Fundamentos de Economía Factorial - SECCIÓN SEXTA
SECCIÓN SEXTA
(Disección del ciclo)
En la sección anterior hemos hecho un alto en el camino para profundizar en ciertos aspectos básicos referentes al papel que juega la productividad (eficiencia) global del sistema, así como en el protagonismo respectivo de las productividades del capital (Q-K) y del trabajo (Q-L). Hemos comprobado que la productividad (eficiencia) global (CT) es la agregación ponderada de ambas productividades parciales; que la productividad del trabajo dibuja la tendencia a largo plazo, y tiene mayor grado de estabilidad; que la productividad del capital determina el momento coyuntural de la productividad global; y que ambas productividades parciales tienen un carácter relativo, inversamente proporcional, respecto a la renta y, por consiguiente, a la inversión agregada (pues I es directamente proporcional a Q).
Pero antes de pasar a estudiar el carácter relativo de CT respecto a Q haremos otro repaso de la gráfica A-12, en su recorrido A. Recordemos que, en el capítulo anterior, decíamos que esta trayectoria era puramente ideal, pues es improbable que Q-L pueda llegar a tener signo negativo, dado el papel de lastre (a soltar o recuperar) de L, que mantiene Q-L dentro de una banda de estabilidad con signo positivo. Pero también afirmábamos que este proceso es el que marca de forma más neta y extremada la tendencia, las pautas del proceso dinámico, si bien con el artificio de considerar CT empleado en su totalidad, independientemente de la coyuntura. También hablábamos de CT=0 como "límite de la productividad", como barrera más allá de la cual se ha de iniciar un proceso de desinversión, siempre que L sea la variable independiente. Pero en un contexto real el llamado "desfase monetario" y el auténtico papel locomotora que ejerce K y Q-K sobre CT, hace que este límite sea franqueable, como veremos posteriormente, al relacionar Q directamente con la inversión agregada (I), no con L.
Así pues, en el gráfico A-15 (A), que representa la trayectoria A de A-12, hemos representado la evolución de la renta, los beneficios medios y la productividad en relación a unos niveles determinados de inversión en L (teniendo a K como factor dado, igual a Q/2: punto óptimo de cada nivel de renta). La productividad del trabajo varía en relación inversa a L, marcando un diferencial respecto a Q-L=0 (productividad estable), que es el que determina el grado de eficiencia o ineficiencia de Q-L en relación a Q, y por tanto, la necesidad de invertir o desinvertir en nuevo factor trabajo.
En otras palabras, siendo Q=4 y L=6, con CT=0, el diferencial respecto a Q-L=0 sería de dos puntos negativos, y dado que aquí se han extinguido los ingresos marginales, existe la imperiosa necesidad de desinvertir para recuperar los niveles de productividad del trabajo que demanda el sistema. Ello, como vimos en la sección cuarta, repercute, cómo no, en la renta y en el capital, a través del mecanismo del multiplicador, lo que genera un proceso sostenido de desinversión, que no acaba hasta que no se recuperan niveles suficientes de productividad positiva. Hasta entonces se retiene liquidez y se desinvierte en capital obsoleto, con la pretensión de recuperar márgenes antes de iniciar el nuevo proceso reinversor.
Notemos un hecho importante: en cualquier nivel de renta, el nivel de productividad laboral (Q-L) es siempre cero cuando Q=L. Sin embargo, siempre que haya una correspondencia directa (es decir, siempre que el nivel de Q determine el de L, y vicerversa, de tal modo que estén ambos interrelacionados, y no haya un alejamiento antinatural entre ambas variables, siendo por ejemplo L positiva cuando Q es negativa), será el nivel cero de Q el de la recuperación de la productividad, si L es también igual a cero. Es decir, en nuestro modelo, con L como variable independiente, Q=0 inicia la fase de recuperación de los niveles positivos de productividad del trabajo.
Q=0 sería el punto de referencia relativo de Q-L=0, pues en pura lógica tasas nulas de crecimiento crearán tasas nulas de empleo, dado un multiplicador igual a cero. Éste sería, entonces, el nivel de renta que determina el nivel de productividad estable, pues, dada una correspondencia directa entre Q y L, a Q=0 le corresponde un nivel de empleo y de productividad iguales a cero. Es claro que Q-L=0 coincide con Q=0 sólo en un punto, como en el resto de las funciones de productividad, pero este punto es la única opción lógica de Q=0: no es lógico que en Q=0 el incremento en factor trabajo sea sustancial; en todo caso, los niveles positivos o negativos en los alrededores de cero tienden a cero, se contrarrestan, y se anulan en entidad. Así pues, del mismo modo que la productividad del trabajo se mide en relación al nivel Q-L=0, de productividad estable, el nivel de renta se mide en relación al nivel Q=0. (Ello, como veremos, tiene importantes implicaciones por lo que se refiere al nivel de la productividad relativa.)
