1. El enigma Colón

 

         De Colón sabemos muy poco, puesto que no existe un retrato contemporáneo (es decir, pintado o dibujado en su época del natural), aunque sí disponemos de la descripción física de sus coetáneos. Bartolomé de Las Casas dijo de él: “Era grave en moderación, con los extraños afable, con los de su casa suave y placentero, con moderada gravedad y discreta conversación”. Su hijo Hernando, en su Historia, realiza una breve descripción física del navegante: “Fue el Almirante hombre de bien formada y más que mediana estatura; la cara larga, las mejillas un poco altas; sin declinar a gordo o macilento; la nariz aguileña, los ojos garzos; la color blanca, de rojo encendido; en su mocedad tuvo el cabello rubio, pero de treinta años ya lo tenía blanco”. Y añade un aspecto no poco importante por lo que se refiere a su lugar de origen:

 

            “Muchos de los rebeldes [en las Indias] no dejaban de dar informaciones falsas a los Reyes Católicos y a los de su Consejo, contra el Almirante y sus hermanos, diciendo que eran cruelísimos, incapaces de aquel gobierno, tanto por ser extranjeros y ultramontanos, como porque en ningún tiempo se habían visto en estado que por experiencia hubiesen aprendido el modo de gobernar gente honrada”.

 

         Extranjeros y ultramontanos, denomina el hijo del navegante a su padre y a sus tíos. ¿Extranjeros respecto a qué país? Respecto a Castilla. Colón no era castellano.

         Pero es que además Colón no se llamaba así, sino Colom, tal como hace constar Fernández de Oviedo en su Historia general y natural de las Indias. Y de este modo está escrito, tanto en el escudo del Almirante (véase la ilustración) como en la carta que envió a Luis de Santángel (escribano de ración del rey Fernando de Aragón), o a Gabriel Sánchez (Epistola Ghristofori Colom), tras su primer viaje a las Indias, en el año 1493.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Apellido Colom en el escudo de Cristóbal Colón y en una carta dirigida a Luis de Santángel.

 

         El origen y la filiación del Almirante de la Mar Océana es un misterio. No porque los historiadores hayan querido crear un problema donde éste no existía, sino porque el propio navegante creó las bases del enigma. Su hijo, Hernando Colón, dice a este respecto en la Historia del Almirante:

 

            “De manera que cuan apta fue su persona y dotada de todo aquello que para cosa tan grande conveía, tanto más quiso que su patria y su origen fuesen menos ciertos y conocidos”

 

         En definitiva, fue el propio Colón quien quiso mantener en la oscuridad su origen. ¿Por qué motivo? Eso es algo a lo que nos referiremos más adelante.

 

Colón, elegido del Altísimo

 

         Cristóbal Colón, en una carta a la aya del príncipe Don Juan de Castilla, vuelve a liar el asunto cuando pone en cuestión su verdadero nombre:

 

            “Yo no soy el primer Almirante de mi familia; póngame, pues, el nombre que quisieren, que al fin David Rey Sapientísimo fue guarda de ovejas, y después fue hecho Rey de Jerusalem, y yo siervo soy de aquel mesmo Señor que le puso a él en tal estado”.

 

         Aquí el navegante es explícito en dos ideas: él formaba parte de una familia de almirantes (de ello hablaré en otro lugar), de la que no especifica el nombre (“póngame, pues, el nombre que quisieren”), y por otro lado se creía investido de una “misión” divina. Se sentía un elegido, un escogido de Dios para llevar a cabo una importante labor. Su hijo Hernando lo deja claro en la Historia del Almirante:

 

            “... Creyendo que él [Cristóbal Colón] hubiese sido elegido de Nuestro Señor para una cosa tan grande como la que hizo, y porque había de ser así verdadero Apóstol suyo, cuanto en efecto fue...”

 

         Su misión no sería tanto descubrir la ruta de las Indias, como conseguir los medios –el oro- con los que poder financiar la cruzada que había de expulsar a los turcos de su querida Sión (Tierra Santa). Ello lo expresa en la siguiente frase del Libro de las profecías: “El abad Joaquín [de Fiore], calabrés, dijo que había de salir de España quien había de reedificar la casa del monte Sión”. En una carta a los Reyes Católicos, fechada en el año 1503, dice a su vez: “Hierusalem y el monte de Sión ha de ser reedificado por mano de cristianos”. Aquí radicaría el origen del sobrenombre que Colón adoptaba en su enigmática signatura, de la que hablaremos en otro lugar: Xristo Ferens (el “portador de Cristo”). Su hijo aclara que Cristóbal era “su propio nombre”. Y añade que éste le es apropiado:

 

            “Para la salud de aquellas gentes [los habitantes de las Indias] había de ser enviado...; y luego, si queremos reducir su nombre a la pronunciación latina, que es Christophorus Colonus, diremos que así como se dice que San Cristóbal tuvo aquel nombre porque pasaba a Cristo por la profundidad de las aguas con tanto peligro, por lo cual fue llamado Cristóbal..., así el Almirante, que fue Cristóbal Colón..., pasó él y sus ministros, para que fueran aquellas gentes indianas colonos y moradores de la Iglesia triunfante de los cielos”.

