instancias del poder (aquellas que no lo han obtenido con la fuerza de los votos).
En mi artículo En torno a Cataluña expongo varios ejemplos que demuestran que situaciones como la presente han sido sufridas por los catalanes ya prácticamente desde el siglo XVII. Y no hemos avanzado en este sentido:
https://www.joseluisespejo.com/index.php/blog/481-en-torno-a-cataluna
Como decía, tras su política de represión y acoso (que no ha dado ningún resultado, porque el apoyo a la independencia, en Cataluña, no sólo no ha disminuido, sino que sigue creciendo), la nueva estrategia del “deep state” y de la caverna española, así como de los sectores políticos más ultraderechistas, es propiciar el enfrentamiento civil entre catalanes. Y créanme, no lo van a conseguir. Lo que resta de este artículo lo emplearé en explicar por qué.
La cuestión de la lengua en Cataluña
La nueva estrategia de la ultraderecha española (y catalana), disfrazada de centro pero con el apoyo expreso de los herederos del franquismo, es enfrentar a los catalanes esgrimiendo el tema de la lengua.
Algunas familias han apelado de buena fe a un incremento de las horas en castellano, en los colegios de sus hijos, por motivos que ahora no vienen al caso. Ello ha tenido el respaldo de la justicia, que ha considerado que el modelo de la inmersión lingüística (en uso desde 1983) es abusivo. El problema es que un órgano de poder no elegido en las urnas enmienda las decisiones de la mayoría del pueblo catalán, expresadas a través de los votos. Decisiones, por otra parte, con cabida en la sacrosanta Constitución, y respaldadas por sentencias anteriores.
Se haría largo exponer la larga cadena de eventos que han tenido lugar en Cataluña, desde que un partido político (Ciudadanos) y una serie de plataformas han pretendido acabar con el modelo de inmersión lingüística. Desde la “caverna mediática” madrileña se ha disfrazado estas demandas (muy minoritarias en Cataluña) como una persecución al castellano. Esos medios escritos y hablados aseguran –mienten flagrantemente- que el castellano está en peligro, porque el catalán se trata de imponer con malas artes al “español” (término que emplean de forma militante, como si el catalán, el gallego o el vasco no fueran lenguas “españolas”). Estos “patriotas” acuden al engaño, a la insidia (a personas o a instituciones concretas, como a plantillas de docentes de centros educativos), sin que les importe que –al menos en Cataluña- los efectos de su “cruzada” sean un ya efectivo desapego de la mayoría del pueblo catalán hacia una España que la agrede y la ataca sin piedad.
La estrategia es muy antigua: “difama, que algo queda”, o “una mentira repetida mil veces pasa a ser una verdad” (Goebbels). No en Cataluña, ciertamente, porque aquí la gente no es ciega ni tonta, sino en la España profunda e ignorante, que emplea estas mentiras para abonar los discursos de odio contra la Cataluña que no les gusta; que muy a su pesar, es la mayoritaria. ¿Es esa la manera que tienen para “seducir” a los catalanes? ¿O es que ya han optado por romperlo todo y mandar a Barcelona los Tercios de Flandes, para que aprendamos y les “besemos la bota”? Andan muy equivocados.
Cuando Cataluña deje de ser catalana, España dejará de ser democrática. La España castiza (que, desgraciadamente, es la España eterna) volverá a sus andadas. (El primer capítulo de En torno al casticismo, de Miguel de Unamuno, se titula La tradición eterna.) Y cuando España deje de ser democrática, dejará “ipso facto” de ser europea. Si cae la primera ficha del dominó (el autogobierno catalán, la libertad de los catalanes), caerán todas las demás: democracia y Europa. Y por supuesto, el bienestar y el progreso. El futuro no puede ser más negro, si los herederos de Franco y los que pretenden atacar el derecho de Cataluña a existir (a ser “catalana”) se salen con la suya. (¿Acaso los catalanes decimos a los madrileños o a los andaluces cómo se han de sentir?)
(Dicho esto, qué envidia siento por los países sanamente plurales, como Suiza, donde se respetan los derechos y las peculiaridades de sus comunidades nacionales. No es éste el caso de España. Ah claro! Pero es que los nacionalistas son "los otros" -los catalanes-. Los buenos españoles no son nacionalistas, sino patriotas...)
Los catalanes han intentado, desde el siglo XIX, “regenerar España”. Y no lo han conseguido. Los hechos demuestran que la España eterna, la España castiza e intolerante, no quiere o no puede cambiar. De ahí los deseos de libertad de la mayoría del pueblo catalán. De ahí el anhelo por la independencia. ¿Quieren derrotarlo, amigos “patriotas españoles”? Pues comiencen por respetar las señas de identidad. ¿Y cuál hay más sagrada que la lengua? (Todo sea dicho, el “expolio fiscal”, y la infrafinanciación, tampoco ayudan.)