Volviendo al gráfico A-15 (A), tanto Q, como Q/2, como Q-L, tienden a converger en cero, para luego invertir su signo. Cuando Q=-2 y Q-L=1 (siendo CT=0), el proceso de desinversión se invierte, y comienza otra fase del ciclo, de inversión neta, que después comprobaremos que viene precedida por una reinversión neta en equipo capital corriente. Así pues, resumiremos este gráfico con las siguientes conclusiones:
1) El ciclo está dividido en dos fases, una positiva y otra negativa; la primera de inversión neta, y la segunda de desinversión neta.
2) La fase positiva se divide en dos momentos coyunturales: el de la recuperación económica, con un repunte, en primer lugar, de la inversión, y después de la renta; y el de la expansión, con un auge en ambas variables. En esta fase la productividad tiene tendencia a decrecer.
3) La fase negativa se divide en otros dos momentos coyunturales: el de contracción, primero de la inversión y posteriormente de la renta; y el de recesión, de recuperación de la productividad y retracción de los beneficios absolutos (con carácter relativo, pues la eficiencia global aumenta: se produce una mejora de los rendimientos por factor invertido).
4) El eje sobre el que oscila la renta y la productividad es el eje de la productividad estable (Q-L=0), que es secante con el resto de las líneas (Q, I y Q-L) en cero. El eje Q-L=0 corta a Q en Q=0. Este nivel de renta es el que marcará el nivel de productividad relativa de un nivel dado Q.
(Volvemos a repetir que nos referimos a una situación irreal en la cual Q-L<0. Sin embargo, esta situación dibuja la evolución tendencial, amplifica —y aclara— los fenómenos, e ilustra la evolución del empleo, más indicativa —en la práctica— de la evolución del ciclo; si bien, como sabemos, Q-K perfila la evolución de la productividad relativa, señalando con más precisión el momento coyuntural del ciclo.)
Así pues, nos encontramos con cuatro determinantes: 1) la productividad del trabajo, que indica el nivel de eficiencia en el uso del factor trabajo, con un nivel K dado; 2) la renta, que tiene una relación directa con la evolución del empleo; 3) la productividad absoluta (Q/2), que señala el punto de productividad e inversión óptimos, donde el sistema produce al ritmo que marca la demanda suplementaria y las necesidades de inversión futura; y 4) la productividad (eficiencia) global, que es la agregación ponderada de las productividades del capital y del trabajo, y que podemos asimilar a la productividad relativa derivada del alejamiento de la renta respecto a Q=0 (contexto dinámico), y de la productividad del trabajo respecto a Q-L=0 (contexto estático).
Pero hemos de hacer notar una aparente incongruencia: por un lado Q determina un nivel directamente proporcional de L, pues L varía directamente en relación a Q; y por otro, en la vida real Q-L>0, o sea, que el aumento de L suele ser menor al de Q (incluso se han tratado de buscar leyes generales que indican una relación estable entre el crecimiento de la renta y el del empleo). Esta aparente incongruencia tiene importantes implicaciones. Nótese que en la vida real la evolución del empleo suele seguir un ritmo inferior a la de la renta, lo que deja hueco para la inclusión, en el agregado "crecimiento", de dos ítems más. Recordemos:
Q=1/2(L+K)+CT
Así, la renta es una agregación de la inversión en trabajo y capital (ponderados) y de la productividad ponderada de ambos conceptos. Si L=K=Q (es decir, si la inversión creciera al mismo ritmo que la renta agregada), el residuo que nosotros denominamos "cambio tecnológico" desaparecería, y por tanto se produciría un cuadro de productividad estable (Q-L=0), situación equivalente a la de las economías preindustriales, donde el crecimiento es puramente vegetativo, y el avance técnico es neutral (según terminología de Harrod).
