El ruiseñor que no sabía cantar
En un nido del bosque nacieron dos pequeños ruiseñores. Los dos pájaros eran igual de bonitos, y su madre los quería a los por igual. Pero había algo que los hacía diferentes: uno de ellos no sabía cantar.
Cuando se hicieron más grandes, llegó la hora de aprender a volar. Aunque al principio tenían mucho miedo, su madre les enseñó tan bien, y les dio tanta confianza, que al cabo de poco tiempo los dos sabían volar perfectamente...
Pero cuando ya eran lo bastante grandes como para dejar el nido, había algo que uno de los dos ruiseñores no había aprendido a hacer: cantar. Por más que lo intentaba no le salía bien...
Desafinaba tanto, que su madre y su hermano tenían que taparse los oídos. Mirad: le salía un sonido como éste... ¡Uy! Qué sonido más desagradable... Y decía para sí:
"¿Qué voy a hacer? Sin cantar, un auténtico ruiseñor nunca seré".
¡Pobre ruiseñor! Pero llegó el día en que los dos hermanos dejaron el nido, y con mucha emoción, se despidieron de su madre: "Adiós mamá", dijeron los dos... Y después cada uno se fue por su lado.
A nuestro amigo ruiseñor, aunque no sabía cantar, no le fue nada mal... Al revés, se convirtió en un experto pájaro volador... Y además, tenía mucho talento para cazar moscas y sabrosos gusanos... Pero un día se preguntó:
"Ya hace mucho tiempo que no veo a mi hermano: ¿cómo le habrá ido?".
Así que fue a buscarlo... Al hermano no le había ido tan bien: como se pasaba el día haciendo gorgoritos con su hermosa voz, ¡se había olvidado de volar! Y por eso, ¡no sabía cazar una triste mosca!
En fin: como lo único que sabía hacer era cantar, decidió probar suerte en el mundo de los humanos. Un día, se puso a cantar en la repisa de una ventana, y al dueño de la casa le gustó tanto su canto, ¡que se lo quedó como mascota!
Desde ese día, ese ruiseñor vivió en una jaula. Allí podía cantar durante todo el día, y comer el mejor alpiste y los mejores cañamones. Con el tiempo, empezó a aburrirse y a echar de menos la vida en el bosque...
Pero tuvo mucha suerte, porque su hermano (el ruiseñor que no sabía cantar) lo encontró por fin... Y con un poco de paciencia consiguió abrir la puerta de su jaula... Después, los dos hermanos marcharon de allí, contentos de volverse a encontrar después de tanto tiempo.
Entonces, el ruiseñor que no sabía cantar enseñó a su hermano a cazar. Y a cambio, éste le enseñó a cantar.
De esta manera, los dos hermanos ruiseñores vivieron felices en el bosque, ¡y fueron siempre grandes amigos!
Moraleja: Entre los bienes más preciados, el más valioso es la libertad.