Fundamentos de Economía Factorial

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ADVERTENCIA

 

     Esta obra no trata de ser un remedo de manual que englobe los saberes acumulados en el campo del crecimiento y de la economía factorial (léase más adelante su definición en la terminología). Más bien es un ensayo teórico provisional, hecho desde la reflexión autónoma, de cara a aportar renovadas respuestas a un campo con todavía demasiados interrogantes.

     El autor no es un académico especialista en el tema, y por tanto no tiene acceso a las fuentes más modernas en torno al área del crecimiento. Este ensayo es, por tanto, fruto de su propia reflexión y de las variadas lecturas realizadas.

     Quien pretenda introducirse en este ensayo, ha de asumir la responsabilidad de dejar de lado el instrumental teórico existente para incorporar una nueva terminología y metodología, que se ajusta a un nuevo enfoque de estudio del área de la economía factorial.

     Sin embargo, este ensayo no desmiente ningún aspecto esencial del análisis marginal (si acaso, la convicción en el equilibrio general), sino que más bien los enfoca de una nueva manera (por ejemplo, por lo que se refiere al punto de maximización de beneficios, a la perecuación de la tasa de ganancias, en terminología marxista, etc.)

     Este ensayo introduce dos factores suplementarios en el análisis neoclásico sobre el crecimiento: el tiempo y el cambio tecnológico. La idea de crecimiento "neutral" varía significativamente de la concepción de Cambridge (Harrod, Robinson).

     El autor cree haber conseguido englobar en un tronco común los cinco enfoques económicos básicos: clásico, neoclásico, marxista, keynesiano y postkeynesiano. Además, cree poder afirmar que ha descorrido el velo que separa la macroeconomía de la microeconomía. También cree poder afirmar que con este ensayo consigue llevar el análisis económico de nuevo al campo de la economía factorial, es decir, de la oferta.

     Una buena metáfora para expresar la interrelación entre factores de oferta y de demanda sería la siguiente: la economía sería como una bicicleta con dos ruedas y una cadena; el autor ha estudiado la rueda de la oferta, pero todavía ha de trabajar en la de la demanda y en la cadena que pone en marcha el sistema (los factores monetarios y crediticios).

     El autor trabaja con tasas de incremento de los factores, que por dificultades técnicas, ha habido de expresar de la siguiente manera: _X/X=X. En las escasas ocasiones en que se alude a stocks, éstos son representados por una mayúscula subrayada: X.


TERMINOLOGÍA

 

     Economía factorial: Es aquella actividad económica realizada de forma directa por los factores productivos (trabajo y capital) en el proceso productivo, antes de exacciones impositivas o de transferencias públicas o privadas.

     Productividad marginal: En este modelo se interpretará este concepto de una manera especial. Tradicionalmente la productividad marginal expresa la idea de que a medida que aumenta la aplicación de factores productivos aumenta en una medida menos que directamente proporcional el producto.

     Ello implica que, con una variable independiente (por ejemplo, el trabajo), y otra dada (por ejemplo, el capital, con un nivel tecnológico dado), la aplicación en el tiempo de la fórmula de la productividad marginal (que no es más que el cociente entre la producción marginal y el trabajo marginal, si es ésta la variable independiente) dibuja una función con infinitos valores, si se efectúa una tabla de resultados en la cual varíe tanto la producción marginal como la aplicación marginal de trabajo. La elección que efectuemos de tales valores vendrá dada por: 1) el análisis empírico de la realidad o 2) la selección discrecional. Si el factor capital es también móvil, tendremos una superficie de dos dimensiones con infinitos valores.

     Como es difícil trabajar con tal volumen de valores sin establecer supuestos de selección arbitrarios, el autor ha optado por tener tanto el incremento del producto como el del capital como factores dados, y el del trabajo como factor variable. Así se obtiene una función lineal decreciente, con infinitos valores, en la cual es más fácil seleccionar un punto representativo (en nuestro caso, el punto de beneficios medios). La movilidad del modelo y la evolución tendencial se obtiene de la siguiente manera: se desplaza la función de la productividad marginal (con el incremento de la producción y el del capital, en cada recta, dados) en el tiempo, y de este modo se obtiene asimismo una superficie de dos dimensiones con infinitos valores. Y una vez que se tiene el punto de beneficios medios de cada recta, se unen éstos y así se obtiene la evolución tendencial de la productividad (absoluta), de una manera automática, evitando cualquier tipo de arbitrariedad en la selección de los valores.