 

Los nombres de Colón

 

         Hernando Colón lo llama Cristóbal. Ello descartaría otras alternativas, a no ser que hubiera sustituido su verdadero nombre por otro en una etapa avanzada de su vida, después de su actividad como pirata al servicio del rey René de Anjou (enemigo del Rey Católico). ¿Y cuál sería aquél? Autores modernos lo han identificado como Juan: el Joan Colom (Colom Junior) de Luis de Ulloa, el Joan Cristòfor Colom i Bertran de Jordi Bilbeny, o el Joahnnes Scolvus (o Scolum) de la expedición danesa de 1477 (según un documento hallado por el bibliotecario danés Sajus Larsen). Lucio Marineo Sículo lo llamó Pedro en su obra De las cosas memorables de España (Alcalá de Henares, año 1539).

         A este respecto Enrique Bayerri Bertomeu, en su obra Colón tal cual fue, dice lo siguiente:

 

            “¿Es que Lucio Marineo sabía o presumía que no era Cristóbal el verdadero nombre de Colom? ¿O por ventura Colom, antes de llamarse Xristo-Ferens, hizo uso, durante algún tiempo, en Portugal, del sobrenombre Pedro? Haya usado o no este último, lo indiscutible es que Colom, en un momento dado, tomó en Portugal el nombre de Xristo-Ferens. Y en aquel día nació, en él, otro hombre”.

 

         Enrique Bayerri añade que Cristóbal Colón cambió su apellido original (Colom) por el de Colón ya en Castilla:

 

            “El apellido Colom, con m y no con n última, que hace acto de presencia en los primeros documentos de 1487 y 1488, cesa de exhibirse para ser reemplazado por el de Colón, castellanización de aquél, y por el de Xpo Ferens, que llena desde 1492 todos los documentos redactados hasta su muerte en 1506”.

 

         El navegante castellanizó de diversas maneras su apellido: no sólo Colón, sino también Colomo. A este respecto, en una partida de las Cuentas del Tesorero de Sevilla, Francisco González, hoy en el archivo de Simancas (con fecha de 5 de Mayo de 1487), se lee: “Este dicho dia di a Xproval de Colomo, extranjero, tres mill mrs. que está aquí haciendo algunas cosas complideras á servicio de sus altezas...” (Enrique Bayerri, página 725).

         Ésta era una práctica común en aquellos tiempos, en los que no existía un patrón establecido en la adopción de sobrenombres, hasta el punto que era normal que un padre tuviera hijos con apellidos diferentes. Así tenemos el caso de un médico de Sanlúcar de Barrameda, el doctor Duarte Núnez de Acosta, que llama a sus hijos Juan Tenorio, Antonio de la Rosa y Diego de León. No fue hasta el Concilio de Trento (1547) cuando se impuso un mayor rigor a la hora de establecer filiaciones.

         Hernando Colón continúa embrollando el origen (la patria) de Colón cuando nos dice que su padre estudió en Pavía, cosa que no se ha demostrado, pues en los libros de matrícula de esta universidad no se ha encontrado ningún rastro del futuro navegante; ello, y su carencia de estudios formales (lo que es evidente a la vista de su deficiente uso del lenguaje escrito), desmiente que pasara por la universidad italiana. Otra cosa sería que hubiera efectuado sus primeros estudios en la escuela de primeras letras, para hijos laneros, existente en la calle de Pavía de la Ciudad de Génova; o en la minúscula población llamada Pavía de Segarra, si hacemos caso de la teoría que lo vincula con Torroja de Segarra (una de las múltiples hipótesis que se han establecido sobre sus orígenes).

 

El habla de Colón

 

         En un artículo anexo, escrito por el navegante y periodista Nito Verdera, se expone lo más esencial sobre el lenguaje escrito de Colón. En esta sección me limitaré a apuntar algunas reflexiones en torno a la lengua de Colón, a la luz de sus cartas y documentos.

