INVENTOS - HIGIENE

            Si algo distingue a una sociedad avanzada de otra primitiva, es la importancia que le concede a la higiene. Esta frase (no poco lapidaria) sería cierta si no fuera porque, si ese fuera el caso, la sociedad occidental habría vivido en un estado de casi permanente barbarie hasta hace relativamente poco tiempo. A veces se confunde "estar limpio" con "oler bien". En este capítulo comprobaremos que ambas cosas no están siempre unidas.

 

            La higiene ha sido una preocupación constante de las sociedades civilizadas que se precien. En Mohenjo-Dâro, ciudad de la llamada Civilización del Indo con una antigüedad estimada de más de 4.000 años, casi cada casa tenía un baño, y además se han encontrado drenajes para la evacuación del agua, piscinas y lo que parecen baños públicos. Son también conocidas las termas romanas, concebidas como auténticos centros de la vida social de la época, con tres grandes salas de baño (frío, templado y caliente). Herodoto dice, a su vez, de los hábitos higiénicos de los egipcios:

 

            "Beben en vasos metálicos, que enjugan diariamente... Siempre llevan vestidos de lino recién lavados... Para los egipcios, la limpieza es más valiosa que la educación".

 

            El afeitado (entre los hombres) es uno de los hábitos higiénicos más antiguos: el hombre primitivo se rasuraba la barba con conchas marinas hace más de veinte mil años (lo que, sin duda, sería sumamente doloroso). Las primeras navajas de afeitar nacieron en el Egipto predinástico: con ellas la nobleza se rapaba la cabeza (curiosamente, para colocar sobre ella elaboradas pelucas). Según Herodoto, los sacerdotes se afeitaban todo el cuerpo cada tres días. En Europa, durante la Edad del Hierro, los guerreros eran enterrados con su espada y su navaja de afeitar. Durante la República Romana ya existían barberías públicas.

            (La costumbre de portar bigotes no nace con los recios galos: en la ciudad palestina de Jericó se ha encontrado la primera representación gráfica de un bigote.)

            Pero la navaja de afeitar habría de recorrer un largo camino hasta llegar a la maquinilla eléctrica que conocemos hoy día: en 1895 el norteamericano King Camp Gillette inventa la navaja de seguridad con cuchillas desechables. En 1931 el coronel americano Jacob Schick patenta la maquinilla de afeitar eléctrica.

            Ya hemos visto más arriba que el baño (sobre todo si es público) es un hábito bien antiguo. Pero no pensemos que la ducha lo es menos: se cree que los cretenses de la civilización minoica son sus inventores. En una pintura de una vasija griega datada el 600 aC. se puede ver una ducha comunitaria con toberas para los chorros de agua.

            El perfume nos viene asimismo de la Antigüedad: los egipcios se bañaban en aceites y alcoholes aromáticos, y a la reina Cleopatra se le acredita la confección de un tratado de cosmética. Significativamente, la palabra "perfume" deriva de la palabra "humo", porque sus virtudes odoríferas eran relacionadas con su empleo en forma de incienso (que exigía un quemador o incensario), sobre todo en las iglesias. Hacia el 500 dC. su uso se generaliza en los recintos sagrados para disimular el hedor de los fieles, que -como es bien sabido- no tenían por costumbre bañarse.

            Es sorprendente saber que asimismo durante la Edad Media, la época en la que se arrojaban los desechos humanos a la calle al grito de "¡agua va!", se pudiera inventar algo tan higiénico como la bañera. Las primeras bañeras eran de madera, y su técnica de construcción no difería mucho de la de los barriles. Las primeras bañeras metálicas habrían de esperar al año 1770. El cepillo de dientes, por lo que parece, fue inventado en España: fue introducido en Francia por el Generic buy viagra online may also be marketed as: Revatio, Tadalafil, Vardenafil and Sildenafil Citrate. embajador de ese país en 1570.

            Durante la Edad Moderna la higiene no había mejorado mucho desde la "época oscura" que supone la Edad Media. Si hablamos de los nobles, muy raramente lavaban su cuerpo con agua: su aseo cotidiano se reducía a lavar cara y manos con agua y jabón; el resto del cuerpo -de vez en cuando- era frotado con un trapo mojado con agua de rosas. En su lugar, empleaban cantidades importantes de perfume para disimular el olor corporal. Un ejemplo lo tenemos en el inglés Samuel Pepys: éste registró cada actividad cotidiana entre 1660 y 1669, y durante ese tiempo sólo hace alusión a un baño. De Luis XIV de Francia se dice también que sólo se bañaba una vez al año.

            Es costumbre afirmar que el retrete nació en Creta: no en vano en el palacio real de Cnossos se ha encontrado uno muy parecido al que conocemos hoy día (con canal de desagüe, cisterna y taza). En cambio, en Roma, los lavabos (como los baños) eran públicos: consistían en un gran banco con diversos agujeros (no excesivamente espaciados, por cierto). Los desechos caían en un desagüe con agua corriente. Incluso los retretes de las grandes "villas" eran comunales: lo normal es que fueran instalados de dos en dos.

Durante la Alta Edad Media los nobles y los monarcas disponían de asientos con un agujero en medio para satisfacer sus necesidades (eso sí, decorados ricamente). Pero el inodoro con depósito de agua es muy posterior. Se dice que su inventor, John Harrington, lo diseñó en 1597 para satisfacer los reales escrúpulos de Isabel I de Inglaterra, que por lo visto no soportaba los malos olores (de ahí su nombre: "inodoro"). Sin embargo, su uso no se generaliza hasta la introducción del agua corriente en las casas, en la segunda mitad del siglo XIX. El papel higiénico se inventó también sobre esas fechas: en 1857.

El jabón barato (obtenido a partir de hervir grasas con sosa cáustica) estuvo presente en el mercado a partir de principios del siglo XIX. El primer champú (elaborado a partir de jabón negro hervido en agua a la que se le añadía sosa cáustica) empezó a emplearse en el París de los años 1880. Su extraño nombre proviene del hindi "shampo", que significa "restregar".

 

 

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