Los gnósticos
¿Quién no ha oído hablar de los gnósticos? De los evangelios apócrifos de Felipe y Tomás, de los documentos de Nag Hammadi, de Simón el Mago, de la Pistis Sofia, de los maniqueos, de los priscilianistas, de los cátaros, de los cabalistas hebreos, de las condenas de los apóstoles (San Pablo, o San Juan), y de las refutaciones de los padres de la Iglesia y de los platonistas (Orígenes, Tertuliano, San Agustín, Clemente de Alejandría, Plotino), se ha escrito tanto que volver a hacerlo parecería una redundancia. En este artículo presentaré los rasgos principales de esta religión, nacida en los albores de la era cristiana, que combina la doctrina judeocristiana con la filosofía neoplatónica para elaborar una síntesis que, en el día de hoy, nos parece desconcertannte y exótica.
La “gnosis” alude al conocimiento perfecto, sólo accesible a los “elegidos”, aquellos que han de ser salvados. Los gnósticos se veían a sí mismos como depositarios de un conocimiento secreto, que sólo unos pocos pueden obtener. Creían que únicamente ellos tienen acceso a las doctrinas “esotéricas” (situadas “más allá del velo”) que los sabios se guardan para sí, dejando para el vulgo los argumentos engañosos que los apartan de la Verdad (de carácter “exotérico”).
La doctrina gnóstica tiene carácter moral. Su principal preocupación es encontrar una explicación razonable al problema del Mal: cómo la perfección de las esferas superiores (supralunares) es mancillada en el mundo material por el pecado; cómo la oscuridad se impone a la Luz. El conocimiento secreto que los gnósticos dicen conservar alude a la consecución de la unidad divina, a través de la disolución de todo aquello que de corrupto y caduco (es decir, material) existe en el mundo. De este modo el Espíritu reinará en el Universo, y las almas (es decir, la partícula de Luz que hay en ellas) se liberarán de la ganga terrenal que las aprisiona.
El gnosticismo parte de dos principios fundamentales: a nivel humano (el Microcosmos) la lucha por la perfección individual que da acceso a la salvación; a nivel global (el Macrocosmos), el enfrentamiento entre las potencias del Bien y del Mal (de la Luz y de la Oscuridad), hasta la definitiva derrota de las segundas, y la destrucción del universo material. Dios (el Bien) se opone a los actos del Demiurgo (el Mal), el cual construyó el mundo material en el cual el gnóstico se siente irremediablemente perdido.
El iniciado gnóstico atribuye al Príncipe de este Mundo (Príncipe de las Tinieblas) los ardides y los males que los cristianos ortodoxos hacen recaer sobre el pérfido Satán. Hasta cierto punto, el gnosticismo es una reversión del cristianismo: su Satán no es más que la copia negativa del Dios de cristianos y hebreos; tal es lo que pensaban los adeptos cátaros, un milenio después.
La “gnosis” implica el conocimiento; sin él no es posible ser salvado. El mundo, para el gnóstico, adquiere así un aspecto misterioso y siniestro, lleno de secretos insondables que sólo él –afortunado- puede desentrañar. Pero es que además sólo a través de la gnosis el hierofante puede romper el velo de la ignorancia que lo condena a permanecer en el mundo de lo material (pues los gnósticos creen en la metempsicosis, o reencarnación).
El gnóstico se ve a sí mismo como “extraño al mundo”, y cree que tiene la necesidad de salvar a sus semejantes. Pero es asimismo consciente de la debilidad de la carne; y por ello llega a ser en extremo indulgente con los extravíos de sus discípulos, o postulantes. De ahí que la gnosis se asocie, simultáneamente, al puritanismo más fanático como a la lujuria más depravada. Los gnósticos –como Prisciliano- creen que una “cadena de la tradición”, de personajes con la vitola de “profeta”, ha bajado al mundo, al modo de los “avatares” hindúes, para guiar a los seres humanos en el camino de la Salvación. Por ello iluminados como Mani no dudan en efectuar un sincretismo (que a nosotros, en el día de hoy, nos parece un tanto grotesco) entre las religiones paganas y la cristiana. Platón y Cristo son sus referencias principales.
Índice:
Los dos principios
Visión del mundo
El problema de la carne
La Sofía. El principio femenino
Escatología
Desarrollos del gnosticismo
El mandeísmo y el maniqueísmo: máxima expresión del gnosticismo
Los evangelios apócrifos
El gnosticismo: crisol de herejías
CUADRO DE TEXTO NÚMERO 1: “PERFECTOS VERSUS SIMPLES”
CUADRO DE TEXTO NÚMERO 2: “ALGUNOS CONCEPTOS GNÓSTICOS”
CUADRO DE TEXTO NÚMERO 3: “EL PROBLEMA DEL MAL”
Para leer el artículo entero:
Temas de Historia Oculta (2). Las doctrinas prohibidas