El último dragón
¿Os gustaría saber de dónde vienen todos los cuentos de hadas, de duendes y de dragones? Pues eso es lo que os voy a explicar hoy...
En un pequeño pueblo de las montañas vivía un joven muy aventurero. Éste sabía que antiguamente, en esas montañas, había un dragón que guardaba un tesoro... Y como pensaba que ese dragón ya habría muerto, pensó:
"Si la cueva del dragón descubro ese tesoro será mío, seguro".
Entonces, ese joven metió todo lo que necesitaba en un zurrón, cogió un odre lleno de agua, y marchó muy decidido a la aventura...
Ese joven estuvo buscando y buscando por toda la montaña, y ¡nada! Que no encontraba la dichosa cueva... Pero al final, cuando casi se daba por vencido... Vio una caverna con las paredes muy negras. Por lo que pensó para sí:
"Mmm... Estas paredes están requemadas. Seguro que el dragón tiene aquí su morada".
Y el intrépido joven entró allí sin pensárselo dos veces... Como os dije antes, éste creía que el dragón se habría muerto ya, pero no... ¡Allí había un dragón hecho y derecho, aunque un poco anciano! Y éste le dijo al joven muchacho...
(Con voz gangosa) "Chico, ¿qué haces aquí? ¿No sabes que con mi aliento en un periquete te puedo freír?".
¿Y creéis que ese joven tuvo miedo? Un poco sí que tuvo... Pero como era muy valiente, tragó saliva, y le exigió al dragón que le entregase su tesoro.
En ese momento, el joven se puso a resguardo detrás de una piedra... Ya sabéis, por si al dragón le daba por echarle una llamarada de fuego... Pero el pobre ya estaba tan viejo, que de su garganta a duras penas podía salir llama para encender una cerilla. Así que le dijo al muchacho:
"Chico, realmente eres muy valiente. Por eso sólo tú el tesoro mereces".
Pero el dragón le ofreció el tesoro sólo con una condición: ganarle diez veces seguidas en el "piedra-papel-tijera", un juego en el que era un experto... Ya sabéis: piedra gana a tijera, tijera gana a papel, y papel gana a piedra...
Estuvieron jugando durante un buen rato al "piedra-papel-tijera", pero como hacía tanto tiempo que el dragón no practicaba con nadie, el joven le dio un auténtico palizón: no le ganó diez, sino veinte veces seguidas... ¿Y pensáis que el dragón cumplió con su palabra y le dio el tesoro?
¡Claro que sí! Y con las monedas de oro de ese tesoro, el muchacho se compró una gran mansión, con muchísimas habitaciones... Pero lo curioso del caso es que el viejo dragón dejó de vivir en la cueva...¿Sabéis dónde vivió a partir de entonces?
En la casa del muchacho, porque durante el tiempo en que estuvieron jugando los dos en la cueva, se hicieron muy amigos...
Y lo que es más importante, ese dragón le explicó al joven todos los cuentos que se explican hoy en día: que hablan de príncipes y princesas, dragones, hadas, duendes y brujas... O sea, que gracias a él, os puedo contar todos estos "cuentos que no me invento".
Moraleja: Más vale maña que fuerza.