Roque Guinart, el Quijote, y el misterio de Cervantes
En un lugar del corazón de Cataluña, de cuyo nombre no quiero acordarme 1, existe un enclave en el que son visibles unos curiosos petroglifos, los cuales son importantes por tres motivos: primero, porque representan una serie de símbolos con un valor icónico y religioso ocultos; segundo, porque aluden al más famoso bandolero de las tierras catalanas, que tiene un importante protagonismo en la segunda parte de El Quijote; y tercero, porque son la clave para descubrir –desde mi punto de vista- el mensaje oculto de El Quijote (y por ende, también de Cervantes). De todo ello, con este orden, voy a hablar seguidamente.
Los petroglifos
En un cingle (pared rocosa, en catalán), al final de un tortuoso y estrecho camino, hallamos una pared rocosa de gres rojo, con una serie de inscripciones que expongo más abajo. Si no doy su emplazamiento es por motivos de seguridad. Desgraciadamente, hay demasiada gente que, en el anonimato de la noche, es proclive a destruir el patrimonio histórico por motivos espurios (políticos o religiosos), como ha sucedido recientemente con los petroglifos grabados en un menhir cercano a la ermita de Sant Antoni, en Santa Coloma de Cervelló (Barcelona) 2.
Piedra con petroglifos cerca de la ermita de Sant Antoni (Santa Coloma de Cervelló). A la izquierda, en Òrrius
No muy lejos, hallamos un enclave (ligado a la familia de Perot Rocaguinarda) con dos cazoletas, las cuales son indicio de un culto brujeril, muy extendido por la Cataluña interior.
Dos cazoletas muy cerca de los petroglifos
En otros enclaves de Cataluña podemos encontrar motivos muy similares
Pero son los petroglifos a los que me he referido más arriba los que, sin duda, llaman más la atención. He aquí una selección.
Diversos símbolos e iconos paganos o de “linaje”
Podemos observar figuras de lo más extraño, tal vez alusivas a emblemas o símbolos “de linaje”, pero más probablemente a cultos paganos que han persistido en el lugar. No es éste el lugar para profundizar en ellos.
Veamos seguidamente la firma manuscrita del mismísimo Perot Rocaguinarda (Perot lo lladre, o “Perot el ladrón”; ese es su mote en catalán), el mismo que Cervantes llama Roque Guinart en la segunda parte de El Quijote.
Firma manuscrita de Perot Rocaguinarda
Aquí, además de la rúbrica del mismísimo Perot Rocaguinarda, vemos tres estrellas, que acentúan el sabor “pagano”, e incluso “herético”, de la simbología existente en el lugar, evocado por los petroglifos y por las cazoletas (recipientes de “aguas lustrales”, en los antiguos cultos paganos). A este respecto, léase el artículo Las tres estrellas, en la sección Leonardo da Vinci.
Acompañando la firma de Perot lo lladre encontramos asimismo el siguiente mensaje en catalán: és bandoler (es bandolero). Pero obsérvese más abajo: aquí vemos un retrato, con un rostro barbudo ¡con cuatro ojos! ¿Puede ser una corrección del dibujo, para hacerlo más acorde con la anatomía, o podría tener otro significado? ¿Se trataría de Rocaguinarda, o bien de otro personaje? Más abajo propongo una sugerente posibilidad.
Retrato de un hombre barbudo, ¡con cuatro ojos!
Perot Rocaguinarda y el bandolerismo catalán
Perot Rocaguinarda nació en 1582, en una familia acomodada (su padre fue alcalde de su pueblo). Fue el quinto hijo de Joan y Caterina, propietarios de un mas (casa solariega) importante en su zona. Fue hermano de Magdalena, Cebrià, Marquesa, Pere, Aldonça y Caterina. Nótese el nombre de Aldonça, que Cervantes emplea en el Quijote para aludir a la célebre Dulcinea del Toboso (de natural, Aldonza Lorenzo).
No es éste el lugar para hacer un esbozo biográfico del personaje; sólo diré que su actuación como bandolero tiene lugar entre los años 1602 y 1611. El primer año viene marcado por una “afrenta” personal (es tiroteado y herido desde el palacio del obispo en Vic), por parte de una facción rival (los cadells; los “cachorros” en castellano, simbolizados por un perro), lo que supuso su incorporación activa a los nyerros (sin traducción castellana, aunque estaban representados por la figura de un lechoncillo). De las disputas entre ambos bandos, en los que se dividía la nobleza catalana a finales del siglo XVI y a principios del XVII, hablaré más abajo. El año 1611 supone su exilio a Nápoles, tras el indulto real, para ejercer como capitán de los tercios españoles bajo el mando del conde de Lemos (Don Pedro Fernández de Castro y Andrade; benefactor, en años posteriores, de Miguel de Cervantes).
Perot Rocaguinarda es descrito como elegante, alto, flaco (con cara alargada) y ben plantat (apuesto). Tenía pendientes en las orejas, como solían hacer sus colegas bandoleros. Siempre iba bien vestido, con un sombrero adornado con plumas, y capa gascona. Tenía poca barba, pero sí un buen bigote (refilado). El color de su cabello era rubio, tirando a pelirrojo. Solía llevar dos pedrenyals (un tipo de escopeta corta, como un trabuco) colgando de la faja. Su caballo era blanco, como el de Santiago… Si bien no tenía origen noble, imponía respeto: se lo llamaba habitualmente “señor Guinart”.
Perot Rocaguinarda fue considerado el mayor bandolero de Cataluña. Y a diferencia de otros, igual de famosos, pero menos afortunados, tuvo una larga vida (se tiene constancia de él, en Nápoles, en el año 1635). Era descrito como un “ladrón gentil”, que no robaba a los pagesos (campesinos), ni a los desposeídos, ni a los soldados (a los que simplemente desarmaba), sino a los forasteros o a los partidarios del bando cadell (o a los miembros de la Unió, o sometent, equivalente a la Santa Hermandad castellana). Sin embargo, era notable su alianza con algunos nobles de su bando, así como con la Iglesia (el obispado de Ripoll, e incluso la Inquisición en Barcelona). Son numerosas las anécdotas en las que Perot asalta de forma ingeniosa, y hasta cómica, a viajantes que pasaban por allí. Es notorio el robo a tres frailes, en un hostal, a los que previamente les había servido la comida, procurando que tuvieran todo lo necesario y se sintieran cómodos (les dejó un diez por ciento de lo robado para que sufragaran los gastos hasta llegar a su destino). En otro hostal, después de alojarse con sus cuarenta y cinco compinches, pagó religiosamente la consumición y exigió al posadero que denunciara su estancia, para evitarle problemas. Como “buen ladrón”, repartía el botín equitativamente entre los miembros de la banda.
