La corneta fastidiosa
Hace muchos años un valiente soldado dejó el cuartel para dirigirse hacia su casa. Era tan valiente, que su general le regaló la corneta del regimiento, que tocaba más o menos así... ¡Tararí...!
Pero esa no era una corneta normal: era mágica, y advertía del peligro siempre que éste acechaba cerca... Por eso su regimiento era invencible, le recordó el general...
Bueno, la verdad es que hacía muchos años que no había participado en ninguna batalla... ¡Con razón era invencible!
Por supuesto, el valiente soldado se puso muy contento, y se fue a su casa cantando...
"A mi casa vuelvo yo, con poco dinero pero mucha ilusión..."
Así cantaba nuestro soldado mientras se dirigía a su casa despreocupadamente... Pero de repente, la corneta empezó a sonar... ¿Cómo sonaba?
¡Tararí...!
"¿Qué pasa, por qué suena la corneta?" Se preguntó el soldado... Y vio que delante había un pequeño puente de madera... Que la verdad, no parecía muy seguro...
"Ya entiendo: me está advirtiendo de que pasar ese puente puede ser muy peligroso; si me caigo por él me llevará la corriente del río", dijo para sí el soldado.
O sea, que decidió dar un rodeo, para no pasar por ese puente de madera. En su lugar, decidió atravesar el río por un puente de piedra que estaba quince kilómetros más abajo... ¿Y creéis que por este puente sí pasó?
Claro que sí, porque como era de piedra el soldado ya se sentía seguro... Pero un poco más lejos, había un pueblo que tenía fama de estar lleno de ladrones, así que la corneta hizo...
¡Tararí...!
¡Vaya, qué fastidio! Ahora la corneta le advertía a nuestro valiente soldado de que si entraba a ese pueblo, algún ladrón le podía asaltar... Así que decidió pasar de largo...
El único problema es que... ¡Se estaba haciendo de noche, y el soldado tenía mucha hambre! A pesar de todo, decidió dormir al lado del camino, siguiendo el consejo de la corneta...
Al día siguiente, el soldado siguió su marcha, y no paró hasta que llegó a su casa... Lo malo es que la corneta no le dejaba en paz: cuando salía a la calle, tocaba cada vez que el soldado pasaba debajo de un balcón, o al lado de un pozo, o delante de un carro... ¿Os acordáis cómo?
¡Tararí!
Al final, por culpa de la corneta, el soldado acabó tomándole miedo a todo. Tanto, que ¡ya no se atrevía a salir de casa! Se pasaba todo el día encerrado, por miedo de que le cayera una maceta encima, o le atropellara un carro...
¿Creéis que el soldado seguía siendo igual de valiente?
Por supuesto que no... Bien al contrario: se convirtió en un soldado miedoso. Así que un día decidió hacer esto... Cogió un pañuelo, lo metió dentro de la corneta (para que no sonara más), y la colgó bien alta en la pared...
Así podría vivir su vida en paz: sin temer que en cualquier momento le pudiera caer un balcón encima...
MORALEJA: La imprudencia no es buena, pero vivir con miedo es peor.