El Corpus Hermeticum
Hay quien piensa –de forma simplista- que el Humanismo y la revolución científica son fruto de una “secularización” de la Europa posterior al Renacimiento. Esta creencia no está exenta de razón, pero es incompleta. El racionalismo que alienta estas dos corrientes filosóficas es producto, no de una visión “atea”, sino “pagana” del mundo. En la era del Renacimiento se produce –en Italia, y también en Inglaterra o en los Países Bajos- un fenómeno de “coexistencia” entre la cultura clásica y la herencia judeocristiana. El hermetismo tiñe de neoplatonismo los principales dogmas religiosos del momento, bordeando peligrosamente la “herejía” (en ocasiones traspasándola). Es por ello que no podemos entender el mundo moderno sin estudiar los fundamentos de esta doctrina, que según Frances Yates dio pie a la nueva ciencia de los siglos XVI y XVII.
El “Corpus Hermeticum” es, según los entendidos, un conjunto de libros apócrifos de en torno al siglo II dC. Así afirman, al menos, Sebastiano Gentile y Carlos Gilly en el libro Marsilio Ficino e il Ritorno di Ermete Trismegisto (editado por la Biblioteca Medicea Laurenziana, de Florencia, y por la Bibliotheca Philosophica Hermetica, de Amsterdam). Ficino fue el introductor de la colección de libros herméticos en la Europa Occidental. Gracias a él han sido recuperados estos documentos, que tanto dieron que hablar en los primeros siglos de la era cristiana (antes de su supresión por el nuevo dogma imperante: el cristianismo).
El Corpus Hermeticum fue loado incluso por el polemista cristiano Lactancio (siglo III dC.), el cual colocó a Hermes Trismegisto entre las sibilas y los profetas, y señaló que aquél fue un profeta pagano anticipador de la nueva religión de Cristo. El mérito de Ficino es haber realizado una versión latina de esta colección de opúsculos griegos, que complementaba el único libro atribuido a Hermes Trismegisto en circulación en la Europa de su tiempo: el Asclepio (supuestamente, traducido por el romano Apuleyo), el cual se conservaba en numerosas copias latinas al menos desde el siglo XII. La influencia del Asclepio fue tanta que Pedro Abelardo, en su obra Theologia summi boni (de 1119-1120) dice que Hermes, “sin la ayuda de la Revelación, pero a través del uso de la razón, ha llegado al conocimiento de Dios, e incluso de la Trinidad” (Sebastiano Gentille y Carlos Gilly).
Los catorce tratados traducidos por Ficino en Careggi (Florencia), hacia el año 1463, forman parte del conjunto de trabajos que este humanista italiano rescató del olvido por encargo de su mecenas Cosimo de Medici. Entre ellas hemos de contar obras de Platón, pero también de los neoplatónicos (Plotino, Porfirio, Jámblico y Proclo). De acuerdo al libro Marsilio Ficino e il Ritorno di Ermete Trismegisto,la Academia Florentina de Careggi “fue la primera en introducir el estudio de la más pura filosofía a partir de la base de fuentes platónicas y herméticas”. Según parece, las catorce piezas traducidas por Ficino al latín habían sido adquiridas por Cosme de Medici poco antes, y formaban parte de un manuscrito bizantino.
Jacob Burckhardt diría de Marsilio Ficino, en su magna obra La cultura del Renacimiento en Italia, que fue “hijo espiritual” de Cosimo de Medicis. Y Alberto Tenenti (Florencia en la época de los Médicis) lo considera autor de una “religión intelectualizada” que pretendía unir platonismo y cristianismo en una fórmula nueva. Dicha “religión inteligente” sería asunto de las clases cultivadas, de una elite, heredera quizás de los que –en siglos pasados- habían seguido los pasos de los gibelinos, de los milenaristas, de los fraticelli, o bien de los patarines (o cátaros).
Estos catorce libros herméticos compilados por Ficino fueron vistos, por parte de éste, como capítulos de una única obra, que él llamó Poimandrés, o Pimander (a partir del título del primero de ellos), también conocido como Liber de potestate et sapientia Dei. Por lo que se refiere al nombre de Corpus Hermeticum, éste es muy posterior: fue acuñado por el alemán Richard Reitzenstein en su versión del Poimandrés (editada en Leipzig en el año 1904). El resto de los tratados del moderno Corpus Hermeticum (del número XV al XVIII) fue insertado en el siglo XVI por Adrien Turnèbe (libro XV) y por Lodovico Lazzarelli (libros XVI a XVIII).
Marsilio Ficino contó, para su traducción, con una copia griega del Corpus que no puede ser anterior al siglo XI. Al menos, esa es la datación del más antiguo manuscrito conocido (de Michael Psellus). Es muy posible que éste sea, a su vez, copia de otro original aún más antiguo. Según el tratado XVI del Corpus (llamado Definiciones de Asclepios al Rey Amón) la lengua originaria de la obra era el egipcio. Es más, se advierte de que la traducción al griego “desembocará en una completa distorsión del texto y en una plena oscuridad”. Y se añade: “Preserva este discurso de toda traducción, para que tan grandes misterios no lleguen hasta los griegos”.
Tal como apuntaba en el inicio de este artículo, la “sombra del Corpus Hermeticum” es muy alargada. Frances Yates (“La tradición hermética en la ciencia renacentista”, en Ideas e
ideales del Renacimiento en el norte de Europa, vol. III de sus Ensayos Reunidos) asegura que el interés de los herméticos y los humanistas por “especular sobre el mundo”, y sobre los misterios
de su creación, habría puesto las bases de la nueva ciencia y la nueva matemática: “[El neoplatonismo, el hermetismo, la astrología, la alquimia y la cábala] fueron las fuerzas del Renacimiento que hicieron volverse a los espíritus en la dirección de la que habría de salir la revolución científica”.
En definitiva, según la misma autora, ciencia y hermetismo no estarían reñidos sino, bien al contrario, el segundo habría servido de impulso -de acicate- a la primera: “El núcleo hermético del neoplatonismo renacentista fue el generador de un movimiento [científico-empirista] del que los grandes magos del Renacimiento [entre los que hay que contar a Marsilio Ficino o a Pico della Mirandola] representan la primera fase”. No olvidemos que el mismo Leonardo alude en sus escritos a Ermete Filosofo.
En definitiva, se hace necesario profundizar en el Corpus Hermeticum para conocer los orígenes de nuestro mundo actual, supuestamente positivo y racional. Pero antes deberíamos averiguar quién era Hermes, también llamado Trismegisto.
Índice:
Hermes y los suyos
El conocimiento (la Gnosis)
El universo físico
La visión del ser humano
La Providencia y el destino
CUADRO DE TEXTO NÚMERO 1: “TODO ES UNO”
CUADRO DE TEXTO NÚMERO 2: “LA CIUDAD DEL SOL”
Para leer el artículo entero:
Temas de Historia Oculta (2). Las doctrinas prohibidas