Perot fue objeto de busca y captura durante casi diez años. Aunque se había puesto precio a su cabeza (1.000 libras) nadie lo delató; en parte por respeto, y en parte por miedo a su terrible fama. Fue excomulgado, pero inmediatamente se le levantó la excomunión (lo mismo le sucedió a Cervantes, en dos ocasiones). Llegó a comandar a ejércitos de 350 hombres, en sus correrías contra la “justicia” que lo perseguía, y contra los poderes vigentes. Es famoso un episodio, sucedido en el bosque de Santa Magdalena (cerca de Folgueroles), en el que con 200 hombres derrotó un ejército de 1000 sometents. Sus fuerzas tenían como lema la frase Visca la terra!, que en sí es un indicio de su adscripción política. De ello hablaré a continuación.
Si bien no pretendía enfrentarse al rey de forma directa, es evidente que los nyerros eran filofranceses y partidarios de la nobleza local, frente a los cadells (asimismo bandoleros), más proclives a la burguesía y al rey. Esta dicotomía (señores versus poder real, con impronta castellana) se repite desde la guerra civil catalana de la segunda mitad del siglo XV, en la que la aristocracia y la Generalitat (con el apoyo del bando de la Biga) se enfrentaba al Rey Joan II (de sangre castellana) y a las capas populares (con apoyo de la Busca). Posteriormente, en la guerra dels Segadors (1640), y especialmente en la de la Sucesión (acabada en 1714), dicha rivalidad persiste: sería el caso del enfrentamiento entre los miquelets (austracistas) y los botiflers (los partidarios de la monarquía borbónica).
Este razonamiento, simplista y un tanto reduccionista, puede servir para encuadrar la lucha a muerte entre nyerros y cadells, en la que Perot Rocaguinarda estaba implicado (con el apoyo de Carles de Vilademany i Cruïlles, barón de Taradell y Viladrau, el jefe de la facción nyerra de Vic), frente a sus enemigos cadells (regidos por Francesc Robuster, jefe de la facción cadell de Vic hasta 1605). En Barcelona existen dos lugares que llevan su nombre: la calle de Perot lo lladre, que une la calle del Pi con la de Portaferrissa; y el mas Guinardó del Pla de Barcelona, propiedad –según parece- de los Rocaguinarda, que daría nombre al barrio del Guinardó.
Hay otras cuestiones que acompañan estas luchas despiadadas entre ambas banderías, en una época en que Cataluña, parte de Valencia y de Aragón, eran pasto de las correrías de los bandidos. Existen numerosos testimonios de la época que nos hablan del “problema del bandolerismo” en Cataluña. Por ejemplo, Jaime Villanueva nos presenta un documento, firmado por el marqués de Almazán (virrey del país), del año 1613, en el que se dice lo siguiente 3: “Y esta persecucion con esta gente da muy grande cuidado y trabajo; porque son indomitos estos soldados, y luego hacen lo que Trucafort [un cadell], que perseguia a Roca Guinarda, y el ha sido peor ladron… Y en ste Principado no hay otro remedio sino el del someten; y es tan floxo y para tan poco, como todos saben, por ser gente no hecha a las armas… Dizen que aquí los cavalleros tienen libertad; y yo los hallo mas oprimidos que en Castilla, pues no pueden salir de la ciudad sin mucha gente; y yo hiva de Madrid ha Almazan solo o con un criado sin temer ha nadie. Ha esto llamo yo libertad, y no ha la de Catalunya. Senyores, hasta aquí he andado con dolsura, apacibilidad y amor; pero pues no ha aprovechado, he de llevarlo con crueldad y rigor, poniendo en la carcel quantos cavalleros lo merecieren, y sequestrando las jurisdicciones y vasallos donde recogeran ladrones, como lo he hecho en el Bayliu de Mallorca y Duque de Alba. En mi tiempo he hecho mucha y mas justicia de lo que se ha hecho en otros: que solo de Roca Guinarda he hecho ahorcar veynte y dos, y aun confio ahorcar al propio Roca”.
Miguel de Cervantes alude a esta escabechina de cuadrilleros de Rocaguinarda, cuando dice, en el capítulo 60 de la segunda parte del Quijote: “No tienes de qué tener miedo, porque estos pies y piernas que tientas y no vees, sin duda son de algunos forajidos y bandoleros que en estos árboles están ahorcados; que por aquí los suele ahorcar la justicia, cuando los coge, de veinte en veinte y de treinta en treinta; por donde me doy a entender que debo estar cerca de Barcelona”. Sus seguidores, así como el de otras partidas de bandoleros, eran en buena parte gascones, muchos de ellos hugonotes (exiliados de Francia), y por ello se los llamaba comúnmente calvinistas. No en vano, buena parte de la moneda y los caballos robados en Cataluña iban al Norte, a financiar la lucha de los hugonotes, en pugna contra el “cristianísimo rey francés”.