     Eficiencia global (o cambio tecnológico): La introducción del cambio tecnológico complica el modelo. En efecto: 1) el crecimiento es constante a escala (el cociente entre crecimiento de producto y factor es uno) cuando de la inversión en capital y trabajo se obtiene un producto directamente proporcional a tal esfuerzo inversor; 2) el crecimiento es decreciente a escala (el cociente entre crecimiento de producto y factor es menor que uno) cuando de la inversión en los factores se obtiene un producto paulatinamente menor; y 3) una vez que introducimos el cambio tecnológico, de la inversión en los factores productivos se obtiene un producto paulatinamente mayor: rendimientos crecientes a escala, o economías de escala (el cociente entre incremento de producto y de factor es mayor que uno).

     Es decir, una vez que introducimos el cambio tecnológico se destruye el principio de los rendimientos constantes o decrecientes y éstos pasan a ser crecientes: de una aplicación determinada de capital y trabajo se obtiene un producto paulatinamente mayor. En cambio, en un contexto donde la oferta es inelástica (a causa de la existencia limitada de tierra o de capital), siempre que excluyamos el cambio tecnológico, los rendimientos son inexorablemente decrecientes.

     En el presente modelo, cuando tomamos el incremento de la renta como un valor dado, implícitamente estamos asumiendo: 1) que el análisis se realiza en el cortísimo plazo (en un instante temporal dado); y 2) que en ese lapso temporal el equipo-capital está dado, y la oferta es inelástica.

     En definitiva, según este modelo, los rendimientos son crecientes a escala (pues introducimos el factor cambio tecnológico). Sin embargo, a corto plazo, para realizar un análisis lineal de la productividad, con el cambio tecnológico como factor residual, indefectiblemente el crecimiento de la renta y el del factor capital han de estar dados. A largo plazo, la temporalidad se expresa con el desplazamiento horizontal de la función en la gráfica (a derecha o izquierda).

     El estudio a corto plazo (incremento de la renta y del capital dados) se ajusta al caso ricardiano de rendimientos decrecientes, donde hay una reserva inelástica de capacidad de producción acumulada (dada por la Naturaleza, en el caso de Ricardo, o por el depósito de capacidad de producción acumulada, expresado por la denominación "cambio tecnológico", en el presente modelo). Por ello la curva de la productividad marginal es decreciente.

     (Notemos que hablamos de "depósito de capacidad de producción", que se expresa en valores de productividad, no del equipo técnico, que se expresa en valores contables.)

     La eficiencia global (o cambio tecnológico) expresa dos cosas: 1) a corto plazo, la evolución de la capacidad productiva acumulada en uso en un determinado momento, añadida a la capacidad corriente dada por nueva inversión en capital y trabajo; 2) a largo plazo, la evolución de la productividad global, expresada como la agregación de la productividad ponderada de los factores capital y trabajo. En el caso (1) nos movemos "en" la recta de productividad marginal; en el caso (2) nos movemos "de" recta de productividad marginal.

     Productividad absoluta (beneficios medios): Es el nivel de productividad que crece al ritmo de la inversión en capital o trabajo. En nuestro modelo, con un factor ponderador 0,5 para cada factor y, por ejemplo, con un incremento de la renta dado de un 4%, en dicho punto el incremento en la inversión en factor trabajo (por ejemplo, un 2%) se iguala al incremento en la productividad del trabajo (también un 2%).

     Ingresos marginales (o suplementarios): En un análisis a corto plazo, a diferencia del modelo neoclásico, expresa el decrecimiento paulatino, con un incremento de renta y capital corriente dados, de la productividad, hasta el punto en que se agota la capacidad productiva (acumulada o corriente).

     Costes marginales (o suplementarios): En un análisis a corto plazo, a diferencia del modelo neoclásico, expresa el incremento paulatino de los rendimientos negativos, a partir del punto en el que el crecimiento del factor variable (por ejemplo, el trabajo) supera al del factor dado (por ejemplo, el capital). Los costes marginales se igualarán a los ingresos marginales en el punto donde la variable independiente tenga un crecimiento igual al de la renta: aquí, la productividad marginal será cero, y a partir de aquí será negativa. Éste es el punto de maximización de los beneficios, según los neoclásicos.