         Es un hecho cierto que numerosos investigadores españoles, desconocedores de la lengua catalana, han considerado la extraña jerga del navegante como un ejemplo de koiné (expresión griega que significa “lengua común”), idioma de los navegantes que empleaba términos de distintos idiomas, en forma de lingua franca que les permitía entenderse (precariamente) entre sí. Algún intelectual (es el caso de Marcelino Menéndez y Palayo) llega a afirmar que Colón se expresaba en una forma de portugués-español; lo cual expone bien a las claras la ignorancia –cuando no el desprecio- de la cultura oficial de raíz castellana respecto al patrimonio lingüístico catalán que, al igual que el castellano (así como el gallego, o el vasco), forma parte –supuestamente- del mosaico cultural español.

         Los hombres y mujeres que lo conocieron en Castilla se maravillarían de un hombre, supuestamente llegado de la Liguria, que no sabía escribir italiano y que, según se dice, hablaba castellano con acento “portugués”. Tal vez el deje portugués fuera real (dado su prolongada estancia en este país), pero la base de su lengua probablemente sería ajena al portugués, como deja entrever el análisis de sus escritos, en los que abundan las formas catalanas, añadidas a un substrato castellano harto defectuoso (según las propias palabras de Las Casas).

         De Colón sólo se conocen dos textos en (mal) italiano. Uno de ellos es éste:

 

            “Del ambra es çierto nascere in India soto tierra he yo ne ho fato cavare in molti monti in la isola de feyti vel de ofir vel de cipango a la quale habio posto nome spagnola y ne o trovato pieça grande como el capo ma no tota chiara, salvo de chiaro y parda y otra nigra y ve ne asay”.

 

         De él dice Enrique Bayerri Bertomeu que es tan macarrónico y está tan antigramaticalmente escrito que “el último fregaplatos de Génova no escribiría un galimatías semejante”. Luis de Ulloa, en Noves proves..., es determinante: “Colom no sabía el italiano”. Harrisse subraya que del número considerable de cartas de Colón, ninguna está escrita en italiano. Tanto las que envió a Nicolò Oderigo (embajador de la República de Génova; en una de las cuales incluye un refrán español), al padre Gaspar de Gorricio (natural de Novara, en Italia), al florentino Berardi, así como la que dirigió al Banco de San Jorge de Génova, estaban redactadas en castellano. Mejor dicho, en “su” castellano. De éste dice Las Casas:

 

            “[Colón] no penetra del todo la significación de los vocablos de la lengua castellana, ni del modo de hablar de ella... Como que en Castilla no había nacido” (Historia de las Indias).

 

         Colón pudo tener nociones de italiano (no en vano disponía de una versión italiana de la Historia Natural de Plinio), y también de latín, como prueba la lectura de autores latinos no traducidos a fines del siglo XV: es el caso de San Ambrosio, de San Isidoro, de Beda, de Scoto, etc. (Bayerri Bertomeo, página 546). Por lo que se refiere al dialecto genovés, según este último autor, no encontramos un sólo genovesismo en sus escritos.

         Colón no parece haber dominado el portugués escrito (no se ha encontrado ningún texto atribuíble a él en esta lengua, si bien se habla de una carta apócrifa en portugués dirigida a Toscanelli). No es el caso del castellano, como sabemos, con su estilo koiné particular (lleno de catalanismos y de barbarismos de origen diverso). Ya en 1481 “inunda de anotaciones en español los márgenes de una obra de tan clásico y laborioso latín como la Historia rerum ubique gestarum, de Eneas Silvio Piccolomini (después Papa Pío II), en un ejemplar de la edición de Venecia, de 1477” (Enrique Bayerri).

         En definitiva, antes de su llegada a Castilla, Colón dominaba el idioma castellano, ciertamente con una sintaxis y una grafía imperfectas, pero que está en la línea del estilo que lo caracterizó durante su estancia en España, a partir del año 1484.

         Como apunta Bayerri, el empleo del castellano era una práctica común entre los catalanes de la época: “Serafí de Centelles, el ‘comanador’ Escrivá, Crespi de Valldaura, Alfons de Cardona, Francesc Carroç, Jeroni d’Artés, Bernat Fenollar, y varios más, que alcanzaron los últimos tiempos del reinado de Don Fernando el Católico, descollaron por su prurito castellanista a todo trance. Tanto, que muchos de ellos aportaron gran número de composiciones poéticas en castellano al Cancionero general de Hernando del Castillo, editado en Valencia en 1511 y 1514”.

