El San Juan Andrógino y la Magdalena embarazada (y Leonardo)
Detalle de la Última Cena de Leonardo. San Pedro amenaza a la Magdalena-San Juan Evangelista.
Uno de los mayores misterios del Cenáculo de Leonardo es esta imagen (arriba), en la que vemos un San Juan Evangelista andrógino. Algunos comentaristas (entre los que me cuento) sostienen que más que un San Juan, quien aquí aparece es María Magdalena. No voy a repetir lo dicho en otro artículo de esta sección: Leonardo y el misterio de María Magdalena. Excepto el siguiente extracto:
Existe una prueba muy convincente de que Leonardo pintó a una mujer en el lugar ocupado por "Juan Evangelista". Véase la siguiente imagen, extraída de la página Leo-E Desk:
Códice Forster II, folio 3 Recto. A la derecha podemos leer Cristo; Giovan Conte, quello del Cardinale del Mortaro; Giovannina, viso fantástico, sta a Santa Caterina all'ospedale.
Dado que, según Jean Paul Richter, el Conde Giovanni estaría entre los rostros escogidos por Leonardo para retratar la fisonomía de Cristo (pasaje 667 de los Notebooks of Leonardo da Vinci), puesto que la cita a la tal Giovannina está inmediatamente después (J.P. Richter, pasaje 1404), y alude asimismo a su rostro, ésta podría representar a la única mujer que hay en este fresco, que no puede ser otra que María Magdalena, personificando a Juan "el virginal", como hemos visto más arriba. Esta constatación pondría fin a la larga polémica acerca de este particular.
Me limitaré a señalar que, lejos de ser una “rareza” atribuïble al genio creador de Leonardo, la identificación de la Magdalena con San Juan Evangelista es una idea foránea de caràcter apócrifo, con raíces en Cataluña y la Provenza. Más en concreto, esta escena insólita de la Última Cena podría tener unos orígenes identificables en la biografía de Leonardo, que más abajo me esforzaré en especificar.
El San Juan Evangelista de Santes Creus
La Magdalena embarazada en el retablo de San Juan Evangelista, en Santes Creus (1603).
En esta ilustración (arriba) es posible observar un hecho singular: una Santa Magdalena embarazada, portadora de una especie de cíngulo para resaltar su vientre y sus pechos hinchados. Este detalle, hecho público por el investigador José Luis Giménez en su libro El legado oculto de María Magdalena (publicado en el año 2005), ha atraído al Monasterio de Santes Creus, en el municipio de Aiguamúrcia (provincia de Tarragona), numerosos curiosos e investigadores. Aunque no es menos significativo que en la cabecera del retablo donde se halla esta imagen (de autor anónimo, y fechado en 1603), encontremos un San Juan Evangelista con toda la simbología asociada a este personaje, pero con una notable similitud con María Magdalena: cabello largo y pelirrojo, y facciones notoriamente femeninas (abajo).
San Juan Evangelista (!) en Santes Creus (1603).
Es más, a escasos metros hallamos otro retablo, dedicado a María Magdalena, obra de Juan de Borgoña (datado en 1510). En él se detalla la leyenda provenzal de la Santa (que la sitúa en Marsella). No me extenderé en explicar dicha leyenda (que se resume en el hecho de que María Magdalena y algunos allegados, entre los cuales José de Arimatea, se habrían refugiado en el Sur de Francia huyendo de la persecución, no de las autoridades judías o romanas, sino de sus “hermanos en Cristo”: los apóstoles Pedro y Andrés). Según una creencia popular, la Magdalena –esposa de Cristo en la carne- estaría embarazada de Jesús. Su vástago sería una niña, de nombre Sara. Nótese que en el Cenáculo de Leonardo María Magdalena es amenazada por Pedro, como especifica la leyenda provenzal de la Magdalena, y algunos evangelios gnósticos.
Dos detalles del retablo de Santa Magdalena de Juan de Borgoña (Santes Creus, 1510).