     Punto óptimo: Es el punto donde el crecimiento del factor variable (por ejemplo, trabajo), se iguala al del factor dado (por ejemplo, capital). Aquí no se producirá una productividad aparente (con decrecimiento de factor trabajo), es decir, una productividad que no puede ser absorbida por la capacidad de consumo del sistema, cuando el trabajo crece a una tasa menor a la del capital; ni tampoco, cuando existe productividad real (con incremento neto del factor trabajo), una productividad inferior a la capacidad de consumo del sistema, cuando el trabajo crece a una tasa mayor a la del capital.

     El optimum optimorum se sitúa en el punto donde el crecimiento de ambos factores (capital y trabajo) se iguala al de la productividad marginal; es decir, en el punto donde el punto óptimo coincide con el punto de productividad absoluta (beneficios medios).

     Productividad relativa: Expresa el valor de la productividad absoluta con signo negativo. Es decir, es el valor de la eficiencia global, que sumado al de la productividad absoluta (o beneficios medios), da un saldo cero. Este valor de la productividad relativa es el que determina el punto de reversión de fase, que ejerce de disparador de cambio de fase del ciclo.

     Beneficios totales: Es el resultado de sumar la productividad absoluta y la eficiencia global. La primera (productividad absoluta) es el nivel de productividad que se iguala al ritmo de la inversión, siendo un punto de máxima eficiencia cuando los factores capital y trabajo crecen ambos al ritmo de la productividad marginal (optimum optimorum). La segunda (eficiencia global) expresa el estado real de la productividad global en un momento dado. Cuando esta adición da cero, los beneficios medios se anulan y se produce un proceso automático de cambio de fase del ciclo.

     Nivel de empleo natural: Es el nivel máximo de empleo en el que todavía no se producen desequilibrios (donde la productividad del trabajo es cero); es decir, es el punto donde el crecimiento del factor trabajo y el de la renta se igualan.

     Nivel de paro tecnológico: Es el nivel mínimo de empleo, en el punto de reversión de fase, es decir, más allá del cual se reinicia el proceso inversor.

     Diferencial del capital (equivalente al concepto "coeficiente capital-trabajo"): En un contexto estático (renta y capital dados) es el residuo entre la productividad del trabajo y la productividad del capital acumulado (cambio tecnológico): si la productividad del trabajo es 1, y la productividad del capital acumulado es x, supondría el residuo 1-x. (El diferencial del trabajo sería, a su vez, el residuo entre la productividad del capital y la del capital acumulado.)

     Frontera de posibilidades de producción (productividad efectiva): Al igual que en la definición convencional, de Samuelson, se supone un nivel de renta dado por las capacidades productivas en un determinado momento. En nuestro modelo equivale al límite máximo de productividad dado por el crecimiento relativo de capital y de trabajo, así como por la capacidad productiva acumulada, en relación a la concepción tradicional que opone la producción de los cañones a la de la mantequilla (suma cero).

     Productividad estable: La línea de homogeneidad es aquel nivel de productividad que se mantiene estable en el tiempo, con independencia de la variación de la renta o del factor trabajo (o capital). La productividad estable es un caso especial, en que la línea de homogeneidad se sitúa en el nivel de productividad del trabajo (o capital) cero.

     Productividad potencial: Es aquel nivel de productividad en que, frente a un nivel dado de productividad efectiva (en base al crecimiento relativo de los factores, o al depósito de capacidad de producción acumulada: frontera de posibilidades de producción), se "fuerza la máquina" hasta el punto en que ésta funciona al límite de su capacidad de producción, por lo que el período de amortización de la maquinaria se acorta, creándose una brecha del tiempo entre el período de vida de la maquinaria que funciona a un ritmo normal, y el período de vida a un ritmo acelerado.


NOTAS PRELIMINARES

(A modo de introducción)

 

     Desde que tuve acceso al método residual de Solow para desglosar en sus partes elementales el incremento de la renta agregada (Q=xK+(1-x)L+CT, siendo Q=evolución de la renta agregada, K=evolución del capital, L=evolución del empleo, y CT=residuo entre la renta agregada y la inversión agregada), que a su vez se basó en la conocida función de producción Cobb-Douglas, consolidé la creencia de que el cambio tecnológico ha de ser considerado como una variable interna, no externa, del sistema económico, y me propuse investigar con mis escasos medios sus repercusiones en el circuito económico.

