Por qué las brujas ya no usan escoba
Hace muchísimo tiempo, existía un valle donde nunca llegaba la primavera. Una bruja mala vivía allá: y como a ella no le gustaban las flores, ¡había condenado a ese valle a un invierno continuo!
Pero a medida que se iba haciendo mayor, la bruja mala se sentía cada vez más sola... Cuando los vecinos del lugar la veían volar, ¡se escondían en su casa!
Un día, cuando la bruja era ya muy-muy vieja, agarró su escoba y salió a pasear... Y mientras volaba, por el hueco de una ventana vio a un niño llorar...
Pero no lloraba de cualquier manera... Lloraba con todas sus fuerzas, porque en esa casa hacía mucho frío, y su madre ya no tenía leña para encender la chimenea...
Así que la bruja, que sintió pena, pensó para sí:
"Como mi escoba es mágica, si echo un trozo de ella en el fuego, su llama no se consumirá nunca... Entonces ese niño dejará de tener frío".
Y esto es lo que hizo: con sus dientes, dio un fuerte mordisco al mango de su escoba, ¡y arrancó de cuajo un trozo de él! Después lo echó por la chimenea, y marchó... A partir de ese momento, y gracias al palo de su escoba, en aquella casa nunca volverían a pasar frío...
Entonces, la bruja se montó en lo que quedaba de su escoba, y continuó con su paseo. Más tarde, vio a un pobre campesino comiendo una triste zanahoria... ¡Eso era todo lo que tenía para cenar! Porque como en ese valle hacía tanto frío, todo lo que cultivaba se le moría... Y la bruja pensó para sí:
"Como mi escoba es mágica, si planto un trozo de ella, no tardará en crecer y convertirse en un hermoso manzano".
Y esto es lo que hizo: Con sus poderosos dientes hizo así... ¡Ñac!
Sí, le dio un mordisco al palo de su escoba, y arrancó de cuajo un trozo de él... Entonces, lo hincó en el suelo, y al cabo de un rato creció un enorme árbol lleno de sabrosas manzanas... "A partir de ahora, este campesino no volverá a pasar hambre", pensó la bruja para sí...
La bruja se volvió a montar en lo que quedaba de su escoba, y continuó con su paseo. Más tarde vio a una anciana tosiendo de una forma muy fea (porque por culpa del frío que hacía se había acatarrado)... Y la bruja pensó para sí:
"Como mi escoba es mágica, si echo un trozo en la sopa, ¡seguro que esa anciana se curará!"
Y así, ni corta ni perezosa, echó otro trozo del palo de su escoba en un caldero, lo hizo hervir, y puso la sopa delante de la puerta de la casa de la anciana... ¡Qué contenta se puso la bruja cuando un rato después la oyó cantar de esta manera!: "Tralarí-tralará, el catarro se me ha ido ya".
Pero como os fácil imaginar, ¡la pobre bruja se había quedado sin el mango de su escoba! ¿Y ahora qué haría con ella, si ya no podía volar?
Estuvo pensando y pensando, y encontró la solución: empezó a arrancar, una a una, todas las pajitas del cepillo de la escoba, y las tiró por aquí y por allá...
Donde quiera que caían, allí crecía una flor. ¡Por fin había llegado la primavera a ese valle! Y esa bruja nunca volvió a sentirse sola, porque los vecinos, agradecidos, la visitaban a menudo. Desde entonces, las brujas han dejado de usar escoba... Y de ser tan malas, también...
Moraleja: Haz el bien, y no mires con quién.