         El caso de Colón no extraordinario en este contexto, en el que el “catalanote” Fernando no ocultaba su favoritismo por Castilla (lo cual se tradujo en el monopolio castellano del comercio transatlántico, vedado al Reino de Aragón).

 

Así pues, ¿Colón era originario de algún país de habla catalana?

 

         Si nos atenemos a la semántica de su apellido (Colom) antes de que éste fuera castellanizado por el de Colón (o Colomo), su origen ha de situarse en algún lugar donde se hablara el catalán, puesto que un colom es una paloma en lengua catalana. Y de hecho, Hernando Colón nos da una pista que alude a este origen, cuando dice en su Historia del Almirante:

 

            “Sobre las aguas del Océano también llevó [Cristóbal Colón, o Colom], como la paloma de Noé, oliva, y el óleo del Bautismo...”

 

         Esta imagen piadosa de su padre coincide, sorprendentemente, con el escudo de los Colom, tanto de Mallorca como de Barcelona (y también, como veremos posteriormente, con el de los Casanova de Como, en Italia): una paloma con una rama de olivo en el pico volando por encima del mar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La paloma con la rama de olivo en el pico, sobrevolando el océano, se ajusta a la frase de Hernando Colón. Representa a los Colom catalanes (de Mallorca y de Arenys de Mar) y a los Casanova lombardos (de Gravedona, en Como).

 

         Bayerri, citando a Luis Ulloa, sostiene que Colón empleaba, como después hizo su hijo Diego, un distintivo privado, que consistía en una paloma en un orbe coronado por la cruz (Bayerri, página 349). Esta paloma coincide con el blasón de los Colom catalanes y baleáricos.

         Recordemos la carta a Luis de Santángel, publicada en Barcelona en el año 1493. Allí el almirante firma como Colom, no como Colón. Es más, Hernando Colón (su hijo), en un cuaderno de la Biblioteca Colombina de Sevilla (el número 4.643), anota que dicha misiva estaba originalmente escrita en catalán. Según Enrique Bayerri Bartomeu (página 543) “se lee en una versión alemana publicada en 1497, en Estrasburgo... con la afirmación de que antes se tradujo del catalán al latín”.

         Éste no es el único texto en el que Colón (o Colom) emplea el catalán. Si observamos una de sus firmas, donde aparece el título “el Almirante”, podemos comprobar que las e inicial y final han desaparecido, por lo que podemos leer claramente l’almirant, una catalanización del término castellano (nótese que la expresión correcta en catalán sería l’almirall). Un ejemplo más del prolijo uso de catalanismos en sus escritos en lengua castellana.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cristóbal Colón, l’almirant.

 

Los Colón se declaran genoveses

 

         Ello no obstante, no sólo el Almirante, sino también su hijo Hernando Colón, declaran de forma explícita su origen genovés. A ello hay que añadir que Hernando Colón, hombre culto como pocos (bibliófilo, poseedor de una de las mayores bibliotecas de su tiempo), dice emplear el italiano fuera de España para evitarse problemas: “Y cuando andaba fuera destos reinos [de España] hablaba italiano do quiera que fuese por no ser cosnocido por español; y con esto, bendito Nuestro Señor, me escapé de muchos peligros en que me vi y en que fenesciera si supieran que era español”. Esto escribió en su testamento (otorgado el 12 de Julio de 1539), donde se llama asimismo “hijo de Don Cristóbal Colón, Ginovés, primer Almirante que descubrió las Indias”.

      En el mayorazgo de 1498 (del 22 de Febrero) Cristóbal Colón no menciona a sus “parientes” genoveses (en esa fecha su supuesto padre Domenico Colombo todavía vivía), y por otro lado no aparece como Colombo, sino como Colón. No en vano asegura que su linaje verdadero son “llamados de los de Colón”.

         En dicho mayorazgo (según algunos apócrifo) habría escrito asimismo: “Que siendo yo nacido en Génova les vine a servir aquí a Castilla…, pues que de ella [Génova] salí y en ella nací”. Y continúa: “Item mando al dicho D. Diego, mi hijo, o la persona que heredase el dicho Mayorazgo, que tenga y sostenga siempre en la Ciudad de Génova una persona de nuestro linaje que tenga allí casa y mujer e le ordene renta con que pueda vivir honestamente, como persona llegada a nuestro linaje, y haga pie y raíz en la dicha ciudad como natural, porque podrá haber de la dicha ciudad ayuda e favor en las cosas del menester suyo”.