En el retablo de Juan de Borgoña de Santes Creus, como en el fechado en el año 1603 (situado en ese mismo monasterio de Tarragona), la Magdalena aparenta ostentar, asimismo, un notorio embarazo (su vientre está hinchado de una manera que no parece natural; no sería efecto de la rigidez de sus vestiduras, por ejemplo). Algo similar sucede en la Magdalena del altar de la iglesia de Santa María Magdalena en Rennes le Château. A este respecto Jean Luc Robin (Rennes le Château, el secreto del abad Saunière), dice literalmente: “[En el Sur de Francia] En muchas representaciones de María Magdalena, especialmente estatuas, aparece preñada”.
María Magdalena en el altar de Rennes le Château.
El citado investigador afirma que esto ocurre en una de cada cinco representaciones de la Magdalena en el Mediodía francés. Tanto en Rennes como en Cataluña (así como en casi todo el sur de Francia) podemos hallar alusiones a la tradición que recoge el embarazo de María Magdalena. Encontramos otro ejemplo en Girona, en un retablo de Pere Mates pintado en el año 1526. Aquí se tapa el vientre con una copa (un símbolo característico de la santa), como pretendiendo ocultar su embarazo. Nuevamente, en este retablo se explica la leyenda áurea de la Magdalena en Provenza.
María Magdalena en el retablo de Pere Mates (catedral de Girona, 1526).
¿Por qué este interés de Santes Creus por la figura de Santa Magdalena? A ello no es ajeno el hecho de que Blanca de Anjou, esposa de Jaime II de Aragón, depositara aquí una valiosa reliquia: la lengua de la Magdalena. Como hemos visto más arriba, según los evangelios gnósticos, ésta era considerada como una “apóstol”, que hubo de dejar Palestina por la presión –y la coacción- de Pedro y de Andrés. La lengua es el órgano de la elocuencia, y por tanto haría referencia a su “apostolado” en Provenza. De ahí –tal vez- su veneración en Santes Creus.
Nótese otro detalle: Jaime II de Aragón, enterrado –como Blanca de Anjou- en Santes Creus, fundó en 1319 la orden de Montesa, que daba continuidad a la de los templarios en Cataluña. Y nótese asimismo que los templarios tenían una encomienda en Aiguamúrcia (municipio próximo a Santes Creus). El antiguo nombre de Aigumúrcia era Aiguamorta (agua muerta). Nótese la encomienda templaria de Aiguaviva (agua viva), en Girona, con una capilla (en forma de L) dedicada a María Magdalena. Los templarios, en Aiguamorta (Tarragona) y en Aiguaviva (Girona) podrían haber mantenido el recuerdo de María Magdalena en la Provenza: madre de la progenie de Cristo y evangelizadora temprana de estas tierras. Aiguamorta y Aiguaviva serían dos hitos de dicha tradición en Cataluña.
El secreto, escondido en un nudo
Si nos fijamos en el Cenáculo de Leonardo, y lo comparamos con el expuesto en el retablo de Juan de Borgoña, en Santes Creus, observaremos un detalle idéntico. En ambos aparece un nudo. Éste puede representar –de forma encriptada- el nombre de Leonardo (nudo es “vincolo” en italiano). Pero desde mi punto de vista, el simbolismo del nudo va mucho más allá. Los egipcios lo identifican con un emblema de vida, que asocian a Isis. De acuerdo a Jean Chevalier y Alain Gheerbrant (Diccionario de los símbolos): “El nudo de Isis es un símbolo de inmortalidad. A menudo se encuentra sobre la cabeza o en la mano de los personajes, o también en su cinturón. Normalmente está compuesto por un cordón de zapato, y éste indica una huella viva en el suelo; otras veces está hecho de tela, de fibras, de cuerdas, etcétera”...
Éste es el caso en ambas imágenes (de Juan de Borgoña y de Leonardo): es un nudo de tela que expresa un mensaje oculto: alusivo –quizás- a la idea del apostolado femenino de María Magdalena, una imagen cristiana que sigue la tradición del antiguo culto a Isis (el simbolismo del nudo fue adoptado por los cabalistas judíos, entre los siglos XII y XIV).