Siendo L=Q, si tenemos en cuenta el factor ponderador de L (x=1/2), existe un desfase entre el valor absoluto ponderado de L en el incremento de la renta agregada (si L=4, 1/2(4)=2), y el valor absoluto de su productividad (Q-L=0), equivalente a la diferencia entre 1/2(L) y Q. Lo cual supone que, siendo L=K=Q, con Q=4, un incremento en cuatro puntos del empleo determinará un incremento en dos puntos de la renta y un incremento nulo de la productividad del trabajo.
Considero que éste no es un crecimiento armónico; es más, ni siquiera implica crecimiento neto, puesto que no se produce un fenómeno de reproducción ampliada, sino de reproducción simple (al ritmo del incremento de los factores). El aumento de la renta sería atribuible, en este caso, únicamente al aumento vegetativo de los factores, no a la productividad. En el previsible caso de que en este estado no existiera ahorro de recursos (de ahí que CT=0), y de que la inversión se limitara a un simple reemplazamiento de capital obsoleto o desgastado, dado un nivel de recursos finito (como una extensión limitada de tierra, por ejemplo), sería el marco natural el que regularía el marco social, no a la inversa.
El progreso material sólo es posible cuando esta relación se invierte: a través del excedente reinvertido, y de las mejoras técnicas, el ser humano, con unos recursos dados, añade más valor añadido, lo cual aumenta su bienestar y la previsibilidad de su futuro. Un crecimiento puramente vegetativo no es neutral, pues no da margen para la anticipación y la prevención de futuras contingencias; es neutral aquel proceso de crecimiento que permite introducir el ahorro (y la inversión neta) en la función de producción agregada; por tanto, es neutral aquel crecimiento que iguala el incremento de los factores a la productividad del trabajo (en un contexto dado por la teoría del valor), como de hecho sucede en cualquier empresa racionalizadora. El ahorro entra dentro del esquema de reproducción ampliada como un factor residual que da pie a la mejora técnica y al crecimiento neto. Sin embargo, su descompasamiento respecto a la inversión (o el descompasamiento de la inversión de bienes de consumo y de bienes de inversión) da lugar a una serie de desequilibrios que son, con el factor multiplicador del stock de recursos desempleados, los que a la postre determinan los fenómenos cíclicos.
Recapitulando: siendo L=K=Q, la productividad (eficiencia) global (CT) es cero; siendo L=K=Q/2®CT=1/2(Q); y siendo L=K=2Q®CT=-Q (con un factor ponderador igual a 1/2, como de costumbre). Como sabemos, siendo K=Q/2, hallaremos el punto de reversión de fase, con L como variable independiente, durante el período de expansión, en aquel valor L donde CT=0:
PRF=[CT=0]
La productividad del punto de reversión de fase, siendo K=Q/2, viene dada por la de aquel valor de L donde CT=0:
Q-L(en CT=0)=x(K-L) (14)
(Hemos de recordar que, durante la fase de expansión, en este punto -(Q-L)=-x(K-L).)
En definitiva, el límite de reversión de fase, que marca el cambio de tendencia del ciclo (del período de expansión al de contracción, o del de recesión al de recuperación), se sitúa, cuando L es la variable independiente, en el punto donde CT=0, donde se agota la capacidad productiva acumulada y, por consiguiente, también los ingresos medios.
Como sabemos, cabe anotar dos puntos de reversión de fase: 1) el primero se sitúa en el punto -(Q-L)=-x(K-L), en el área de las x positivas e y negativas (que separa las fases de expansión y contracción); 2) el segundo es el que se sitúa en el punto (Q-L)=x(K-L), en el área de las x negativas y las y positivas (que separa las fases de recesión y recuperación). En el primer caso CT tiende a la reducción y en el segundo a la recuperación. Éstos son los jalones que, con L como variable independiente, marcan los límites del ciclo. Pero demostraremos que tales jalones son también útiles en un modelo donde I es la variable independiente. En este último caso, el límite CT=0 es flexible, pero no lo es el punto de reversión de fase. De igual modo que siendo L la variable independiente, el principio básico que marca el cambio de fase en la etapa expansiva es el mismo: la minimización o anulación de los beneficios medios; lo mismo se puede decir del cambio de fase en la etapa recesiva: el aumento de la eficiencia global, a resultas de la disminución de la inversión, cuando compensa la reducción de los beneficios medios, induce a un incremento neto de capital.