     Ya hacía algún tiempo que merodeaba por mi cabeza la idea de zambullirme de lleno en el tema del crecimiento, que hasta ahora ha sido uno de los grandes interrogantes del pensamiento económico. Siempre he estado convencido de que de alguna manera el crecimiento acumulativo actual es el fuelle que da oxígeno a los procesos -espasmódicos- cíclicos. Sin embargo, tenía que hallar la prueba de tal encadenamiento, la espita (el mecanismo, o dispositivo) que dispara los procesos incontrolados, las fluctuaciones y las inestabilidades (en definitiva, el comportamiento caótico no lineal).

     Actualmente se adopta como paradigmática la consabida explicación de la crisis por el hecho incontrovertible de la imperfección del mecanismo de los precios como instancia reguladora que establezca un equilibrio o unas reglas de juego fiables en los mecanismos del mercado (es decir, que sirva como instancia reequilibradora, o como disparador de un mecanismo automático de retroalimentación negativa, que frene el proceso iniciado por la retroalimentación positiva -en bola de nieve- del proceso cíclico); los precios, como sabemos, están muy lejos de observar un comportamiento de equilibrio, especialmente si empleamos el método kaleckiano de dividir la economía en dos grandes sectores: el de los medios de consumo y el de los medios de producción.

     Una actuación complementaria, ejercida subsidiariamente por el Estado, vendría dada por actuaciones procíclicas o anticíclicas (con un retardo inevitable entre el diagnóstico de la situación y la adopción de medidas, y entre ésta y la coyuntura en que se inscriben), a partir de la teoría postkeynesiana de los estabilizadores, tanto automáticos como discrecionales. Más allá, se hace necesario encontrar una explicación que supere la actual interpretación de la crisis a partir de las "crisis de subconsumo" o de las "preferencias por la liquidez" (que centra su atención en cuellos de botella del lado de la demanda), y dirigir nuestra atención a los mecanismos internos del lado de la oferta (sin por ello obviar los primeros).

     Con anterioridad barajaba algunas ideas (vagas e intuitivas) de partida acerca del complejo mecanismo de los procesos cíclicos, y de su relación con el crecimiento acumulativo capitalista: crecimiento cero (y sostenible), retroalimentación negativa y positiva, caos determinista, proceso dinámico, análisis de sistemas, etc. Fue el conocimiento de la citada fórmula de Robert Solow el que descorrió el velo que separaba la presunción intuitiva de la concreción de las ideas.

     Hasta ahora, al menos a partir de mis modestos conocimientos, han circulado un buen número de teorías explicativas de la crisis, que la fundamentan por lo general en una o varias (a veces innumerables) causas, tanto internas como externas, relacionadas con el funcionamiento de la economía. Hay numerosos modelos econométricos que intentan evocar su funcionamiento a partir de multitud de factores (muchas veces fuera de todo control): comercio exterior, tipo de cambio, expectativas, tasas de interés, inflación, conflictos, recursos, estado psicológico, etc. Sin embargo, todos estos modelos parten de la misma "ilusión" mecanicista, extrapolada del funcionamiento de las economías desarrolladas de mercado: la crisis y el ciclo económico son el precio a pagar por el progreso económico y el crecimiento.

     Pero si observamos con más detalle se tiende a identificar progreso con crecimiento (y al revés). Aquí es donde discrepo. De ninguna manera progreso (y calidad de vida) ha de estar necesariamente asociado al crecimiento. Si cambiamos de base, y consideramos al crecimiento como factor de desequilibrios y perturbaciones, no como factor de progreso, bienestar o calidad de vida, podremos entender el mecanismo de la crisis de una manera elegante y sencilla.

     El método es muy simple: basta con servirse del elemento "cambio tecnológico" para introducirlo en un modelo dinámico, gráfico, que tenga como principales variables el capital, el trabajo y la renta (es decir, desdeñando de momento el componente monetario de la economía), en una economía cerrada al exterior, si es que queremos que el modelo sea manejable. Más sencillo todavía: se trataría de reducir el capital y el trabajo a una única sustancia (la inversión agregada), para así situarnos en un contexto de hipotética maximización de la eficiencia en el empleo de los recursos productivos. Con tan pocos elementos tenemos la casi totalidad de situaciones de la economía real (productiva), es decir, no financiera, que podemos integrar en modelos dinámicos de carácter cíclico: paro tecnológico, tasa de empleo "natural", productividad (absoluta y relativa), beneficios "normales" y "totales", rupturas de stock, capacidad productiva desocupada, desinversión, desvalorización, amortización acelerada, eficiencia económica, dumping de costos, productividad aparente (con desempleo) y real (sin desempleo), monopolios y superbeneficios, ingresos y costes marginales y rendimientos decrecientes del capital y del trabajo...