         Su hijo Hernando debió tomarse en serio estas palabras, porque estuvo en Génova, así como en la región de la Liguria. Obedeciendo el mandato de su padre en el mayorazgo de 1498, siguió la pista los Colón (o Colom): “Pasando yo por Cuguero [Cogoleto] procuré tener información de dos hermanos Colombos que eran los más ricos de aquel lugar, y se decían que eran deudos suyos...” (Historia del Almirante). No encontró a sus antepasados, en las líneas paterna o materna.    

         Algunos autores consideran que el único documento que prueba la hipótesis del origen genovés de Colón es su testamento (se olvidan del de su hijo Hernando). No podemos obviar tampoco sus cartas a Niccolò Oderigo, o al Banco de San Giorgio (San Jorge), ambas en castellano, conservadas en Génova. Si bien su poder probatorio es escaso: es cierto que Colón tuvo una cuenta en dicho banco genovés; pero también la tuvieron los reyes Isabel y Fernando. Tal vez buscara allí estabilidad financiera, no un vínculo más o menos “nostálgico” con su supuesta ciudad natal.

 

Documentos apócrifos y presuntas falsificaciones

 

         En 1571, coincidiendo con la publicación de la versión italiana de la Historia del Almirante de Hernando Colón, una caterva de Colombo (de Cúccaro, de Monferrato, de Cogoleto) falsifica árboles genealógicos y amaña testificaciones, y presenta a un pretendiente de nombre Bernardo Colombo (Bayerri, página 460). Ciertamente, la teoría de su origen genovés pierde credibilidad cuando los Colombo ligures pretenden adquirir por medio de fraudes y engaños los derechos perdidos por los Colón, a consecuencia de la extinción del mayorazgo de 1498 (tras la muerte de Luis Colón en 1572, por falta de descendencia legítima de la línea masculina de la familia).

         Pero las supuestas falsificaciones no acaban ahí. Bayerri (páginas 284-285), citando a Luis de Ulloa, sugiere una trama de adulteraciones, llevadas a cabo por Vespucio (buen amigo de Colón; lesa traición), y con el respaldo del Rey, que comprenderían el testamento de Colón (el de 1498 sería falso, el de 1502 –desaparecido- sería el auténtico), o cartas copiadas y desfiguradas (como la del Banco di San Giorgio, la dirigida a la aya del príncipe Don Juan, así como la dirigida en 1503 a los Reyes Católicos), para así presentarse a sí mismo como verdadero descubridor del continente. De ahí la supuesta invención de los cuatro viajes de Americo Vespucio. Discrepo absolutamente de esta interpretación, como hago constar en mi artículo Americo Vespucio, 500 años después.

         En definitiva. se ha hablado de falsificaciones en los llamados “pleitos colombinos”, en el “mayorazgo” (o testamento) de Colón, y en su correspondencia. No entraré en el fondo de este asunto. Me limitaré a citar un párrafo de la obra Colom tal cual fue, de Francisco Bayerri: “Hay una masa enorme de adulteraciones, de ‘maquillajes’, de imitaciones. Puede afirmarse que son excesivamente raros los documentos relativos a Colom que hayan escapado a esta obra de mixtificación y verdadero ‘sabotaje’” (página 504).

         Este mismo autor añade la fabricación de “apócrifos” por parte de los genovesistas que defienden la tesis del Colombo genovés. A este respecto dice: “Mala causa, empero, la que ha de ser defendida con apócrifos y adulteraciones de toda clase; mala causa, también, la que para vincular en una ciudad [Génova] la gloria de haber engendrado un hijo tan eminente, ha de apoyarse en el sistema de rebajar su nivel moral hasta tal punto que disminuiría extraordinariamente su prestigio y dejaría su nombre bien mal parado. La tesis genovesa tradicional resulta no sólo gratuita sino absurda” (página 449).

 

Colombo versus Colom

 

         El asunto del origen genovés de Colón es quizás, el más enredado del ya de por sí laberíntico “enigma Colón”. Es un hecho cierto que el navegante tenía algún vínculo con esta ciudad de la Liguria, sea porque tenía amigos allí (Oderigo), porque tenía sus ahorros depositados en un banco de esta localidad, o porque –pura y simplemente- habría nacido en tal lugar. Indicios no faltan en este sentido. Diego Colón, hijo del almirante, tenía un apoderado en Saona, quizás para cumplir la voluntad del padre en el mayorazgo de 1498 (lo cual confirmaría que, al menos en parte, aquél sería auténtico). Ello indica un acta levantada en dicha localidad el 30 de Marzo de 1515 por el notario Simón Capello, y en el que consta “que León Pacaldo, procurador del magnífico Señor Didaci Collon (sic) delega el poder que éste tenía en Antonio Romanan” (Bayerri, página 478).