Dada su repercusión práctica, nos centraremos en estudiar el cambio de fase desde la expansión a la contracción. Es evidente que la repercusión de la productividad sobre los beneficios medios depende de la ponderación dada a cada factor de producción. Por ejemplo, con Q=4, siendo x=1/2, y 1-x=1/2, para K y L respectivamente, Q-L=-2 en PRF (CT=0). Siendo Q/2=2, entonces:
(Q/2)-(Q-L)=2-2=0
Es decir, en el punto de reversión de fase, los beneficios medios serán iguales a cero, dada la sustracción que sobre ellos ejerce la productividad negativa del trabajo. (Volvemos a recordar que aquí L es la variable independiente; como veremos, cuando sea I la variable independiente, el punto de reversión de fase seguirá siendo el valor de la productividad que anula los beneficios medios. Como en este caso Q-I=CT en todo momento, dicho valor seguirá siendo Q-I=-2.) Así pues, podemos definir el punto de reversión de fase como aquel nivel de la variable independiente (sea ésta L o I) cuya productividad anula el valor de los beneficios medios. Para ello hemos de entender que los beneficios medios, como expresábamos en su momento, constituyen la productividad absoluta en el punto de máxima eficiencia (Q-L=[L=K]=Q/2). Pero como éste es un valor promedio (Q/2), o "normal", le hemos de añadir la eficiencia global dada por el desplazamiento efectivo de L (o de I) en el eje de las x. A este concepto lo hemos denominado beneficios totales:
BT=Q/2+CT (15)
Cuando la ponderación de K y de L es diferente (por ejemplo, x=1/4 y 1-x=3/4), el valor de Q-L en CT=0 será diferente (para Q=4, Q-L=-0,67 en CT=0. Así pues, con x=1/4, los beneficios totales en el punto CT=0 serán 2-0,67=1,33). En este último caso hemos de considerar un principio básico: la parte de la renta en manos de K determina la evolución y el nivel de los beneficios totales, que son los que a la postre inducen al empresario a invertir o a desinvertir (en general, cuando K posee un porcentaje menor de la renta, su margen para asumir pérdidas en productividad es menor). De algún modo, el valor de los beneficios totales que induce a desinvertir (en su punto de reversión de fase), para un sistema en que x=1/4 y 1-x=3/4, ha de situarse en el intervalo 0<BT<Q/2.
Ya hemos explicado el importante papel que ocupa la productividad del trabajo como marcador de la tendencia del ciclo. La productividad tendencial constituiría, pues, el nivel de productividad del trabajo del punto L donde se encuentra el límite de reversión de fase (que con x=1/2 coincide con el punto CT=0, donde los beneficios medios se anulan). En este punto la desaparición de los ingresos marginales, y la anulación de los beneficios medios, ejerce la función de espita, o mecanismo disparador automático, que pone en marcha el mecanismo de la desinversión, de cara a recuperar niveles previos de competitividad. (Nuevamente, la productividad tendencial tendrá una repercusión u otra sobre los beneficios medios en función del factor multiplicador de K y de L.)
La productividad del trabajo marca la evolución de la inversión o de la desinversión, porque si fuese K la variable independiente, y L un valor dado, la variable Q-K difícilmente sería representativa de una tendencia clara (recordemos el carácter volátil de K, en relación a la evolución más moderada de L). Bien es verdad que K determina la evolución de CT, pero K es un flujo y CT un stock, lo que hace difícil obtener una correlación clara entre la desinversión en CT y en K (en todo caso, como sabemos, existe un nivel de K infranqueable, que es el dado por el reemplazamiento y por la capitalización en equipo ahorrador de mano de obra: de ahí que, por convención y por convicción, hemos empleado a K como valor dado y a L como variable independiente).
Dado que la productividad relativa, equivalente a CT, varía en relación inversa a I, y por consiguiente a Q, tenemos las siguientes posibilidades:
1) Cuando I®Q (por el mecanismo del multiplicador).
2) Cuando I®Q-I¯®CT¯ (CT: suma ponderada de Q-L y Q-K).
3) Cuando I<Q®CT>0.
4) Cuando I=0®CT=0.
5) Cuando I>Q®CT<0.
La productividad tendencial puede expresarse algebraicamente calculando la productividad relativa del trabajo en el punto donde CT=0:
PRL(en CT=0)=1/2(Q-L/0)=¥
Así pues, la productividad relativa tendencial es:
PRT(en CT=0)=¥ (16)
Con L como variable independiente, este valor algebraico expresa la necesidad de un cambio de fase. Con I como variable independiente, este valor será cero (pues Q-I=CT). De ahí que la evolución tendencial únicamente la expresa Q-L: la productividad relativa tendencial expresa el carácter exponencial que adquiere la productividad relativa de L (como sabemos, en la fase de expansión, con signo negativo) a medida que CT se va aproximando a cero.