     Necesariamente, estas líneas han de ser un primer esbozo de lo que habría de ser un arduo trabajo de sustanciación y concreción matemática, gráfica y estadística, de un germen de ideas y proposiciones que sería precipitado considerar definitivos (o axiomáticos). Pero como punto de arranque provisional considero que es suficiente. Paso a reseñar las principales conclusiones a las que es posible llegar a partir de la gráfica A-1.

     En esta gráfica he realizado un repaso de diferentes situaciones de crecimiento. Podemos definir como crecimiento (positivo) al aumento cuantitativo real (no nominal) de la renta por medio de un proceso acumulativo sostenido (pues en caso de "no crecimiento" nos encontraríamos en una situación de estancamiento). El crecimiento —negativo o positivo— marca una tendencia, con un signo u otro; generalmente, a partir de la experiencia acumulada, esta tendencia es positiva a largo plazo, independientemente de los procesos coyunturales de estancamiento o decrecimiento. El factor explicativo de esta tendencia, a partir de la fórmula de Solow, sería el cambio tecnológico. Sin embargo, el proceso acumulativo no es suficiente para explicar una tendencia a largo plazo de crecimiento positivo real (no sólo financiero, ni por supuesto monetario), pues si únicamente observamos un reemplazamiento de los factores desgastados o amortizados (en un contexto de estancamiento de la población), o bien únicamente creamos nuevo capital (técnico o humano) para satisfacer las necesidades corrientes de un crecimiento vegetativo de la población, no hay verdadero crecimiento (positivo) neto, sino una situación estacionaria de crecimiento cero.

     El caso 1 es el más simple. Se trata de un crecimiento sostenido de un uno por ciento anual. Sin embargo, como los recursos productivos (Q=1, L=1, con un reparto respectivo de la renta de un 0,5 por uno) crecen al mismo ritmo que la renta, la productividad derivada de causas tecnológicas es irrelevante (CT=0), y no se produce un proceso acumulativo neto de creación de capital suplementario (se entiende neto de reemplazamiento de viejo capital, y por encima del nivel de crecimiento vegetativo de la población).

     En este caso únicamente observamos un crecimiento (igual a una unidad) de carácter vegetativo, que depende fundamentalmente del crecimiento de la fuerza de trabajo (de la población), con el debido desfase entre crecimiento vegetativo y la incorporación de la nueva fuerza de trabajo. El "nuevo" capital se ajustaría al crecimiento de las necesidades de una masa suplementaria de población (lo que incrementaría la demanda), y al incremento de la fuerza de trabajo (y del capital, o al desbrozamiento de nuevas tierras, antes no cultivadas), que respondería, automáticamente, y en proporción equivalente, al aumento de la demanda agregada por causas vegetativas. Sin embargo, no se acumularía en nuevo capital para mejorar la productividad y la renta futura. Este caso ejemplificaría el crecimiento vegetativo de la época preindustrial (hasta la Primera Revolución Industrial), que era lento y se ajustaba (con desfases) al de la población, y que estaba caracterizado por los conocidos "dientes de sierra" demográficos. El factor tecnológico era prácticamente irrelevante, al menos a corto plazo.

     En el caso 2 hemos introducido una variante. Por ejemplo, a través de una guerra de rapiña, una nación conquista un fabuloso tesoro de oro y de plata. ¿Qué sucedería en un contexto caracterizado por un factor tecnológico irrelevante? Si nos fijamos en el gráfico, en un primer momento se daría inicio a un proceso acumulativo (por ejemplo, de cara a absorber el nuevo consumo en forma de objetos de lujo de carácter suntuario), que se va extinguiendo paulatinamente a medida que el sistema económico extingue los efectos del capital suplementario (y de la demanda agregada originada por el mismo, de carácter consuntivo y suntuario), introducido desde el exterior (es decir, no acumulado de forma productiva). Este capital no se invierte productivamente, sino que se dilapida en forma de objetos de lujo. Y como esta nación no ha invertido en nuevo capital que rinda un mayor fruto en el futuro, o que satisfaga la demanda suplementaria originada desde el exterior, previsiblemente se producirá un proceso especulativo e inflacionario que malogrará y perturbará los posibles beneficios de tal inyección de recursos, si ésta hubiese sido convenientemente aprovechada.

