El rey y el adivino
Un rey vivía muy feliz en su palacio, rodeado de su Corte. Un día, organizó un torneo para que todos los caballeros se divirtieran un rato. Y uno de ellos dijo de broma...
"Ya verás como en un rato, el rey caerá de su caballo..."
Y efectivamente, no hubo acabado de decir eso, ¡el rey se cayó del caballo! En ese momento éste pensó que aquel caballero tenía capacidad para adivinar el futuro, por lo que lo nombró "adivino de cámara".
"Con un adivino a mi lado, del futuro ya no tendré cuidado".
Sí, porque creía que si podía conocer el futuro antes de que sucediese, en todo momento tomaría las decisiones correctas...
El falso adivino se hizo construir una bola de cristal. Y para impresionar al rey, hacía así...
"Bola-bolita, dime por favor una cosita..."
No se sabe cómo, al falso adivino no le fue nada mal con su cargo... Se las arregló para medio acertar sus predicciones (que por supuesto, siempre eran muy ambiguas y confusas). Y con el tiempo, el rey acabó confiando en él...
"Con un adivino a mi lado, del futuro ya no tendré cuidado".
El rey le consultaba siempre que debía tomar una decisión importante... Por eso, el falso adivino se llegó a hacer muy influyente y poderoso en la Corte. Tanto, que un día pensó:
"Le diré al rey que tiene contados los días, y cuando muera su corona será mía".
Y en efecto, eso es lo que hizo: anunció al rey que pronto moriría... Y como el rey creía tanto en sus augurios, se puso tan triste que ¡enfermó realmente!
¡Vaya si era malvado el adivino! En realidad, lo único que le interesaba era ganar el trono, aunque fuera a través de la la mentira.
El rey se puso tan enfermo, que ningún médico le podía curar. Hasta que un buen consejero le propuso:
"Majestad, creo que ese adivino te está engañando. Déjame hacer a mí y te lo demostraré..."
El consejero hizo venir al falso adivino y le preguntó: "Adivino, tú que eres tan listo, dime dónde dormirás esta noche". El adivino le contestó: "En mi casa, como siempre"... "¡Pues no! En una húmeda mazmorra, por farsante y traidor", le anunció el consejero...
Entonces ordenó que lo metieran en la cárcel. Y luego dijo al rey:
"Majestad, el falso adivino a la mazmorra ha ido a parar, porque su propio futuro no ha sabido acertar..."
Al comprobar el rey que el adivino era en realidad un caradura lleno de ambición, enseguida recuperó la salud... Y por supuesto, ¡nunca más volvió a confiar en la palabra de los adivinos!
Moraleja: La suerte de los farsantes es efímera.