Juan el bueno
Hace muchos años vivía en un pequeño valle un joven llamado Juan. Éste era feliz con su madre y su padre, en su casa de campo... Pero había pasado toda la vida en ese pequeño valle, ¡y quería conocer el mundo!
"¡Qué bonito es mi valle! ¡Pero es que el mundo es tan grande...!"
Un día, Juan le dijo a sus padres que quería marchar para saber cómo vivían en la ciudad. A ellos no les pareció mal, y por eso le dieron: un morral de comida, un saco de oro, y un abrigo bien forrado para que no pasara frío.
Y así, cantando, Juan se fue tan alegre a la ciudad... Por el camino encontró a un niño que se estaba ahogando, y sin pensárselo dos veces, se desvistió, ¡y se tiró al río! Y gracias a sus esfuerzos, ¡pudo salvar al niño!
Pero, mientras tanto, un ladrón pasó por allí, ¡y le robó su bolsa de oro! ¡Pobre Juan! ¿Qué haría ahora sin dinero? Pero a él le daba igual, porque lo más importante era haber salvado a ese niño...
Un rato después, Juan siguió su camino, y vio una viejecita muy flaca... ¡Y a Juan le dio tanta pena, que decidió darle la comida de su morral!
"Señora, coma de aquí; que a usted le hace más falta que a mí".
Y la viejecita, muy agradecida, ¡se comió la comida con muchas ganas! Y cuando hubo acabado, le dio una bendición... ¡Qué contento estaba Juan! Para él aquel agradecimiento valía mucho más que su propia comida...
Lo malo es que pasó el tiempo, y Juan estaba muy cansado. ¡Y tenía tanta hambre, que la barriga le empezó a doler mucho!
Pero aun así, siguió su camino con buen ánimo. En ese momento vio llegar a una mujer con un niño pequeño... Y como se puso a llover, Juan le dijo:
"Señora, coja mi abrigo, porque así podrá tapar a su hijo".
Y la mujer, muy agradecida, le dio un beso en la mejilla. ¡Qué contento se puso Juan! Ese beso tenía para él más valor ¡que el mejor abrigo de pieles!
Pero, como os podéis imaginar, Juan estaba chorreando de agua, y como además hacía mucho frío empezó a tiritar...
¡Pobre Juan! Había dado todo lo que tenía a los demás, y cuando llegó al pueblo, ¡todo el mundo le daba la espalda, porque le confundieron con un vagabundo!... Estaba aterido, enfermo, y hambriento, y como no podía más, entró a una posada, por si le querían dar algo de comer...
"Señor posadero, ¿me puede dar alojamiento? Mire que estoy enfermo y hambriento".
El posadero, no sólo no le dio nada, sino que además lo echó de la posada de muy malos modos... Pero entonces en una mesa encontró: al niño, a la anciana y a la mujer con el niño a los que había ayudado...
Estaban celebrando la llegada de una familiar que venía de muy lejos... De la ciudad...
Y cuando esta chica se enteró de lo que Juan había hecho por su familia, se enamoró de él... Y mirad por donde, gracias a su accidentado viaje, Juan consiguió una esposa, y además se fue a vivir a la ciudad... A partir de ese momento, fue llamado "Juan el Bueno".
Moraleja: Nunca está de más hacer un acto de bondad.