     Tales beneficios serán exportados a las naciones con las que dicho país comercia, que le suplen de los bienes de lujo necesarios que ella no produce (y que previsiblemente tampoco producirá en el futuro, porque no se han invertido adecuadamente los recursos adquiridos por medio de la acumulación primitiva —de rapiña— antes reseñada). Aquí se generaría, por partes iguales, déficit exterior, indolencia e inflación. No habría acumulación productiva, sino una pura acumulación simple, añadida a un sistema dispalfarrador, con un nivel tecnológico dado (muy pobre, por supuesto). La riqueza, a la postre, no crecería, sino que se desencadenaría una perturbación monetaria sin que el plano productivo saliera beneficiado por ello. A la larga, se continuaría en la situación estacionaria previa, con un nivel de precios (inflación) más elevado. Ésta era la situación de la España del Siglo de Oro, en la cual el capital en forma de oro y plata indianos no se transformó en capital productivo, sino en compras suntuarias de productos de lujo que este país había de importar del exterior: no se acumuló, sólo se dilapidó, con el efecto de la gran inflación de los siglos XVI y XVII.

     En el caso 3 entramos de lleno en el escenario actual, que Marx interpretara tan fielmente (aun desde la perspectiva actual). Como se puede observar, partimos de una situación de desequilibrio provocado por un stock de capital humano inactivo (ejército industrial de reserva), un stock de capital productivo que se ha de invertir eficientemente (en forma de fondos de inversión productiva, o de capacidad productiva acumulada no utilizada, que supone unos costes de marcha en vacío), y un nivel tecnológico dado, que multiplica por un factor dado el rendimiento del capital físico (máquinas y bienes intermedios); este factor lo llamamos cambio tecnológico (CT en siglas). La fuerza de trabajo (L), como veremos, es tanto un factor desencadenante como limitante.

     El proceso se desarrollaría, básicamente, de la siguiente manera: en una situación caracterizada por un stock de CT acumulado, que multiplica por un factor determinado la productividad del trabajo (como veremos posteriormente, medida como Q-L, o _Q/Q-_L/L, ya que esta expresión es de mayor interés, dado que expresa tasas de incremento y el signo y saldo de la evolución), nos encontramos simultáneamente con un stock de L no empleado (paro estructural), por razón del aumento de la productividad aparente del capital, atribuible al cambio tecnológico (paro tecnológico), que el sistema económico no puede o no quiere absorber (posteriormente intentaré demostrar que, a mi entender, se trataría de lo segundo). Partimos de la base de que el excedente de productividad generado por CT rellenaría la brecha entre el ritmo de incremento de la renta (Q) y el de la agregación ponderada de capital y trabajo (K+L). (Como veremos, esta ponderación viene dada por el reparto respectivo de la renta entre ambos factores productivos.)

     La productividad del trabajo la expresaríamos como Q-L (es decir, _Q/Q-_L/L). Q crece a causa de los efectos de la productividad absoluta (o beneficios normales), constituida por la parte del capital remunerado que va a parar al empresario (como veremos, vendría dada por Q/2, que es el punto donde el incremento de trabajo, L, se iguala a la productividad del trabajo, Q-L). En el modelo-patrón que desarrollaremos posteriormente, los beneficios normales son invertidos productivamente; es decir, implícitamente asumimos que la renta que va a parar al capital, de una u otra manera, se invierte productivamente, mientras que la renta que desemboca en la fuerza de trabajo, se gasta en nuevo consumo ("los trabajadores gastan lo que ganan, y los empresarios ganan lo que gastan").