Detalle del retablo de María Magdalena (Juan de Borgoña, 1510). Nótese el nudo.
El secreto, en definitiva, hace alusión al legado de Cristo. No tanto –desde mi punto de vista- por lo que se refiere a su linaje carnal (a través de su hija Sara), sino a la transmisión de su mensaje auténtico –no contaminado por interpolaciones posteriores- a través de su esposa: María Magdalena. ¿Acaso se refiere al llamado evangelio gnóstico de María Magdalena? En la catedral de Girona podemos observar un cuadro donde la santa apóstol lee unas cuartillas. ¿Se trata acaso de su evangelio?
Catedral de Girona. María Magdalena (¿leyendo su propio evangelio?).
Eso es –según creo- lo que pretende expresar las representaciones en el Sur de Francia y en Cataluña, en las cuales la Magdalena aparece embarazada, y ejerce el protagonismo (e incluso la identidad) de San Juan Evangelista: el “discípulo amado” según el Evangelio según San Juan. ¿De ahí la identificación entre el Evangelista y la Magdalena? ¿De ahí que se lo llame “discípulo amado”?
Nótese un hecho curioso: la datación del retablo de San Juan Evangelista, de autor anónimo, en Santes Creus, nos lleva al año 1603, que coincide con los inicios del llamado “movimiento Rosacruz”, que tendría lugar con el supuesto hallazgo de la tumba de Christian Rosenkreutz, el año 1604, según se explica en la obra apócrifa (aunque presumiblemente escrita por Valentin Andreae) titulada Fama Fraternitatis. ¿Tendría algo que ver esta orden oculta, que algunos pretenden hacer heredera de los templarios, con la transmisión del legado secreto de María Magdalena a través del mundo del Arte? ¿Sería Leonardo, en su obra, transmisor de esta tradición sagrada? ¿Sería por ello que introdujo estos detalles en su obra pictórica? Si ello fuera cierto, la pintura de Leonardo sería una especie de “guía de iniciados”, miembros de una orden de tipo rosacruz a la que él habría pertenecido (por supuesto, los modernos Rosacruz, a partir del siglo XVII, serían sus continuadores).
A este respecto, véase mi artículo Leonardo, el primer rosacruz.
Fernando Yáñez (discípulo de Leonardo), ¿transmisor de la tradición sagrada?
En definitiva, ¿dónde y cómo habría obtenido Leonardo la información sobre la leyenda provenzal? En mi libro El viaje secreto de Leonardo da Vinci hago mención a la circunstancia de que Leonardo pudo tener, ya en la segunda mitad de la década de los 1490, un discípulo español llamado Fernando Yáñez de la Almedina. A este respecto, escribo lo siguiente:
Leonardo hace dos menciones de «Ferrando Spagnolo, dipintore». La primera, de 30 de abril del 1505 («Fiorini 5 d’oro paghati a Ferrando Spagnolo, dipintore», en las cuentas de la Batalla de Anghiari), y la segunda, del 30 de agosto del mismo año («A Ferrando Spagnolo, dipintore, per dipignere con Lionardo da Vinci nella sala del consiglio fiorini 5 larghi»). La personalidad de este artista ha sido largamente discutida. Se le suele confundir con otro Fernando (Fernando de Llanos), que al igual que Fernando Yáñez, del que hablamos, pudo haber trabajado con Leonardo, si bien en fechas anteriores (se habla de la segunda mitad de la década de los 1490). Esto es lo que sostiene Carlo Vecce en su biografía sobre Leonardo (pág. 250): «Se paga aparte a los pintores colaboradores: Raffaello d’Antonio di Biagio, Ferrando Spagnolo [es decir, Ferrante de Llanos, que ya fuera alumno de Leonardo en Milán] …». Tanto uno (Fernando de Llanos) como otro (Fernando Yáñez) pintaron obras de estética «leonardiana» (Fernando de Llanos su Epifanía o la Huida a Egipto; Fernando Yáñez su Santa Catalina o la Sagrada Familia). Es destacable el hecho de que Fernando Yáñez imita en algunos de sus cuadros (San Juan Bautista y San Sebastián, así como el San Antonino y San Vicente Ferrer) el gesto tan leonardiano del «señalamiento hacia el cielo». Además de en Italia, trabajó en Valencia, Cuenca y Barcelona.
