La cabra del señor Seguin (revisión de un cuento popular)
En una cabaña de la Provenza francesa, vivía un humilde granjero llamado señor Seguin. Este hombre se ganaba la vida haciendo queso con la leche que le daban sus cabras...
Pero el señor Seguin tenía un problema: el cercado donde pastaban las cabras era muy pequeño, y por eso, éstas se aburrían mucho... Así que, una tras otra, se escaparon y se fueron al monte...
En el monte había un lobo muy fiero... Y una tras otra, éste se las comió a todas...
¡Pobre señor Seguin! En poco tiempo, ¡había perdido sus cabras, porque éstas no se acostumbraban a quedarse en la cerca! Así que decidió comprar un cabritillo para que le cogiera cariño a su granja desde muy pequeño.
"A este cabritillo muy bien lo cuidaré, y cuando sea grande nunca lo perderé".
Y así hizo: lo cuidó mucho, y cuando se hizo grande éste fue muy feliz en la pequeña granja del señor Seguin... Pero mirad lo que pasó: un día, un rebeco bajó de la montaña, y le dijo al cabritillo:
"Cabra tonta, ¿qué haces en ese triste cercado? Ven conmigo a la montaña y allí encontrarás la felicidad que siempre has buscado".
La cabra hizo caso del rebeco: saltó la valla del cercado, y lo acompañó con mucha alegría...
El aullido del lobo es lo primero que oyó cuando llegó a lo más alto de la montaña... Pero no le hizo demasiado caso, la verdad, y siguió jugando con su nuevo amigo: el rebeco...
Cuando se hizo de noche, el lobo se acercó a la cabra y al rebeco... Pero éste, como era muy ágil, se escapó dando grandes saltos . En cambio, la cabritilla había pasado toda la vida encerrada en una pequeña cerca... Por eso, cuando vio al lobo, con esa boca enorme... Se echó a temblar, indefensa, y temió lo peor...
Afortunadamente, en ese mismo momento oyó sonar la trompetilla del señor Seguin...
¡Cómo se alegró de que su amo la fuera a recoger! ¡Éste sacó la escopeta, hizo un disparo (¡pum!), y el lobo marchó con el rabo entre las piernas!...
A partir de ese momento la cabra no volvió a escapar del cercado para ir a la montaña, pues la mala experiencia le había enseñado que el reino del lobo y del rebeco no era el suyo.
Moraleja: La inconsciencia es enemiga de la prudencia.