     La renta agregada supone una demanda agregada conformada por inversión y consumo (Q=I+C), sin que, de momento, dadas las limitaciones formales de este modelo, quepa incorporar la renta sustraída o generada por el Estado, que como sabemos tiene un importante papel en la demanda agregada de la Economía de inspiración keynesiana, a veces como mero "creador de dinero". Al hablar de crecimiento del trabajo, sería preferible referirse a "crecimiento de la remuneración a la fuerza de trabajo" (teniendo ésta carácter histórico), no al "crecimiento de los contingentes que forman parte de la fuerza de trabajo". Puede existir un fuerte componente de "aumento de fuerza de trabajo" que consista en aumentos de las remuneraciones salariales, por efecto de la presión de los trabajadores en momentos coyunturales expansivos, más que en incrementos netos de población asalariada. Sin embargo, por razones prácticas (economía de medios), al efectuar la contrastación empírica hemos hecho uso de la evolución de los contingentes de población ocupada (con resultados satisfactorios, como veremos).

     Por último, cabe decir que al ser éste un modelo provisional y muy simplificado, he de obviar, de momento, la faceta monetaria de las modernas economías de mercado. Si hago referencia a esta cuestión, es a título ilustrativo, aunque de forma poco rigurosa (es decir, no cuantitativa).

     Para simplificar (ello lo desarrollaremos con más profundidad posteriormente), considero que los recursos se utilizan eficientemente, por lo que K=L (es decir, _K/K=_L/L) tal como también expresa el modelo Harrod-Domar de crecimiento (aunque, como veremos, nosotros igualamos ambos factores al incremento de la productividad del trabajo, Q-L, no al ritmo de incremento de la renta, Q). Este supuesto es fácil de comprender, pues si el capital creciera menos que el trabajo, se produciría un cuadro típico de rendimientos decrecientes ricardianos (si no existe capacidad productiva no utilizada suplementaria); en cambio, si creciera más, se produciría una alta productividad que el sistema no podría absorber, ante el descompasamiento entre producción y creación de consumo suplementario.

     En definitiva, los beneficios excesivos, en cuadros de fuerte productividad aparente, no se pueden colocar en el mercado, al existir una carencia relativa de fuerza de trabajo con poder de consumo; y, por tanto, tales beneficios, tal como apuntan Baran y Sweezy, han de ser exportados o dilapidados mediante armamentismo o campañas de publicidad costosas e inútiles. Parto de la base de que me estoy refiriendo a un sistema económico autárquico, autosuficiente, sin relaciones con el exterior, con el fin de simplificar y no enmarañar innecesariamente el modelo.

     Si observamos la gráfica ilustrativa, en el caso 3, hasta cuatro unidades de tiempo todo va bien, porque el sistema económico absorbe una determinada cantidad de paro tecnológico acumulado, hasta llegar a una situación de efímero pleno empleo (que puede no ser todo el empleo posible, sino el nivel de empleo "natural", que no produzca un cuadro de productividad negativa). Pero a partir de aquí, cada incremento suplementario de una unidad de trabajo (L), a consecuencia del efecto multiplicador de la expansión cíclica, que trata de absorber el incremento de la demanda de consumo, genera las siguientes consecuencias: 1) en todo momento, rendimientos decrecientes si el capital no crece al mismo ritmo que el empleo, a un nivel tecnológico dado (es decir, si no se respeta la condición de Cambridge: una relación capital-producto y capital-trabajo constantes); y 2) un aumento neto (no monetario) del coste de la mano de obra y, por ende, del resto de los factores productivos (los bienes intermedios y los servicios productivos).

     A partir de este momento el sistema económico (el mercado) experimenta espontáneamente un fenómeno a) de contracción del incremento de nuevos factores productivos y b), de decrecimiento (o desinversión neta) de los recursos acumulados (la capacidad productiva acumulada es liquidada, o se desvaloriza por obsolescencia; en todo momento, de cara a reducir costes de marcha en vacío, se procura tener en uso la mayor parte de la reserva de capacidad productiva remanente). De tal manera, se da inicio a un proceso en forma de "bola de nieve", con tal vez igual intensidad multiplicadora (aunque con signo contrario) que la dinámica del auge previo. El aumento del paro y del stock de capital desinvertido disminuye el consumo, lo cual provoca fuertes acumulaciones de existencias invendidas y sobrecarga los almacenes. Se producen recortes suplementarios de producción y el proceso contractivo, y posteriormente recesivo, se agudiza (a partir del principio multiplicador de Kahn).