Siendo L la variable independiente, la productividad relativa tendencial señala el límite más allá del cual no debe ir la inversión, para no comprometer los beneficios medios. Este límite impone un mecanismo disparador que pone en marcha el multiplicador de la desinversión. El paso de la fase de la recesión al de la recuperación sigue un proceso diferente, pero el principio es el mismo: dado un nivel de beneficios medios negativo, compensado por un nivel de productividad aparente positivo, el disparador se pone en marcha cuando los beneficios medios se anulan y el sistema requiere acudir a la reinversión.
Notemos que aquí Q-L marca la batuta directora de la tendencia, dado el papel que desempeña la variable empleo (L) como creadora de consumo (en definitiva, de demanda agregada). Notemos asimismo el carácter socialmente más "significativo" del factor humano. Por último, ha sido convencionalmente admitido que Q-L señala la medida de la productividad tendencial, es decir, aquel nivel de eficiencia que el sistema no debe menoscabar para no incurrir en desajustes innecesarios: por ello Q-L ha de tener siempre signo positivo.
En definitiva, la productividad relativa tendencial marca la tendencia de la inversión o de la desinversión en un momento coyuntural del ciclo, lo que, como veremos más adelante, puede tener una importante aplicación por lo que se refiere a la realización de pronósticos económicos. La productividad del trabajo en el punto donde CT=0 (productividad tendencial) es el máximo nivel de ineficiencia que, al margen de mecanismos monetarios, un sistema económico puede permitirse. (Aunque, como sabemos, su repercusión sobre los beneficios medios variaría en función del factor multiplicador de K y L.)
A partir de aquí intentaremos aproximar nuestro modelo a la realidad, en la cual Q-L³0 y Q-K<0 cuando se pone en marcha el mecanismo disparador que inicia la reversión de fase. Aquí hemos de integrar K en la función de producción, pero como no lo podemos hacer en exclusiva (teniendo como punto de mira Q-K, en menoscabo de Q-L), he recurrido a un nuevo artificio: considerar I, es decir, la agregación ponderada de L y K, como la variable independiente; de tal modo que: 1) se iguala la función Q-I a CT (ambas rectas se superponen), 2) se convierten implícitamente todos los puntos de la función en puntos óptimos (pues recordemos que, cuando K=L, x(K-L)=0 y CT=Q-L), 3) se hace coincidir CT=0 con Q-I=0 en el mismo punto (I=Q), y 4) se identifica el límite de reversión de fase con el valor Q-I que anula los beneficios medios (PRF=BT=Q/2+CT=0).
Aquí, como podemos comprobar, CT=0 no es el límite de reversión de fase, puesto que puede adquirir un signo negativo: en CT=0 los beneficios medios se mantienen intactos; sólo cuando Q/2+CT=0 el sistema se verá inducido a desinvertir. El límite sigue siendo el mismo que con L como variable independiente, pero la mecánica es más realista: la eficiencia global pasa a tener signo negativo, arrastrada por K, y la desinversión viene dada por la anulación o minimización de los beneficios medios. Como en I=Q aún no hemos llegado al punto donde éstos comienzan a ser recortados por la ineficiencia neta del sistema (CT con signo negativo), podemos afirmar sin ningún género de duda que, en la vida real, la desinversión vendrá inducida por el nivel relativo de I respecto a Q. Por ello CT adopta el papel de productividad relativa respecto a la renta, como veremos un poco más adelante.
La productividad relativa (con I como variable independiente) se diferencia de la productividad relativa tendencial (con L como variable independiente) en que la primera perfila el momento coyuntural del ciclo, y la segunda el límite tendencial que tiene la economía (dado el carácter exponencial que adopta la productividad relativa del trabajo a medida que se acerca al límite CT=0). La primera introduce en la función agregada tanto el efecto del capital como del empleo; la segunda tiene al capital como a un valor dado. La primera respeta la condición básica de que Q-L³0, y la segunda no. Por tanto, la primera tiene un carácter agregado, y la segunda un carácter parcial. Este enfoque nos acerca más a la realidad coyuntural del ciclo, puesto que la función Q-L no prevé la existencia de valores negativos de CT, y ello es algo que está al margen de la realidad empírica (como veremos). Aquí K pasa a jugar un papel importante en la evolución de la productividad, al estar incorporada en la variable independiente (I=1/2(K+L)).
