Reseña del diario EL MERCURIO de Chile (Los Hijos del Edén)
Investigador desafía a la historia y se empecina en demostrar la existencia de la Atlántida
El historiador español José Luis Espejo recopiló en un grueso libro los argumentos que, según él, demostrarían que existió una civilización perdida entre Asia y Oceanía.
SANTIAGO.- Dicen que a los profesionales que se atreven a hacerlo los tachan de locos en corto tiempo. Para un historiador, antropólogo, arqueólogo u otro investigador del pasado remoto, el sólo hecho de nombrar con mediana seriedad la palabra "Atlántida" puede condenarlo al más absoluto menosprecio por parte de sus pares.
Sin embargo, el español José Luis Espejo hace a un lado las aprensiones, y defiende con todo su creencia en torno a la real existencia de una civilización perdida entre Asia y Oceanía. Una cultura antiquísima, que habría terminado hundida en las aguas que separan a esos dos continentes, y a la que deberíamos gran parte de los avances y costumbres que nos rodean hasta hoy.
Espejo es historiador, y no sólo basa su adhesión a la hasta ahora mítica teoría en su más simple convicción. El catalán se dio el trabajo de desarrollar una investigación tan acabada, que a la hora de publicarla dio vida a un libro que bordea las 700 páginas: "Los hijos del Edén" (Ediciones B., $18.000), recién llegado a nuestras tiendas y con el elocuente subtítulo de "Toda la verdad sobre la Atlántida".
Y aunque se trata de un trabajo dedicado y serio, no deja de requerir una cuota de fe y alta apertura para aceptar la teoría final del autor. Ello porque la investigación se basa principalmente en los puntos en común que existen en el origen de diversas culturas, lejanas y desconectadas en sus inicios, pero que, pese a ello, fueron capaces de tener llamativas coincidencias.
De este modo, el español se dio el trabajo de analizar uno por uno los mitos y escrituras fundacionales de Mesopotamia, los Mayas, los Incas, las culturas orientales y también el Génesis judeo-cristiano. En todos ellos tienen encontró marcados e indiscutibles puntos en común, sólo con algunos cambios en el relato.
Además, coteja pruebas en torno a la presencia en distintas zonas del globo de elementos que se daban como propios de un lugar, como el maíz, así como la detección de rasgos de habitantes de una zona presentes en otra, en forma previa a los primeros movimientos migratorios.
Y aunque esos datos sorprenden, no son del todo claros a la hora de permitir una conclusión que desemboque necesariamente en la Atlántida. Muchos de ellos podrían hablar también de una cultura dominante entre las originarias, de errores en determinadas teorías imperantes, y hasta de una nueva civilización perdida, distinta de la que el estudio intenta levantar.
Pero la balanza de Espejo insiste en inclinarse hacia esa Atlántida que él defiende, y allí es donde opera la confianza, apertura, e incluso la predisposición de los lectores, ya sea para aceptar con seriedad una teoría que no todos se interesan en validar, o para dotar de sustento una creencia que algunos han insistido en mantener, aunque sin mayores fundamentos que la fe ciega en una historia, hasta ahora, mitológica y fantástica.
Sebastián Cerdà