Hablemos de la lengua. Ahora mismo, la “inmersión lingüística” es una realidad que en nada se parece a lo que dicen –mintiendo- los medios españoles. Es una medida flexible, que se aplica más donde más se necesita. Por ejemplo, se dan más clases en catalán donde hay menos población catalanoparlante (como debe ser), porque –no lo olvidemos- en los últimos veinte años han llegado a Cataluña dos millones de inmigrantes, muchos de los cuales desde naciones hispano-hablantes. En cambio, en la “Cataluña profunda”, donde a duras penas se habla en castellano, se dan muchas más clases en esta lengua, para reforzarla (es de destacar que durante el franquismo había muchos más catalano-parlantes, ignorantes del castellano, que en la actualidad; algo parecido sucedía en otras regiones, como en Galicia). Ésta es una prueba de que la “inmersión lingüística” está cumpliendo el objetivo planteado a raíz de su creación, en 1983: que ambas lenguas (castellano y catalán) se aprendan por igual.
Por lo que respecta al uso de las lenguas, ahora el catalán es hablado habitualmente únicamente por un tercio de los catalanes. ¿Cuál es la lengua minorizada? No el castellano, sino el catalán. ¿Por qué sucede esto? Porque, como he dicho más arriba, el inmenso flujo de inmigración no ha sentido la necesidad de practicar el catalán en sus actividades cotidianas (aunque lo aprendiera en la escuela), puesto que el 100% de la oferta de cine está en castellano, así como la inmensa mayoría de la oferta televisiva o de la prensa escrita. En Cataluña se vive muy bien en castellano, la lengua más hablada y más emitida en los medios escritos y hablados. Es por ello que el nivel de castellano en esta región es equiparable al de otras regiones de España. Quien diga lo contrario, miente. Y lo sabe.
Quien se pasee por un patio de escuela, en la Zona Metropolitana de Barcelona, verá que el 100% de las conversaciones se realizan en castellano. Es la lengua de prestigio. ¿Dónde está la coacción? Y lo mismo cabe decir de su uso en los comercios, en los bares y restaurantes, en las asambleas de vecinos, en las reuniones de padres… Sólo que haya un castellano-parlante, indefectiblemente la lengua castellana es la empleada. ¿Dónde está la coacción? Ello es así porque, indefectiblemente, los catalanes son gente “excesivamente educada”. No hablan su lengua por “no molestar”. Éste es otro motivo importante que ha llevado al catalán a su actual estado de minorización.
Tal vez deberían plantearse muchos catalano-parlantes que hablar su lengua en su propio país no significa “molestar”. Para que el catalán deje de ser la lengua minorizada de Cataluña, los catalano-parlantes, más que impulsar leyes y realizar manifiestos, pura y simplemente deben hablar en catalán. La cuestión es realmente ésta: cuál es la lengua que se habla, no cuál es la lengua que se enseña. Se enseña en catalán, pero se habla en castellano, en los patios de los colegios y en la calle. Y así el catalán está en regresión, en caída libre. Ésta es la verdad, y quien diga lo contrario miente. Y lo sabe; y si no lo sabe es estúpido. O es estúpido y tiene mala fe.
Ahora hablaré de mí. Cuando murió Franco yo tenía 10 años. Cuando entré en la Universidad (el año 1984) se empezó a implementar (en Santa Coloma de Gramanet) la inmersión lingüística. Es decir, yo aprendí el catalán en la Universidad, porque ni en la escuela ni en el instituto me lo enseñaron (creo recordar que en los últimos años de bachillerato hacíamos a duras penas dos o tres clases en catalán a la semana). Lo aprendí yo solo, con mis propios medios. Es por ello que mi catalán escrito y hablado es imperfecto. Es más, recuerdo perfectamente que a los diez años ni siquiera sabía que existía una lengua llamada catalán, porque en mi barrio (de la periferia pobre de Barcelona) nadie hablaba catalán.
Como es bien sabido, el castellano es mi lengua vehicular, por lo que se refiere a la escritura. Aunque en el año 1996 decidí hablar en catalán con mis allegados (y ahora, con este revuelo, también con los extraños, aunque me hablen en castellano), escribo en castellano; y pretendo hacerlo con la mayor pureza que me es posible. Porque el castellano (¡no el español, por favor, término aplicable sólo fuera de España!) es una lengua muy bella. Los catalanes somos afortunados de hablarla y conocerla. ¡Y créanme, “patriotas españoles”, la conocemos como los que más! (Algunas veces se nos escapa algún que otro barbarismo, por el hecho de ser bilingües; pero eso es algo perfectamente normal, e incluso saludable.) Cuando Cataluña sea por fin un país libre (independiente) el castellano continuará siendo nuestra lengua, como lo será para mí hasta el fin de mis días. El castellano es una lengua a la que amo, porque me abre puertas, y porque es de las más ricas y expresivas.
Pero amar una lengua no significa imponerla a los demás. Está a punto de aparecer mi libro El árbol de los mitos (escrito conjuntamente con Diego Méndez, que tal vez no comparta ni el tono ni el sentido de mis palabras). Éste es un “acto de amor” a la diversidad cultural de nuestro mundo. En él pretendo expresar la idea de que todos somos “hijos del Edén” (es decir, de una cultura primigenia que nos hermana a todos). Existe una expresión muy bonita, en castellano, que resume esta idea: “Cada uno en su casa, y Dios en la de todos”.