Las causas del malestar que dio lugar al bandidaje son varias. Se apunta una, fundamentalmente: el “agravio” al país. De ahí el lema Visca la terra! (viva la tierra). Por ejemplo, en sus Discursos sobre la calidad del principado de Cataluña (1616) el caballero Francesc de Gilabert escribe 4: “Las bandosidades son la base de todo nuestro daño… Nace este daño de otra causa, y es que por los pocos oficios que tiene Su Magestad para dar a caballeros en Cataluña, y por repartir los de su real casa en castellanos, esperan poco los de este principado en alcançar merced…”. A ello hemos de añadir la exclusión de los mercaderes catalanes del comercio con América, impuesta en 1566 por Felipe II, y el acaparamiento de los principales cargos eclesiásticos en el país por parte de castellanos. En el libro Història de Montserrat 5 se dice lo siguiente:
“Durant els abadiats dels pares Cisneros i Burgos, ingressaren a Montserrat molts novicis catalans i foren refusades les quantitats extraordinàries reclamades per Valladolid. Més tard, però, hom procedí a l’inversa. Consta de font autoritzada. Les dissenssions entre els monjos catalans i els monjos castellans a Montserrat arribaren a tal punt que Felip II, el juny de 1583, obtingué que Gregori XIII trametés a Montserrat com a visitador apostòlic el bisbe de Lleida, Benet de Tocco…
Després de moltes dificultats, Benet de Tocco obrí la visita a Montserrat el 9 de maig de 1584, davant una quarentena de monjos i tres ermitans, i des del 14 de maig fins al 5 de gener de l’any següent s’ocupà activament en els afers que li pertocaven, sobretot en l’interrogatori de les diverses seccions de la comunitat i també d’algunes persones laiques. Tocco comunicà al Sant Pare que el gravíssim malestar del monestir era atribuït als monjos de Castella, que negaven l’hàbit als pretendents de la Corona d’Aragó i malversaven els béns del santuari.
La solució semblava fàcil: ja que els monjos fills de la terra es mostraven capacitats per a regir sàviament el monestir, com ho acabava de palesar l’abadiat del famós pare Garriga, que cadascú vinqués tranquil a casa seva. És el que demanaven el novembre de 1584 els monjos catalans: que els castellans ‘se’n vagen a viure a Castella’, que es procuri la reforma dels claustrals de Catalunya i que es formi – almenys amb Sant Feliu de Guíxols i les cases dependents de Montserrat...- ‘una província per si’. Aquesta solució, però, topà amb un obstacle irremovible: el poder reial que des d’ara trobem sempre, incondicionalment, al costat dels abats de Valladolid i contra els consellers de Barcelona, fins a l’extrem –cal haver tingut el document original a les mans per a creure-ho- de demanar Felip II al papa que excomuniqués el visitador apostòlic si, per tal d’acabar els greus conflictes de Montserrat, desunia el nostre monestir de la Congregació de Valladolid!”
Aquí se dice literalmente: “El poder real está siempre [en el monasterio de Montserrat], incondicionalmente, del lado de los abades de Valladolid, y en contra de los consejeros de Barcelona, hasta el extremo de pedir Felipe II al papa que excomulgue al visitador apostólico [muerto al poco en extrañas circunstancias] si, para acabar con los grandes conflictos de Montserrat, desunía nuestro monasterio de la Congregación de Valladolid [que tenía el mando sobre Montserrat]”.
El agravio era tal que en ocasiones el Virrey daba licencia a la soldadesca castellana para maltratar al campesinado tanto como hiciera falta, con el fin de castigar a la base de apoyo fundamental del bandolerismo nyerro (nacionalista, o filofrancés). De ahí el llamado “català ofès” (hoy se dice emprenyat), que alimentó en buena parte el bandolerismo, y posteriormente otras luchas contra el stablishment: en el siglo XVII (Guerra dels Segadors), en el siglo XVIII (Guerra de la Sucesión) y en el siglo XIX (guerras carlistas). Ante esta situación, el status quo dominador se expresa de la siguiente manera 6: “Sepa V. M. que la gente deste Principado culpa a todos los obispos porque no se juntan a representar todos estos males [el bandolerismo] y pedir remedio, y dicen que envíe V. M. gente y los conquiste, que todos se le darán para que asiente la justicia como en Castilla y les quite sus malos usos y costumbres que lo impiden”.
Y así estamos… A día de hoy.
Como he dicho más arriba, Rocaguinarda abandonó Cataluña en octubre de 1611, desterrado y al servicio del conde de Lemos. En un dietario catalán de la época 7 se dice lo siguiente sobre su periplo italiano: “… Se embarcà lo famós Rocha Guinart, cap de quadrilla de bandolers, a Mataró, amb molta gent de la sua quadrilla. Lo rey li perdonà en tal que havia de prendre un desterro per Nàpols per 10 anys, ell y sa quadrilla… Arribats a Nàpols lo virrey [conde de Lemos] lo feu capità de campanya”. Y continúa, en el más puro estilo cervantino: “Aquest Rocha Guinart es estat el bandoler mes cortés de quants ni a haguts de molts anys en aquesta part: no composave [no secuestraba], ni desornave [no destruía], ni tocave les iglesies y Deu li ajudà”.
Ésta es la visión que Cervantes nos dio del bandolero en el capítulo 60 de la segunda parte del Quijote. Pero antes de entrar esta cuestión, veamos la siguiente imagen.
Mensaje esgrafiado que dice literalmente: “Yo felix grabó su nombre ya. Yo vine a visitar esta roca donde el famoso Rocaguinarda habia estado con yo un dia de 1614”
En otro lugar podemos ver lo que parece una firma, que no he podido descifrar.
Firma sin identificar
¿Qué caballero castellano, que se hace llamar Felix, pudo haber grabado este mensaje? ¿Podría ser, acaso, Miguel de Cervantes? Y si es así, ¿por qué lo haría?
Perot Rocaguinarda, el Quijote y Cervantes
Cervantes alude dos veces a Perot Rocaguinarda, a quien llama Roque Guinart, de quien dice: “… El cual mostró ser de hasta edad de treinta y cuatro años, robusto, más que de mediana proporción, de mirar grave y color morena. Venía sobre un poderoso caballo, vestida la acerada cota, y con cuatro pistoletes –que en aquella tierra se llaman pedreñales- a los lados”. Posteriormente Don Quijote dice: “No es mi tristeza… haber caído en tu poder, ¡oh valeroso Roque, cuya fama no hay límites en la tierra que la encierren…!”. Seguidamente el bandolero le contesta: “No estéis tan triste, buen hombre; porque no habéis caído en las manos de algún cruel Osiris, sino en las de Roque Guinart, que tiene más de compasivas que de rigurosas” 8. En el entremés conocido como La cueva de Salamanca vuelve a aparecer este personaje: “Salmantino soy, señora mía; quiero decir, que soy de Salamanca. Iba a Roma con un tío mío, el cual murió en el camino, en el corazón de Francia. Vine solo; determiné volverme a mi tierra: robáronme los lacayos o compañeros de Roque Guinarde, en Cataluña…”.