         Si este documento es cierto –y no estoy en condiciones de afirmar lo contrario-, entonces la tesis genovesa quedaría reafirmada. Sin embargo, nótese que aquí no se menciona a Diego Colón como Colombo, sino como Collon (una italianización de Colón), dando a entender, implícitamente, que su apellido no sería –de ninguna manera- Colombo.

         Una prueba en este sentido es la declaración de una nieta de Cristóbal Colón, doña Francisca Colón, en el pleito sucesorio iniciado tras la muerte de Luis Colón, en 1572. Ésta sostenía, frente a las demandas de los Colombo genoveses (en la persona de Bernardo Colombo), que “los Colón eran otra cosa distinta de los Colombo de Italia” (Bayerri, página 452).

         Ello no obstante, en los tiempos de dominio fascista, en Italia, se trató de demostrar, con poca fortuna, la identificación del apellido Colón con los Colombo de Génova. Y de ahí el libro titulado Città di Genova, publicado en 1931, en el que se exponen una serie de documentos que supuestamente acreditarían lo antedicho.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Libro conocido como Città di Genova.

 

         La piedra de toque de dicha “evidencia genovesa”, con la familia Colombo como protagonista, es el llamado “documento de Asseretto” (acta notarial escrita en Génova en Agosto de 1479), hallado por el general italiano Hugo Asseretto en los archivos de Génova, en 1904. En él se dice que en dicha fecha comparece Christoforus Colombus, Civis Jaune [en la ciudad de Génova], ante notario, y después de declarar que tiene veinte y siete años cumplidos (habría nacido en en 1451), manifiesta que Ludovico Centurione encargó a Paolo di Negro la compra de un cargamento de azúcar en la isla de Madeira; éste a su vez confía la adquisición de la mercancía a Cristóbal Colón. Debía comprar 2.400 arrobas de este producto. Seguidamente Colón asegura que al día siguiente partía para Lisboa (Bayerri, página 479).

         En este documento Cristóbal Colón no es todavía patrón de barco, sino un simple comerciante; en concreto, sería un agente comercial de Di Negro, que a su vez era consocio de Centurión y Spínola (Bayerri, página 53). Por otro lado, no son pocos los que consideran que esta minuta es de dudosa autenticidad, puesto que se pueden distinguir hasta tres escrituras distintas, carece de la firma del declarante, de la del notario, y del signo distintivo de éste. Éste es el caso de Luis de Ulloa, para quien dicho documento “no presenta carácter alguno de autenticidad” (Bayerri, página 53). Ulloa opina que dicho papel habría sido “fabricado” –aunque no utilizado- en la época del pleito del mayorazgo (véase arriba).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Documentos que “demostrarían” la tesis genovesa, en el Città di Genova.

 

         A pesar de todo, el documento Asseretto constituye el eje vertebrador de la tesis genovesista. Veamos sus principales objeciones:

 

-         Si Colón era un simple comerciante en 1479 (y ni siquiera patrón de nave), difícilmente habría sido un gran navegante en 1484, cuando llegó a España. Nótese que en una carta a los Reyes Católicos, fechada en 1502, declara que desde sus años mozos sirve como marinero profesional.

-         Ya hemos visto, más arriba, cómo Cristóbal Colón declara que no es el primer almirante de su familia. Entre los Colombo no existe constancia de ningún almirante de flota.

-         Los documentos genoveses se refieren a Cristoforo Colombo como a un individuo del bajo pueblo artesano, cardador de lana o tejedor (así consta en un documento de 1472), y comisionista comercial, a temporadas tabernero como su padre (Domenico), con deudas y apuros económicos. Ningún documento genovés alude a un Cristoforo Colombo marinero profesional (Bayerri, página 444).

 

         En definitiva, no hay ni un sólo párrafo de las cartas de Colón que esté de acuerdo con la hipótesis del Cristoforo Colombo genovés, de acuerdo a la documentación conservada en dicha ciudad. De este modo Cristóbal Colón y Cristoforo Colombo serían personas distintas. Henry Vignaud diría que en el Norte de Italia podríamos encontrar, en época de Colón, docenas de familias con un Domingo Colombo, padre de un Cristóbal, de un Bartolomé y de un Diego (Bayerri, página 523). Y añade Bayerri: “[Por] ser tan común el apellido Colombo en Génova, como en España un Fernández”.