     Pero simultáneamente la productividad y la eficiencia en el uso de los recursos productivos aumenta, y si bien la productividad absoluta (beneficios medios, iguales a Q/2, como vimos antes) disminuye en términos absolutos, aumenta en términos relativos (se sitúa por encima de Q). En general, en este punto, la productividad del trabajo (Q-L) aumenta, dado el importante papel que aquí juega CT como depósito de capacidad de producción, que junto con las mejoras en la organización, y el papel desempeñado por K corriente (incorporador de mejoras técnicas que ahorran mano de obra), disminuye costes (laborales, sobre todo) y aumenta márgenes empresariales netos (de costes fijos, de ineficiencias, de costes laborales, de desgaste del capital, etc.)

     Si seguimos observando la gráfica, cuando T=8, e I=0, la productividad absoluta (segmento rallado) es igual a 0. Pero entre T=8 y T=10 la productividad absoluta, si bien es negativa, se sitúa por encima de la renta ((Q/2)>Q). Cuando, en este momento, la productividad del trabajo (Q-L), y los rendimientos por unidad de factor invertido, tienen una tendencia positiva, se invierte el proceso y el multiplicador pasa a tener signo positivo (más adelante estudiaremos esta dinámica con mayor detalle, al ocuparnos del concepto esencial de punto de reversión de fase). (Este proceso, como vemos, se ajusta a la teoría keynesiana del ciclo económico, y en concreto del multiplicador, tanto en los períodos de auge como de recesión.)

     En T=10 la trayectoria se vuelve a invertir: el stock de mano de obra desocupada llega a su máximo (paro tecnológico, a un nivel tecnológico dado y con una demanda y renta disponible dados); los rendimientos por unidad de factor invertido son altos; y la eficiencia global (CT) adquiere niveles positivos, muy por encima de los del crecimiento de la renta. Efectos todos ellos que, como sabemos, estuvieron originados por la desinversión acaecida tras rebasar el nivel de "empleo natural". El proceso vuelve a desencadenarse tal como lo hemos relatado aquí.

     En el siguiente capítulo, tras un breve anticipo de supuestos básicos, comenzaremos refiriéndonos a una de las claves de nuestro análisis: el efecto de la productividad marginal del capital y del trabajo, y su repercusión sobre conceptos tales como productividad real y productividad aparente (sin o con destrucción de factor empleo).


SUPUESTOS DEL MODELO

 

     1) Al introducir el cambio tecnológico, los rendimientos son crecientes a escala. Pero al tener un factor "crecimiento de la renta" dado, se produce un cuadro ricardiano de rendimientos decrecientes.

     2) Cuando no se diga lo contrario, la tasa de crecimiento del capital es inferior a la de la renta (K<Q).

     3. Cuando no se diga lo contrario, el reparto de la renta entre capital y trabajo viene dado por las proporciones x=1/2 para K y (1-x)=1/2 para L. Ésta es, poco más o menos, la situación en España, si nos referimos a renta bruta (incorporando la amortización). Sin embargo, para homogeneizar las series con otros países (Estados Unidos, Reino Unido y Francia), en la contrastación empírica nos hemos servido de la siguiente razón ponderadora: x(K)=0,4 y 1-x(L)=0,6, que no incluye la amortización del capital.

     4) Los rendimientos y los beneficios derivan de la productividad del trabajo. Los rendimientos, en general, son el cociente entre beneficios y el capital invertido. El beneficio aquí no existe como tal; los beneficios medios (Q/2) constituyen la remuneración del capital en una situación óptima donde L=K=(Q-L).

     5) Los dos únicos factores de la función de producción son capital (K) y trabajo (L). Cambio tecnológico (CT) cumple el papel de: 1) capacidad de producción acumulada y 2) eficiencia global del sistema.

     6) Este modelo asume tanto el contexto masilla/arcilla, como el arcilla/arcilla, en el uso relativo de los factores. El primero se refiere al corto plazo (contexto estático), y el segundo al largo plazo (contexto dinámico).

     7) Los contextos estáticos se refieren al movimiento "por" una curva, y los dinámicos al movimiento "de" una curva.

     8) Los valores se expresan siempre en tasas de incremento: K=_K/K, L=_L/L, Q=_Q/Q, Q-L=_Q/Q-_L/L. CT tiene carácter residual.

     9) El análisis de la productividad marginal tiene carácter microeconómico, pero sus consecuencias se pueden aplicar a una escala macroeconómica.

     10) Los flujos se expresan con una mayúsculas, y las pocas veces que nos referimos a stocks con una mayúscula subrayada.