Rocaguinarda es descrito por Cervantes, como era común en su época, como un galán fiero e intrépido, pero cortés. Ante él Don Quijote se se ve apocado, cohibido. Admira su justicia y su majestad (y también su crueldad, porque mata a uno de sus bandidos porque duda de la equidad del reparto). Pasa unos días en su escondite, y es acompañado por el bandolero hasta Barcelona. Allí ve el mar por vez primera, y –ya de vuelta en su casa- dice de la ciudad: “No quise yo entrar en ella [en Zaragoza], por sacar a las barbas del mundo su mentira; y así, me pasé de claro a Barcelona, archivo de la cortesía, albergue de los estranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos y correspondencia grata de firmes amistades, y en sitio y en belleza, única” 9.
"Patria de los valientes, venganza de los ofendidos y correspondencia grata de firmes amistades". ¿Acaso pretende Cervantes, con estos elogios, aludir al valiente, vengativo, y amigable Roque Guinart? Prosigamos.
Es bien cierto que Barcelona es la única ciudad mencionada en el Quijote, y que Perot Rocaguinarda es el único personaje real. No sólo en el Quijote se elogia la ciudad; también en una de las novelas ejemplares: Las dos doncellas. En ella, previo asalto de los consabidos bandoleros –que nunca pueden faltar cuando se habla de la Cataluña de la época-, se hace el siguiente panegírico: “Admiróles el hermoso sitio de la ciudad, y la estimaron por flor de las bellas ciudades del mundo, honra de España, temor y espanto de los circunvecinos y apartados enemigos, regalo y delicia de sus moradores, amparo de los extranjeros, escuela de la caballería, ejemplo de lealtad, y satisfacción de todo aquello que de una grande, famosa, rica y bien fundada ciudad puede pedir un discreto y curioso deseo”.
No hemos de pensar que Cervantes ahorra los epítetos, por lo que se refiere a otras ciudades. Hizo elogios similares a ciudades italianas, o a Valencia 10. Pero vuelvo a insistir, parece como si Barcelona, y Perot Rocaguinarda, les cayeran especialmente en gracia. ¿Por qué?
Cervantes pudo visitar la ciudad en dos ocasiones: la primera tendría lugar antes de su embarque con destino a Roma, como consecuencia del affaire que tuvo lugar tras herir a Antonio Sigura (1569), por el cual se exilió y se convirtió en militar (y en héroe de Lepanto). Habría vuelto a la misma ciudad, de acuerdo con Martí de Riquer, en la segunda mitad del año 1610: “Necesitado Cervantes de encontrar una situación estable, al enterarse de que el conde de Lemos iba a Nápoles con el cargo de virrey, y con una lucida corte de escritores, pretendió integrarse en ella; y así se encaminó a Barcelona, donde el nuevo virrey hizo escala, en su viaje a Nápoles, en junio de 1610. Pero nada consiguió… Cervantes residió en Barcelona, pues, probablemente de junio a setiembre de 1610” 11.
En su Viaje del Parnaso Cervantes parece aludir a esta visita a la ciudad, cuando un fingido poetastro, llamado Pancracio Roncesvalles (P. R., las iniciales de Perot Rocaguinarda), dice así: “Cómo fui, fue por mar, y en una fragata que yo y otros diez poetas fletamos en Barcelona…”. (¿Aludiría aquí a la corte de poetas que acompañó al Conde de Lemos, en Barcelona, con destino a Nápoles, en Barcelona, en el año 1610?) En la ficticia carta anexa (escrita supuestamente por Apolo), datada el 22 de julio de 1614, se dice así: “Pero si se me da por disculpa que le llevó el deseo de ver a su mecenas el gran conde de Lemos, en las fiestas famosas de Nápoles, yo la acepto y le perdono”. Nuevamente, ello aludiría a la –frustrada- visita de Cervantes a Barcelona en 1610, con el fin de encontrarse con el conde de Lemos, su benefactor. Se trataría de su segundo viaje a Barcelona.
¿Sería éste el que se enmarcaría en la trama del segundo volumen del Quijote? Nótese que Sancho envía una carta a su mujer, Teresa, en el capítulo XXXVI de la segunda parte del Quijote, fechada el 20 de julio de 1614. ¿Qué quiere decir esto? ¿Acaso que ambas obras (el Viaje del Parnaso y la segunda parte del Quijote) fueron escritas simultáneamente? ¿O que aluden a unos hechos reales, sucedidos en 1610-11, que inspiraron la continuación de su obra cumbre? ¿En concreto, a un encuentro que el mismo Cervantes habría tenido con Perot Rocaguinarda? Nótese que en el Quijote se dice que éste estuvo tres días con el bandido; ¿podría haberle enseñado éste la roca donde grabó su nombre, al lado de una serie de inscripciones venerables, de tiempos añejos? ¿Sería el propio Cervantes quien escribiera aquello de “felix grabó su nombre ya. Yo vine a visitar esta roca donde el famoso Rocaguinarda habia estado con yo un dia de 1614”? A continuación daré una serie de razones que avalarían esta posibilidad, y otras más que la desmentirían.
En primer lugar, cabe decir que cuando yo vi la roca, no leí “Yo vine a visitar esta roca donde el famoso Rocaguinarda habia estado con yo un dia de 1614”, sino “Yo vine a visitar esta roca donde el famoso Rocaguinarda habia estado con yo un dia de 1611”. Porque a primera vista se ve realmente 1611, no 1614. Sólo cuando revisé la fotografía distinguí un 4. El palo del 1 está muy marcado, mientras que el resto de la cifra parece haber sido raspada de forma mucho más superficial; tal vez por otra persona. Sea como sea, esta fecha (el 1614) se corresponde con aquella en que Cervantes acabó de escribir la segunda parte de El Quijote, así como El viaje del Parnaso. Sin embargo, ello no se corresponde con la fecha real en la que, según Martí de Riquer, Cervantes habría viajado a Barcelona (segunda mitad del año 1610) para visitar al conde de Lemos.
¿Qué sabemos de Cervantes en esas fechas? ¿Acaso pudo permanecer en Barcelona hasta más allá de septiembre del 1610? ¿Quizás hasta principios o mediados del 1611? ¿Sería entonces cuando conoció a Perot Rocaguinarda? No lo sabemos, o al menos yo no lo sé.