Todas las lenguas, y todas las culturas, son expresiones diferentes de un mismo sentir, el que nos hace humanos. Es por ello que todas las culturas y todas las lenguas son importantes. Todas importan. La pérdida de una lengua, y de una cultura, supone el fin de un “sentir”. Porque una lengua es la argamasa que une una cultura, del mismo modo que sucede en la piedra conglomerado. Ahora que el catalán está en franca regresión, antes que resignarse (que resignarnos como catalanes) hay que darle un nuevo impulso. En la calle, pero también en nuestro entorno.
Una lengua que no se practica muere. Sé que eso es lo que querrían muchos en España por lo que se refiere al idioma catalán (el odio a Cataluña y a su cultura es una realidad entre las masas ignorantes de este país; o entre aquellos que tienen una visión restringida y uniformizadora; léase imperialista). No existe un sentimiento equivalente por lo que se refiere al castellano en Cataluña. Ésta es una lengua respetada y estimada incluso entre los más acérrimos independentistas catalanes. Y quien diga lo contrario miente. Y lo sabe.
Ello es así porque la población catalana, en su inmensa mayor parte, es gentil y educada. Tanto la catalano-parlante como la castellano-parlante. En lo más turbio del “procés” (que aún no ha acabado, todo hay que decirlo) no se ha visto violencia en la calle, ni física ni verbal. Y si ha existido ha sido anecdótica. Porque los catalanes somos personas responsables y pacíficas (esto, en España, es un problema; muchos confunden responsabilidad y pacifismo con debilidad). Es por ello que aquellos que pretenden continuar en España, y aquellos que queremos obtener la libertad de nuestro país (Cataluña), estoy seguro que continuaremos viviendo en armonía, y no permitiremos que los enemigos de Cataluña, y de su cultura, inoculen su ponzoña intolerante y difamadora en nuestras cabezas y nuestros corazones.
Porque tanto unos como otros (unionistas y separatistas) somos catalanes; ambos amamos Cataluña por igual. Tal vez nuestros objetivos difieren, pero de ningún modo caeremos en la trampa de los intolerantes, de aquí o de allá (los hay entre los unionistas, y entre los separatistas también). Y por supuesto, y ante todo, amaremos y respetaremos nuestras dos lenguas. Y las trataremos como lo que son, instrumentos para unir, no para separar.
Antes de acabar, quisiera destacar un ejemplo señero de la España acogedora, noble y gentil: Miguel de Cervantes, que en el segundo volumen del Quijote (el primero tiene otro carácter), escribió:
“Pasé a Italia y llegué a Alemania, y allí me pareció que se podía vivir con más libertad, porque sus habitadores no miran en muchas delicadezas: cada uno vive como quiere, porque en la mayor parte della [de Alemania] se vive con libertad de conciencia” .
En esta obra Don Miguel de Cervantes, con un estilo inigualable (sin equivalente aún hoy día) expresó muy a las claras su desapego por un país que iba camino del desastre. Un país que acababa de expulsar a los moriscos, y que era combatido –entre otros- por los bandoleros catalanes, los cuales ya en esas lejanas fechas gritaban ¡Visca la terra! para aludir a la opresión de unos foráneos a sus usos y costumbres. Y no por casualidad Don Quijote, apocado ante la grandeza de Roque Guinart, el más relevante de esos forajidos “sediciosos”, lo admira y lo convierte en su amigo. Ese Miguel de Cervantes, lo mejor de España, ha sido empleado “ad nauseam” para ensalzar una ideología que le era extraña. Don Quijote, amante de la libertad, y amigo de “sediciosos” y moriscos (también sediciosos, amén de “impíos”, para los estándares de la época), es sin embargo patrimonializado por aquellos que convirtieron España en una sociedad cerrada e intolerante, muy alejada –en espíritu y letra- al mejor de sus hijos: Miguel de Cervantes.
¡Ojalá surja otro Miguel de Cervantes que represente lo mejor de España, y diga basta a la incompetencia e intolerancia de sus instituciones para resolver el “problema catalán”! Y por cierto, ya es hora de que este país resuelva sus propios problemas, como el de la España vacía y el eterno retraso económico (desempleo a niveles de países del tercer mundo) de parte de su población (especialmente en el Sur). Esta España incompetente e intolerante a duras penas puede darnos lecciones a nosotros, los “sediciosos catalanes”.
Soy plenamente consciente de que este artículo no me hará ganar simpatía en España, ni incrementará la venta de mis libros. Si lo he escrito, es por una cuestión de responsabilidad personal. No tanto a favor de los míos, los catalanes, sino en contra de la mentira y del infundio (contra Cataluña) que se ha implantado y generalizado en el conjunto de España.
José Luis Espejo. Profecía (2021)
¡Oh, España!
Fuerte con los débiles
y débil con los fuertes.
Tu arrogancia será tu ruina.
Y la nuestra.