 

Ello no obstante, Colón podría haber nacido en Génova

 

         Hay un pasaje de la Historia de Hernando Colón que nos hace dudar. En su tercer viaje Cristóbal Colón llevó consigo a un primo suyo, de nombre Juan Antonio Colombo: “Nombró un capitán en cada uno de los navíos que mandaba a la isla Española. Uno de aquellos fue Pedro de Arana... El tercero, Juan Antonio Colombo, primo del Almirante”. Bartolomé de las Casas lo reitera en su Historia de las Indias (en concreto, en el capítulo 130), cuando declara haberlo conocido: “Era genovés, deudo del Almirante, hombre muy capaz, y pudiente, y de autoridad, y con quien yo tuve frecuente conversación”.

         ¿Quién es este Juan Antonio Colombo? ¿No dejó el Almirante claro, en el mayorazgo de 1498, que su familia se llamaba Colón, y no Colombo? ¿No lo aseguró asimismo su nieta, Francisca Colón, al decir que los Colón eran otra cosa distinta de los Colombo de Italia? ¿Acaso se trata de una interpolación? ¿O es simplemente una alteración –una más- de su nombre original, Colom? En este caso, en lugar de un castellanismo (Colón, o Colomo), se trataría de un italianismo (Colombo).

         No tenemos respuestas satisfactorias a estos interrogantes. Pero debe ser un hecho cierto que si Las Casas conoció personalmente a Juan Antonio Colombo (supuesto “deudo del Almirante”), debía haber identificado su acento; si no, no lo habría reconocido como “genovés”. Ello debería estar fuera de toda duda.

         Existe otro pasaje de Las Casas (Historia, I, 25) en el que se liga a un hermano del Almirante (Bartolomé Colón) a los Colombo de Génova:

 

            Janua cui patrie est nomen cui Bartholomeus Colombus de Terra rubra edidit...”

 

         Bartolomé Colón se dice originario de Génova (Janua); en concreto de Terrarossa (Terra rubra). Aquí nos encontramos ante una latinización del nombre original Colom (Colombus), no ante una italianización (Colombo). Nótese asimismo que no son pocos los autores que consideran que este texto, escrito con “mala y corrupta letra” (en palabras de Las Casas), podría ser un ejemplo de falsificación –mediante el raspado de un texto anterior- realizada sobre un mapa del año 1488 (Bartolomé Colón era entonces cartógrafo, al servicio del rey de Inglaterra).

         Aquí contamos con una nueva evidencia que liga el Almirante a la ciudad de Génova. Y no es la única, como veremos seguidamente.

         Varios italianos coetáneos de Colón señalaron, ya desde poco antes de su muerte, que aquél había nacido en Génova o en la Liguria. El más citado es Pedro Mártir de Anglería, que en una carta dirigida al Conde de Tendilla dice:

 

            “¿Os acordáis de aquél Colón, genovés (ligur), que estuvo en el campamento de Granada y se presentó a los Reyes, pidiéndoles medios para recorrer, por las antípodas occidentales, un nuevo hemisferio terrestre?”.

 

         Y en una carta dirigida al conde Juan Borromeo, escrita en Barcelona el 13 de mayo de 1493, le comunica haber llegado de las Antípodas occidentales:

 

            “... Un tal Cristóbal Colón [Christoforus quidam Colonus], ligur, que había logrado difícilmente de mis reyes [los Reyes Católicos] tres naves para ir a aquella provincia”.

 

         Nótese que a pesar de su origen ligur, en ningún momento lo llama Colombo, sino Colón [Colonus es su latinización]. Sea como sea, Colón sigue siendo un Colom, no un Colombo.

         El propio Bartolomé de Las Casas, antes mencionado, en su Historia de las Indias afirma que “a Pedro Mártir se le debe más crédito”, puesto que se encontraba en la Corte (su función era la enseñanza de los pajes) en esos días, como testigo directo de todo lo que sucedía. Y como indica en el texto antes citado, conocía personalmente al Almirante.   

         En su obra De Orbe novo Pedro Mártir escribe:

 

            “Escribióme el propio Almirante del mar con quien me une una sabrosa familiaridad y caridad de patria común y prometió enterarme de todo lo que su buena estrella le mostrare”.

 

         Las Casas, como Pedro Mártir, tenía un buen conocimiento del Almirante: estaba en posesión de muchos papeles escritos por el navegante, y tenía familiaridad con muchas personas de su entorno, a los que consultaba cuando se daba la ocasión.