Pero lo cierto es que Cervantes conocía muy bien a Perot Rocaguinarda:
1. Sabía su edad. Ya hemos visto que en el Quijote dice que tenía “ hasta edad de treinta y cuatro años”. En 1614 –que es cuando está fechada la escena- el bandido tenía exactamente 32 años.
2. En la roca está escrito: “Yo vine a visitar esta roca donde el famoso Rocaguinarda habia estado con yo un dia de 1614”. El Quijote dice: “No es mi tristeza… haber caído en tu poder, ¡oh valeroso Roque, cuya fama no hay límites en la tierra que la encierren…!”. Nótese que tanto en la roca como en el texto del Quijote se lo llama “famoso”.
3. Cervantes dice que los más de los cuadrilleros de Rocaguinarda “ eran gascones, gente rústica y desbaratada” (Capítulo 60). Así lo eran realmente; ¿cómo lo podía saber, si no los hubiera conocido personalmente?
4. Perot Rocaguinarda confiesa a Don Quijote que ha elegido este mal camino por “querer vengarme de un agravio que se me hizo” (Capítulo 60). Éste sería el asalto de un grupo de cadells, el 4 de noviembre de 1602, en la ciudad de Vic, desde el palacio del obispo. Él y su amigo Gascó de Caldes, que acompañaban a un pariente de Carles de Vilademany (jefe del partit nyerro), fueron gravemente heridos y hubieron de refugiarse durante varios días en la casa del barón de Taradell. Tres días después la esposa de Carles de Vilademany fue raptada por los cadells, y posteriormente rescatada por los nyerros tras un combate armado. Estos incidentes constituirían el desencadenante de su afiliación al bandolerismo.
5. Perot afirma que, no obstante su triste situación, “aunque me veo en la mitad del laberinto de mis confusiones, no pierdo la esperanza de salir dél a puerto seguro” (Capítulo 60). Efectivamente, marchó dirección a Nápoles, desde Mataró, en octubre de 1611. Un poco más adelante nos presenta a dos capitanes de infantería española que tienen sus compañías en Nápoles. Perot Rocaguinarda era capitán en Nápoles. En definitiva, Cervantes narra acontecimientos que sucedieron realmente en 1611, como si hubieran sucedido en el año 1614. Ello hace pensar en la dualidad de la fecha inscrita en el petroglifo del que hemos hablado repetidamente: ¿1611 o 1614?
6. Cervantes conoce muy bien la disputa entre las dos facciones de bandoleros catalanes: “Que diese noticia desto a sus amigos los Niarros, para que con él se solazasen: que él quisiera que carecieran deste gusto los Cadells, sus contrarios…” (Capítulo 60).
7. En la frase “Yo vine a visitar esta roca donde el famoso Rocaguinarda habia estado con yo un dia de 1614” llama la atención la expresión “con yo”, manifiestamente incorrecta. Cervantes, como no podía ser de otra manera, empleaba en su lugar la palabra “conmigo”. ¿Por qué “con yo”? Sea como sea, en la segunda parte del Quijote hace un uso similar del pronombre “yo”: “No hay otro yo en el mundo” (Capítulo 70). ¿Por qué “yo”, y no “como yo”? Sea como sea, en ambos casos (en el petroglifo y en el libro) el uso de “yo” es incorrecto.
8. Al igual que Perot Rocaguinarda, Cervantes conocía –no sabemos si personalmente, o sólo a distancia- al conde de Lemos, el cual era su benefactor, que le subsidiaba. En la dedicatoria del segundo volumen del Quijote escribe: “En Nápoles tengo al grande conde de Lemos”. Rocaguinarda estaba al servicio del conde de Lemos en Nápoles.
9. No olvidemos que Rocaguinarda tenía una hermana llamada Aldonça. El principal personaje femenino –aunque virtual- del Quijote es Aldonza Lorenzo. ¿Casualidad? Si no lo fuera, ello querría decir que Cervantes conocía a los Rocaguinarda desde antes de la publicación del primer volumen del Quijote. Ello parece inverosímil, pero…
10. Jaime Villanueva, en el Viage literario a las iglesias de España (volumen VII), muestra su extrañeza por la expresión “ínsula Barataria” del volumen segundo del Quijote. Pero ello no obstante señala que en el antiguo monasterio de agustinos de Santa Maria de Mur, en la Conca de Tremp, encontró una escritura, datada en 1168, en la que se menciona la donación del conde de Pallars Arnaldo Mir, a Juan de Mur, de unas tierras “in insula, quae est in Paratavia”. Y se pregunta: “¡Válgame Dios! ¡Si tendría Cervantes noticia de esto para llamar Barataria a la ínsula de Sancho!” 12.
11. Nótese en la inscripción el siguiente texto: “felix grabó su nombre ya”. Además del uso incorrecto de “ya”, cabe destacar la expresión “felix”, por lo que parece en minúscula. Podríamos pensar que se trataría de un nombre de pila (véase más abajo). Sin embargo, Cervantes, en el prólogo de la primera parte del Quijote, escribe esto: Donec felix eris , multos numerabis amicos, tempora si fuerint nubila, solus eris. La traducción sería: “Mientras seas feliz contarás con muchos amigos; pero si el tiempo se nubla te quedarás solo”. ¿Acaso indicaría Cervantes que, en la roca de las inscripciones, estaba “feliz” porque se encontraba entre amigos?
Nyerros y Cadells, “felix” entre amigos, Ínsula Barataria, Aldonza, el Conde de Lemos, el “yo” fuera de lugar, el título de “famoso”, el agravio que llevó a Rocaguinarda al bandidaje, el “puerto seguro” en el que se embarca camino del destierro, su edad exacta, su entente con gascones… Demasiadas coincidencias. O bien alguien, en Barcelona, le hizo un “retrato robot” completo y exacto del personaje, o verdaderamente Cervantes conoció personalmente a Perot Rocaguinarda. Quizás éste le asaltó, y como aparece en el Quijote, se hicieron amigos. Sólo así habría conocido detalles tan personales de su vida.