Esta versión del modelo compatibiliza una productividad del trabajo positiva con una productividad global negativa y un incremento de la inversión superior al de la renta. Ello no obstante, tanto en Q-L como en Q-I, el mecanismo disparador de la desinversión se pone en marcha en el mismo punto: donde los beneficios medios se anulan o minimizan. Estamos tentados a pensar que este fenómeno tiene consistencia empírica, tal como observamos en el gráfico B-1. Por lo tanto, en esta versión del modelo, K (y Q-K) tiene un efecto arrastre sobre CT, conduciéndola a tasas negativas, lo cual es compatible con tasas siempre positivas de Q-L. Ello implica que K>Q en una medida tal como para hacer que CT sea negativo siendo Q-L positivo.
En definitiva, sólo acudiendo al artificio de hallar la productividad de la inversión (Q-I) como la agregación ponderada de los factores (I=1/2(K+L)) podemos representar fielmente la realidad, donde la productividad del trabajo (Q-L) tiene siempre tasas positivas, la productividad del capital (Q-K) arrastra a CT dado el valor relativo de K respecto a I (y de I respecto a Q), y CT tiene signo negativo cuando I>Q. Sin embargo, para conocer la productividad tendencial del trabajo, estable pero con una tendencia al alza o a la baja, en función del estado de la técnica, y de la inversión relativa de K respecto a L, hemos de acudir a Q-L. Resumimos lo dicho en la gráfica A-15 (B).
Aquí podemos comprobar que la función Q-I coincide con la función Q-L cuando todos los valores de L, en Q-L, son puntos óptimos (L=K). Es decir, la línea CT=Q-I sería la agregación de los infinitos puntos donde L=K corta la función Q-L (pues recordemos que en L=K®CT=Q-L). El valor de productividad que anula los beneficios medios será el mismo en ambas funciones: en Q-L coincidirá con el punto CT=0, y en Q-I con el punto Q/2+CT=0, pero el valor de la variable independiente, en ambos casos, será el mismo (en la gráfica A-12, coincidirá con L=I=6 en el nivel de renta Q=4).
Es decir, la función Q-I=CT es igual a Q-L=CT cuando en esta última todos los valores son puntos óptimos (L=K); pero en Q-L=CT, aun respetándose dicha condición, se incumpliría otra: la de que el crecimiento del empleo es siempre inferior al de la renta, para que la productividad del trabajo sea siempre positiva. En cambio, en Q-I=CT se respetaría las condiciones L<Q y Q-L>0 (siendo K>Q, y arrastrando a CT por intermedio de Q-K), y CT podría tener signo negativo (con lo cual adoptaría el papel del índice de eficiencia global del sistema).
En este modelo hemos resumido toda la casuistica de la coyuntura cíclica, con la máxima simplicidad, el máximo rigor y el mayor ajuste a la realidad empírica. Ha sido necesario un largo recorrido para comprender que CT es la agregación de las productividades relativas de L y K, y que sólo se puede respetar el principio básico de la teoría del crecimiento (Q-L>0) teniendo a I como variable independiente.
Ahora pasaremos a la gráfica A-16. Aquí observamos cuatro figuras representativas de las cuatro etapas del ciclo: las dos primeras etapas representan la fase del crecimiento positivo, o acumulativo; las dos últimas la fase del crecimiento negativo, o regresivo. La fase acumulativa va acompañada de un aumento de los costes laborales (y en general, de todos los costes productivos), y la fase regresiva de un abaratamiento o estancamiento del precio de los costes intermedios y, entre ellos, los laborales. En las cuatro figuras observaremos siete funciones de productividad correspondientes a siete niveles de renta (de Q=-2 a Q=4); todas estas funciones tienen la misma pendiente (1/2) y la misma constante (una unidad). En conjunto, el proceso cíclico alcanza doce años naturales, que conforman un período cíclico completo.
Observemos que las figuras tienen dos ejes fundamentales. La línea más gruesa coincide con el nivel Q0 de renta, y sirve para conocer el nivel de renta de cada año considerado; el eje Q-I=0, sirve para conocer la productividad absoluta de cada nivel de renta, con su correspondiente nivel de productividad relativa. La productividad estable (Q-I=0) es también el nivel de productividad cuando la inversión de cada año considerado coincide con el nivel de renta de ese mismo año (I=Q). Partimos de la presunción de que cada salto de una función Qt a otra coincide con un año natural. El nivel de máxima desocupación de los factores lo denominamos nivel de paro tecnológico, y el de máxima ocupación de los factores nivel de empleo natural. Por último, en el eje de las x hemos representado los niveles de inversión (I), y en el de las y los de eficiencia global (Q-I=CT).