         Quizás por ello se sentía autorizado para decir que “de estas primeras cosas [del descubrimiento llevado a cabo por Colón] a ninguno se debe dar más fe que a Pedro Mártir.., porque lo que en ellas dijo tocante a los principios fue con diligencia del mismo Almirante, descubridor primero, a quien habló muchas veces, y de los que fueron en su compañía inquirido, y de los demás que aquellos viajes a los principios hicieron”. Es precisamente por este conocimiento de los primeros tiempos de la exploración de las Indias por lo que fue nombrado, en 1510, Cronista oficial de Indias. Murió en 1526 (Bayerri, página 38).

         Luis de Ulloa considera a Pedro Mártir tendencioso, y de poca confianza por lo que se refiere a Colón (Bayerri, página 38). Pero Las Casas parece desmentirlo en su Historia de las Indias, cuando escribe:

 

            “Fue pues, ese varón [Colón] escogido de nación genovés, de algún lugar de la provincia de Génova; cuál fuese dónde nació o qué nombre tuvo tal lugar, no consta la verdad de ello, mas de que se solía llamar, antes que llegase al estado que llegó, Cristóbal Colombo de Terra-Rubia, y lo mismo su hermano Bartolomé Colón” (libro I, capítulo 2).

 

         Cristóbal Colombo y Bartolomé Colón. Aquí de nuevo parece haber italianizado el nombre original de Colón (Colom pasa a Colombo), como hizo antes, cuando mencionó al navegante Juan Antonio Colombo (véase más arriba).

         Pedro Mártir conoció personalmente a Colón en Barcelona en el año 1493, a su llegada del primer viaje. Otros escritores italianos lo mencionan años después. Antonio Trevisano recibe del mismo Pedro Mártir la copia de algunas de sus cartas y escribe en el año 1504 un Libretto di tutte le Navigazioni di Re de Spagna. Pero aquí convierte al Christoforus quidam Colonus, ligur de Pedro Mártir (Cristóbal Colón, ligur) en Christoforo Colombo, genovese. La italianización se institucionaliza, y su patria deja de ser indeterminada: no la Liguria, sino su misma capital, Génova. La fórmula “Colombo genovés” pasa a adquirir fortuna. La gesta “colombina” se italianiza.

         Un genovés, Agostino Giustiniani, basándose en informaciones del cronista oficial de Génova, Antonio Gallo, asimismo canciller del Banco de San Jorge (recordémoslo, allí tenía el Almirante sus dineros), escribió en 1516 que Colón procedía de dicha ciudad, y que era de familia humilde. En sus Anales de la ciudad de Génova aclara que los Colombo genoveses habían ejercido oficios mecánicos, como tejedores de paños. Ciertamente, en esto no se equivocaba el cronista genovés. Los compiladores del Città di Genova (del año 1931) debieron tenerlo muy en cuenta a la hora de establecer que Colombo provenía de los Colombo pañeros y taberneros. Por supuesto, a Hernando Colón no le hizo ninguna gracia. Tachó a Giustiniani de mentiroso, por llamar a su padre “falsamente artesano”.

         En definitiva, ¿era Colón un Colombo? Todo indica que no, aunque algunos se empeñen en afirmar lo contrario. ¿Era Colón genovés? Desde mi punto de vista, indudablemente sí. Me parece improbable que personas del rigor intelectual y moral de Pedro Mártir, Hernando Colón, o Bartolomé de Las Casas pudieran haber alterado la verdad histórica. Y considero aún más difícil que se pueda llevar a cabo una campaña de tal envergadura como para falsificar absolutamente todos los escritos, crónicas, anales, documentos, memorias, cartas, etc., que fueron elaborados con ocasión de la gesta colombina.

         Un historiador catalán del siglo XVIII, Pere Serra i Postius, nos puede servir de pauta. En la Historia Eclesiástica de Cataluña dice lo siguiente:

 

            “En ese día del año 1506 pasó de este perecedero mundo al que es eterno el que conquistó el precioso [don] que goza España [el Nuevo Mundo], Christóbal Colón, como pronuncian los castellanos, la m con n, que su apellido era Colom, y originario de Cataluña”.

 

         Seguidamente añade que “nació en el Genovesado” (Bayerri, página 589). En definitiva, Serra i Postius da pie para proseguir esta reflexión histórica desde una base nueva. ¿No es acaso razonable pensar que Colom (con m) fuese catalán de origen, pero hubiese nacido en la Liguria? Si éste fuera el caso, todo encajaría: su lengua, su cultura, y su lugar de nacimiento (confirmado por fuentes independientes, como hemos visto).

         A ello me referiré en el siguiente artículo: Colón, un hombre, ¿dos identidades?

 

2. Colón, un hombre, ¿dos identidades?

 3. La pista italiana de Cristóbal Colón

 

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