Existen variadas leyendas de la presencia de Cervantes en Barcelona, en las fechas indicadas por Martí de Riquer (segunda mitad de 1610). Por ejemplo, Anicet Salvans i Corominas, en su libro Perot, el bandoler 13, nos dice que Perot Rocaguinarda, en su encuentro con el Cervantes real, acompañó al escritor a la ciudad, dándole una “letra” que habría de entregar al barón de Gaià. Cervantes sería recibido por éste con todos los honores, y se habría alojado en su palacio. Otro relato popular dice que Cervantes habría residido una temporada en el edificio situado actualmente en el número 2 (tercer piso) del Paseo Colón, en los momentos previos a su primer viaje, entre 1569 y 1571 (según las fuentes).
Existen evidencias bastante claras de que Cervantes conocía muy bien la ciudad de Barcelona. Su alusión del “señal que hace Monjuí”, refiriéndose al aviso de los vigías que oteaban el horizonte desde Montjuïc en busca de piratas berberiscos, o la “justa” en la playa de Barcelona con el “caballero de la Blanca Luna”, que supone el final de su carrera como caballero andante, lo hacen pensar. En una imprenta de Barcelona, el Quijote ve la composición de la primera edición de la versión apócrifa de Avellaneda 14: “Sucedió, pues, que yendo por una calle, alzó los ojos don Quijote, y vio escrito sobre una puerta, con letras muy grandes: Aquí se imprimen libros; de lo que se contentó mucho, porque hasta entonces no había visto emprenta alguna, y deseaba saber cómo fuese. Entró dentro, con todo su acompañamiento, y vio tirar en una parte, corregir en otra, componer en ésta, enmendar en aquélla, y finalmente toda aquella máquina que en las emprentas grandes se muestra... Pasó adelante y vio que asimesmo estaban corrigiendo otro libro; y preguntando su título, le respondieron que se llamaba la Segunda parte del Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, compuesto por un tal vecino de Tordesillas [Avellaneda]” 15.
Existe la seguridad de que Cervantes estuvo en Barcelona antes de su embarque hacia Italia, hacia el año 1569; no hay pruebas, pero sí numerosos indicios, que estuviera allí hacia 1610, con el embarque de la tropa de poetas que había de acompañar al conde de Lemos a Nápoles (como indicaría el Viaje del Parnaso; véase más arriba). Y aún tenemos menos pruebas de que el escritor de Alcalá permaneciera en Cataluña en 1611, para grabar, supuestamente, la inscripción de la que hemos hablado a lo largo de este artículo.
¿Podría ser correcta la fecha de 1614, que se da por buena, en relación a esta inscripción, o petroglifo? Por un lado, el viaje novelesco realizado tanto por Pancracio de Roncesvalles (en el Parnaso), como por Quijote (en Don Quijote de la Mancha) tiene lugar en la segunda mitad del año 1614. Es bien cierto que, como dice varias veces Jean Cannavaggio en su obra de referencia, Cervantes, “amplios fragmentos de su vida siguen siendo oscuros; otros, que se creía conocidos, nos parecen ahora tan poco creíbles por las contradicciones tan grandes que suscitan las interpretaciones...” 16. En definitiva, existen demasiados huecos en su biografía para poder asegurar o desmentir nada, por lo que se refiere a los interrogantes arriba planteados.
Nos centraremos en los últimos seis años de su vida. Según Martí de Riquer, Cervantes visita Barcelona entre junio y septiembre de 1610. Pero a la vista de que no hay referencias suyas hasta la primavera de 1611 (en que parte hacia Esquivias) 17, es lícito especular si habría permanecido en Cataluña hasta principios del 1611, y si sería él el autor de las inscripciones. Pero ello no pasa de ser una especulación (valga la redundancia), por supuesto. Volvamos al retrato representado en este lugar. En él aparece un personaje con barba poblada, y con cuatro ojos. Dada la simplicidad del dibujo, no podemos saber si es joven o viejo. ¿Se podría tratar de Rocaguinarda? Ya hemos dicho que éste tenía poca barba; en cambio, Cervantes la tenía poblada. Por otro lado, los cuatro ojos podrían aludir a unos anteojos, que en ese momento Cervantes utilizaba, en razón de su edad, como muestra este pasaje: “Las academias están furiosas; en la pasada se tiraron los bonetes dos licenciados; yo leí unos versos con anteojos de Cervantes que parecían huevos estrellados mal hechos” 18.
¿Podría haber realizado Cervantes su hipotético viaje a Cataluña (en este caso sería su tercer viaje a este país) en algún momento del año 1614, como así parece indicar tanto los eventos narrados en la segunda parte del Quijote, como en el Viaje del Parnaso (véase más arriba), como la misma inscripción, que indica -aparentemente- la fecha 1614? Si fuera así, el 25 de septiembre de este año estaría en Madrid, porque allí habría participado en unas justas poéticas 19. En esas mismas fechas aparece publicada en Tarragona, por la biblioteca de Felipe Robert, la versión del Quijote de Alonso Fernández de Avellaneda 20.
Este hecho nos permite fechar el capítulo 59 de la segunda parte del Quijote de Cervantes en octubre de 1614. Lo cual haría creíble, si no verosímil, que para “vengarse” del impostor (Avellaneda), Cervantes cambiara el rumbo previsto de la obra, desviando su curso desde Zaragoza (donde se encaminaba), hacia Barcelona. ¿Por qué no hacer uso de su memoria, para revivir los acontecimientos que habría experimentado en la ciudad, poco antes de la partida de Roque Guinart a Nápoles, en el año 1611? Por otro lado, ello le permitiría encartar en la obra una serie de mensajes críticos que dan pie a pensar que la segunda parte del Quijote tiene una naturaleza y un propósito muy diferentes a los de la primera (véase más abajo).
Sea como sea, en esas fechas Cervantes estaba viejo; tal vez demasiado viejo para viajar, en 1614, a Cataluña. En el prólogo a las Novelas ejemplares (redactado entre julio y agosto de 1613) se describe a sí mismo de la siguiente manera: “... Rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos, y de nariz corva aunque bien proporcionada, las barbas de plata que no ha veinte años fueran de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes no crecidos porque no tiene sino seis, y esos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia unos con los otros, y el cuerpo entre dos extremos, ni grande ni pequeño, la color viva, antes blanca que morena, algo cargado de espaldas y no muy ligero de pies...”.
Así, pues, ¿sería Cervantes el retratado en el cingle de las inscripciones, o bien el mismo Rocaguinarda, o cualquier otra persona?