Comenzando con el segmento A, de recuperación económica, observamos cómo el triángulo de productividad absoluta se sitúa por debajo de la línea de productividad estable (Q-I=0). Como sabemos, los beneficios medios (productividad absoluta) son el promedio de la renta de cada año considerado, o la mitad del área de la productividad absoluta, representada en el gráfico. Pero observemos que -Q/2>-Q, lo cual indica que, si bien en términos absolutos los beneficios medios son negativos, en términos relativos los rendimientos por factor invertido son positivos. El triángulo de la renta se sitúa por debajo de la línea Q0, lo que indica que sus tasas son negativas. Y el de la productividad relativa, equivalente a la productividad absoluta con signo opuesto, se coloca por encima de Q-I=0, por lo que tiene signo positivo (está superpuesto al triángulo de la renta). Ello confirma la presunción de que los rendimientos por factor invertido son positivos, aunque la productividad absoluta sea negativa (recordemos que en el gráfico A-12 el área de las Q negativas es el área de recuperación de productividad del trabajo).
En el segmento B la renta tiene ya tasas positivas, así como la productividad absoluta; sin embargo, como es ostensible, el triángulo de la productividad relativa pasa a situarse debajo de la línea de productividad estable, lo que indica que los rendimientos relativos tienen tendencia a la baja, y que la eficiencia global será negativa cuando la inversión supere los niveles de la renta. En definitiva, durante la etapa de expansión, a medida que la inversión va al alza, los niveles de productividad disminuyen; y si la desinversión no se inicia en el momento en que Q-I=0 es porque el efecto monetario juega el papel tan destacado que le atribuimos al inicio de esta obra. Sólo cuando los beneficios medios se anulan o minimizan comienza el proceso desinversor.
En el segmento C, una vez superado el límite de reversión de fase, el proceso de contracción de la inversión supone la puesta en marcha (con signo negativo) del multiplicador, lo cual arrastra a la renta y al empleo, con el fin de recuperar los niveles positivos de rendimientos relativos. Podemos observar que, aun manteniendo los triángulos en su mismo emplazamiento, el sentido de la marcha se invierte (flecha hacia abajo), por lo que la renta disminuye y la productividad relativa aumenta. Consecuentemente, los beneficios medios disminuyen, si bien los rendimientos relativos (en relación a la inversión), representados por la productividad relativa, aumentan.
En el segmento D la productividad absoluta vuelve a ser negativa (se sitúa por debajo de Q-I=0), la productividad relativa es positiva (se sitúa por encima del mismo eje) y la renta pasa a ser negativa (se sitúa por debajo de Q0). Aquí alcanzamos el punto de desempleo tecnológico, es decir, el punto de mínima inversión y de máxima desocupación laboral, pues es aquí donde CT rellena con mayor amplitud la brecha entre inversión y renta. (Contrariamente, en el momento de máxima expansión, el nivel de empleo es máximo, y el nivel de CT mínimo o negativo. En este nivel de empleo se produce un aumento de los costes laborales, que es uno de los factores que provoca la reversión de fase.)
(Hemos de vigilar el significado dado a la palabra desinversión: ésta puede ser tanto absoluta como relativa; es absoluta cuando se producen niveles negativos de inversión, y relativa cuando se producen niveles inferiores a los del año anterior.)
En definitiva, la productividad relativa puede entenderse de dos maneras: en términos absolutos coincide con CT, es decir, con el valor absoluto de la productividad de la inversión, en relación a cada nivel de renta (CT=Q-I); en términos relativos se identifica con la productividad propia del límite de reversión de fase (productividad relativa tendencial). Esta última es la que expresamos, en la gráfica A-16, como productividad relativa: como vimos con anterioridad, es aquel valor de los beneficios totales que anula o minimiza los beneficios medios (-Q/2: con signo opuesto a Q, puesto que tiene carácter anticíclico). Así pues, tenemos tres variables básicas:
1) Los beneficios medios (productividad absoluta), con signo procíclico (coincidente con el de la renta), y valor Q/2.
2) La productividad relativa, con signo anticíclico (opuesto al de la renta), y valor -Q/2.
3) La renta, como agregación de la inversión ponderada y de la productividad global.