En definitiva, Fernando Yáñez (o Fernando de Llanos) podría haber colaborado con Leonardo da Vinci ya en una fecha tan temprana como a mediados de los 1490, cuando Leonardo estaba pintando la Última Cena, en Milán. ¿Sería éste el origen de la concepción “gnóstica” que Leonardo adopta al pintar la Magdalena? Me refiero en concreto a su confusión iconográfica con el apóstol San Juan Evangelista. No en vano, este artista (Fernando Yáñez) tuvo una relación de familiaridad estrecha con dos de los pintores que he mencionado más arriba: Juan de Borgoña y Pere Mates. A este respecto Ferran Soldevila dice lo siguiente en su Història de Catalunya (publicada por Editorial Selecta, capítulo 55):
“La influència del gran moment pictòric del Renaixement arriba a través de pintors de segona i tercera categoria, com un Joan de Borgonya, oriünd d’Estrasburg, que treballa a València i a Catalunya i que no té res a veure amb el seu homònim de Castella. Li és atribuït el retaule de Sant Feliu de Girona, bella mostra de l’estil, i és considerat deixeble seu el pintor Pere Mates, gironí, que produí copiosament per a les esglésies d’aquelles comarques. Alguns pintors, això no obstant, pogueren, a Itàlia mateix, experimentar la influencia directament i ésser deixebles d’alguna de les grans figures del Renaixement italià. Així Fernando Yáñez i Fernando Llanos, que si bé eren manxecs, treballaren a València en tornar d’Itàlia”.
Juan de Borgoña vivió en Barcelona al menos desde el año 1510 hasta su muerte. Se sabe que en el año 1507 conoció en Valencia a Fernando Yáñez, que como sabemos en el año 1505 formó parte del taller de Leonardo en Florencia. Lo habría vuelto a ver posteriormente en el año 1510, cuando Fernando Yáñez peritó una pintura suya en la ciudad de Barcelona (Museu Nacional Arqueològic de Tarragona. El retaule de Santa Maria Magdalena de Santes Creus. Imatges de la Llegenda Daurada).
Sea como sea, Juan de Borgoña conoció personalmente a Pere Mates y a Fernando Yáñez de la Almedina. En dos ocasiones (en 1501 y en 1510) pintó sendos retablos sobre María Magdalena. Y –como hemos visto- tuvo relación con un discípulo de Leonardo (Fernando Yáñez), que habría conocido al pintor florentino en el momento en que éste pintó la Última Cena (en la segunda mitad de los 1490). Todo hace pensar que Leonardo estuvo en contacto con la leyenda provenzal de María Magdalena, sea a través de Fernando Yáñez o de otros, en el momento en que realizó su famoso Cenáculo. Ello lo vincula a la tradición entonces vigente en Cataluña y en el Sur de Francia, llegada casi a nuestros días a través de la celebración folclórica; por ejemplo, los Goigs en loor a la santa: Unos gozos a María Magdalena (y Leonardo).
Desde mi punto de vista, éste es un nexo más –y muy claro- que liga a Leonardo con Cataluña. Aquél se inspiraría en la tradición heterodoxa preservada en esta región para representar algunos de los secretos ocultos en sus pinturas, que –desde este punto de vista- no serían más que “hojas de ruta del iniciado”. El retablo de San Juan Evangelista de Santes Creus, del año 1603, se inscribe en el ambiente rosacruciano que, ya en el siglo XVII, dio impulso a la “heterodoxia” organizada, que posteriormente se expresó en la masonería especulativa.