¿Tal vez Felix Lope de Vega Carpio? Éste usaba anteojos, como Cervantes (lo hemos visto más arriba), podría ser el Felix que escribe “Yo felix...” en el petroglifo. Asimismo estuvo al servicio del Conde de Lemos (fue su secretario personal), y conoció a Francesc Vicent Garcia (más conocido como “rector de Vallfogona”), asimismo amigo de Perot Rocaguinarda. Como Cervantes, empleó el mito de Rocaguinarda en su obra Roque Dinarte, de 1618 (hoy perdida). Hay quien opina, incluso, que sería Lope de Vega el autor de la versión apócrifa (y satírica) del Quijote de Avellaneda, o bien quien la financió 21.
Todo ello no deja de ser pura especulación. El petroglifo podría haber sido realizado por Cervantes, por Lope de Vega... O por cualquier otro caballero castellano. Pero no es eso lo que nos ha de importar en este momento, sino el misterio que se esconde tras la segunda parte del Quijote. De ello hablaré a continuación.
El misterio Cervantes
Es el mismo Cervantes quien se reputa como introductor de la novela en España 22. Pero no hemos de pensar que la primera y la segunda parte del Quijote son idénticas. La primera parte parece, a primera vista, menos comprometida y con un humor más blanco. A veces transpira un espíritu “cuartelero” (herencia de su servicio en el ejército), y su vena cómica se limita a ridiculizar el género de las caballerías, o el género picaresco, y a emplear arcaísmos en el lenguaje (en la segunda parte estos últimos desaparecen). Sea como sea, yo mismo, como lector del Quijote, aprecio como mejor la segunda parte (de hecho, me gustó más). Lo mismo opina Martí de Riquer en su Introducción al Quijote: “Lo auténtico y lo ficticio, lo real y lo imaginado, se funden perfectamente gracias al supremo arte de Cervantes, que, sobre todo en el segundo tomo del Quijote, ha alcanzado su más profunda madurez y un dominio insuperable en el oficio de hacer novelas...”.
Jean Canavaggio, de una manera explícita, nos dibuja un Cervantes subversivo, despreciador sutil de los valores reconocidos en su época. Así afirma: “Despreciador sutil de los valores esablecidos, desacraliza todos los conformismos” 23. Y señala que en el siglo XIX se exalta su humanismo secretamente subversivo, anticipador del liberalismo moderno 24. Algo de esto hay. ¿No fue Cervantes quien escribió “Con la Iglesia hemos dado, Sancho”? 25 Martí de Riquer considera este tipo de alusiones, y el hecho de que Don Quijote y Sancho no pisaran una iglesia durante sus periplos, como “bromas de sacristía, o de seminario” 26. Retrata a Cervantes como a un “católico de ortodoxia inmaculada”, por diversas alusiones llenas de respeto a la religión (especialmente en su Persiles). Es bien cierto que Cervantes tenía respeto a la ortodoxia de sus días, pues no en vano fue rescatado de Argel, en 1580, por dos frailes, que a su vez recaudaron los 500 ducados que lo hicieron posible 27. Y como muchos otros (entre ellos Lope de Vega, su rival), se pone en manos de la Iglesia (de la Cofradía de Esclavos del Santísimo Sacramento) para asegurarse una “buena muerte”, que no fuera onerosa para la familia. A este respecto, Jean Canavaggio escribe: “En materia de religión, el desacuerdo de Cervantes con el tono medio de su época puede dejar traslucir a veces el influjo de tal o cual corriente de pensamiento determinada pero ante todo expresa la elección de un espíritu abierto, enemigo de prejuicios, aunque respetuoso con el dogma y el culto: un humanista, en el sentido amplio del término” 28.
Su crítica a la España de su tiempo queda explícita en su obra, especialmente en sus últimos años de vida. Así alude al derroche de la España Imperial durante el reinado de Felipe II: “Quedar las arcas vacías / donde se encerraba el oro / que dicen que recogías / nos muestra que tu tesoro / en el cielo lo escondías” 29. Y por lo que se refiere a su opinión sobre la libertad de opinión, dice así en la segunda parte del Quijote: “Pasé a Italia y llegué a Alemania, y allí me pareció que se podía vivir con más libertad, porque sus habitadores no miran en muchas delicadezas: cada uno vive como quiere, porque en la mayor parte della [de Alemania] se vive con libertad de conciencia” 30.
No hemos de tomar en consideración sus dos excomuniones, provocadas por su actuación como comisionado del fisco en la recaudación de cereales en Andalucía (su intervención en establecimientos religiosos, como recaudador, bien podría haber inspirado la frase “con la Iglesia hemos dado”). Estos accidentes eran muy frecuentes en su época, y por lo general eran reversibles (las excomuniones solían ser retiradas, tras una “reparación” conveniente). No en vano, Carlos V y Felipe II también fueron excomulgados, y posteriormente readmitidos en la Iglesia 31.
Según la tradición, Cervantes y Shakespeare murieron con sólo un día de diferencia 32. Ambos marcaron un antes y un después en la literatura de sus respectivas naciones. Los franceses se hacían cruces de cómo un país como España pudiera maltratar de tal modo a uno de sus mayores genios: “Preguntáronme muy por menor de su edad, su profesión, calidad y cantidad [de Cervantes]. Halléme obligado a decir que era viejo, soldado, hidalgo y pobre, a lo que uno respondió estas formales palabras: 'Pues ¿a tal hombre no le tiene España muy rico y sustentado del erario público?' Acudió otro de agudeza, y dijo: 'Si necesidad le ha de obligar a escribir, plega a Dios que nunca tenga abundancia, para que con sus obras, siendo él pobre, haga rico a todo el mundo'” 33.
Cervantes plasmó en la segunda parte del Quijote tres circunstancias penosas de su tiempo: una situación general (catastrófica) de su país, el bandolerismo catalán, y la expulsión de los moriscos, llevada a cabo entre 1609 y 1613. El episodio de Ricote simboliza el caso de éstos, a punto de desaparecer de la faz de su patria, para ir -contra su voluntad- a otros destinos no menos crueles: “Es a través del episodio de Ricote, uno de los más emocionantes de la segunda parte del Quijote, como tocamos con el dedo el drama de esta comunidad [morisca]” 34.
Otro problema que preocupa a Cervantes, y que refleja en el segundo volumen del Quijote, es la situación en Cataluña y en otros reinos de la Corona de Aragón. Tal vez su buena opinión de Rocaguinarda, un famoso nyerro (y por tanto, antimonárquico), constituya una crítica oculta del modo con que la potencia dominante (Castilla) trataba al territorio dominado (Cataluña). Tanto el pasaje de Rocaguinarda (alusivo al bandidaje catalán) como el de Ricote (alusivo a la expulsión de los moriscos) serían vistos como subversivos en la Corte de Madrid, a no ser por el tratamiento sutil, pero claro, con el que Cervantes trata estos temas. Éste, uno de los grandes hombres de su nación, no podía estar de acuerdo con la intolerancia tridentina en su país, ni tampoco con el rigor desmesurado con los más débiles (los moriscos) o con los que tienen una visión diferente de lo que debe ser España (los cuadrilleros catalanes).
De nuevo, así estamos. Y así seguimos.
Bibliografía
Miguel de Cervantes. Don Quijote de la Mancha. Planeta, 1992. Edición a cargo de Martí de Riquer.
Miguel de Cervantes. “La cueva de Salamanca”. Entremeses. Planeta, 1984.
Miguel de Cervantes. “Las dos doncellas”. Novelas ejemplares. El País, 2004.
Alberto Spunberg. Miguel de Cervantes. Ediciones Rueda, 2001.
Jean Canavaggio. Cervantes. Espasa Calpe, 1987.
Joan Reglà. “El bandolerisme català”. En Episodis de la Història de Catalunya. Edicions 62, 1975.
Xavier Roviró i Alemany. Perot Rocaguinarda, cap de bandolers. Farell, 2006.
Anicet Salvans i Corominas. Perot, el bandoler. Rafael Dalmau, 1993.
Enrique Martínez López. “Sobre la amnistía de Roque Guinart: el laberinto de la bandositat catalana y los moriscos en el Quijote”.
Miguel de Cervantes. Viaje del Parnaso.
Almudena García González. “El bandolero histórico como personaje de comedia en Lope”.
Jaime Villanueva. Viage literario a las iglesias de España. Tomo VII. Imprenta de Oliveres, 1821.
Notas
1 No lo cito por las razones que expongo más abajo.
2 Ha sido destruido a conciencia, hace escasas semanas, por alguien a quien no le gustaba la iconografía pagana grabada en él.
3 Viage Literario a las iglesias de España. Volumen VII. Página 131.
4 Joan Reglà. “El bandolerisme català”. Página 208.
5 Anselm M. Albareda y Josep Massot i Muntaner. Edición del 2012. Página 95 y siguientes.
6 Carta del obispo de Vic, fra Andrés de San Jerónimo, a Felipe III, el 1 de marzo del 1615. Citado por Joan Reglà, página 211.
7 Anicet Salvans i Corominas, página 209.
8 Segunda parte de Don Quijote. Capítulo 60.
9 Segunda Parte de Don Quijote. Capítulo 72. Aquí Don Quijote alude al Quijote apócrifo de Avellanoda, el cual tiene como escenario unas justas en las que participa el caballero andante imaginado por Avellaneda, en la ciudad de Zaragoza: “Por el mismo caso –respondió don Quijote-, no pondré los pies en Zaragoza, y así sacaré a la plaza del mundo la mentira deste historiador moderno [Avellaneda]…” (Capítulo 59). Posteriormente encaminó su rumbo hacia Barcelona: “Era fresca la mañana, y daba muestras de serlo asimesmo el día en que don Quijote salió de la venta, informándose primero cuál era el más derecho camino para ir a Barcelona sin tocar en Zaragoza: tal era el deseo que tenía de sacar mentiroso aquel nuevo historiador que tanto decían que le vituperaba” (Capítulo 60).
10 Jean Canavaggio, páginas 63, 64 y 89.
11 Introducción al Quijote, de Martí de Riquer. Página XXVIII.
12 Página 136.
13Páginas 145 y 146.
14Segunda parte, capítulo 62.
15La imprenta que supuestamente visitó Don Quijote, según la tradición popular, habría existido realmente, en un local que hoy día ocupa una tienda dedicada a la venta de bisutería, con el nombre de Dulcinea. Se hallaba en la calle del Call, número 14-16. Junto a uno de los balcones hay una placa en el que aparece el siguiente mensaje: “Esta casa albergó de 1591 a 1670 la oficina tipográfica Cormellas”. Su propietario, Sebastián Cormellas, habría nacido, como Cervantes, en Alcalá de Henares, y sería socio de Blas de Robles, cuyo hijo Francisco publicó en 1605 la primera parte del Quijote. Curiosas coincidencias con la vida y obra de Cervantes. (Itinerario cervantino por Barcelona realizado con los alumnos del INS Torre Roja. Publicado en Internet.)
16Contraportada de la obra.
17Jean Cannavaggio, página 204.
18Carta de Lope de Vega, de marzo del 1612, en alusión a una reunión de la Academia del Conde de Saldaña. Citado por Martí de Riquer, en su introducción al Quijote.
19Alberto Spunberg, página 178.
20Jean Cannavaggio, página 235.
21En el prólogo del Quijote apócrifo Avellaneda se deshace en elogios de su “maestro Lope” (Alberto Spunger, página 180). Hay quien opina que Avellaneda sería en realidad Jerónimo de Pasamonte, que Cervantes hace entrar en el Quijote con el apodo de Ginés de Pasamonte, que habría puesto su pluma al servicio de Lope de Vega (Jean Canavaggio, página 236). Sea como sea, las desavenencias entre Lope y Cervantes constituyen una historia bien conocida por parte de los biógrafos.
22Jean Canavaggio, página 212.
23Página 15.
24Página 260.
25Segunda parte, capítulo 9.
26Introducción al Quijote, página LX.
27Fray Juan Gil y fray Antón de la Bella.
28Página 201.
29Jean Canavaggio, página 158.
30Capítulo 54.
31Jean Canavaggio, página 128.
32Cervantes el 22 de abril de 1616. Shakespeare el 23 de abril.
33Dicho por embajadores franceses al licenciado Márquez Torres, uno de los censores de la segunda parte de Don Quijote.
34Jean Canavaggio, página 202.
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