Esta constatación nos permite entender por qué el triángulo de la productividad relativa se opone (como si fuese una imagen especular) al de la productividad absoluta, teniendo a Q-I=0 como eje pivotante. La realidad cotidiana confirma esta presunción: el coste de la rentabilidad absoluta de la inversión es la ineficiencia relativa de la productividad, como tendremos ocasión de confirmar más adelante.
En la figura A-17 se representa una manera sencilla de hallar la productividad relativa tendencial. En A se representa la colocación de los distintos triángulos en una pauta de ejes horizontales y verticales. En el eje horizontal vemos los años naturales y en el eje vertical los índices de incremento o decrecimiento de las distintas variables (renta, productividad absoluta y productividad relativa). La línea gruesa representa la renta, y la zona rallada entre ésta y el eje x es el triángulo de la renta. La línea de puntos representa la productividad relativa, y el área entre ésta y el eje x es el triángulo de la productividad relativa. La línea de trazos representa la productividad absoluta, y el área respecto al eje x es el triángulo de la productividad absoluta. Entre Q y Q/2 encontramos la brecha de la productividad absoluta (Q-Q/2), que nos indica el grado de ineficiencia que se incorpora de forma paulatina a medida que se aumenta la inversión en nuevos factores productivos. Esta brecha, con signo contrario, equivale al triángulo de la productividad relativa, que tiene una evolución inversa a la productividad absoluta.
Veamos la figura B. Aquí hemos representado los triángulos de renta con el tiempo como variable independiente (eje x) y con Q=I como variable dependiente (eje y). Comprobamos que, creciendo I al ritmo de incremento de Q, la productividad se mantiene estable a un nivel vegetativo (Q-I=0). En C y D (en una misma figura) comprobamos cómo la productividad absoluta y la productividad relativa se oponen, de tal manera que cuando la primera asciende la segunda desciende, y viceversa. Ello nos indica que la productividad relativa es equivalente al nivel de eficiencia por factor invertido, mientras que la productividad absoluta (o beneficios medios) equivale a los resultados "normales" (promedios). De aquí la íntima relación entre la brecha de la productividad absoluta y la productividad relativa.
Por último, en la figura E, hemos representado un sencillo mecanismo para conocer (dado un factor multiplicador igual a 1/2) el nivel de productividad relativa correspondiente a cada nivel de renta considerado. Al principio de la presente sección hemos anticipado la importancia del nivel de renta Q=0 para conocer el nivel de productividad relativa (-Q/2) de un nivel Q dado. Situándonos en el nivel de renta Q=4, si llevamos una línea desde el punto de beneficios medios (Q/2) hasta Q=0, observaremos que el nivel de productividad en tal punto es el que marca el límite de reversión de fase (-Q/2).
En la gráfica A-18 hemos resumido las principales conclusiones de esta sección. En el segmento A hemos representado una etapa de crecimiento positivo (Q=4) con un nivel de inversión equivalente a 1/2Q, y con un nivel CT equivalente asimismo a 1/2Q, que rellena la brecha entre Q e I. Es decir, en este caso I<Q y CT>0: la eficiencia global es positiva, y se está invirtiendo por debajo del nivel de productividad estable (Q-I=0). Se está muy lejos del límite de reversión de fase. Este segmento ilustra un nivel de crecimiento positivo con eficiencia neta (CT>0).
En B la inversión se iguala a la renta (I=Q). La eficiencia global es cero. Los beneficios medios se mantienen intactos, pues aquí todavía no ha entrado en acción el mecanismo sustractor de la ineficiencia global negativa (BT=Q/2+0=Q/2). El límite de reversión de fase sigue lejos, pero la dinámica del mercado (desfase monetario) seguramente hará rebasar este punto.
En C entramos en el área de la ineficiencia neta. En el caso hipotético I=2Q la eficiencia global correspondiente (con un valor equivalente a -Q) ha rebasado con creces el punto de reversión de fase (-Q/2), y por tanto los beneficios totales son netamente negativos (BT=Q/2-Q=-Q/2). Por lo general, como sabemos, raramente se llega a tales extremos: según la gráfica B-1, el sistema económico a duras penas invierte sobre el nivel 3/2Q, pues por encima de este ritmo de crecimiento los beneficios medios son netamente negativos (la única excepción se produce cuando la inversión se anticipa a la renta, en el año del despegue después de la recesión económica).
En el próximo capítulo nos ocuparemos del estudio de la periodificación cíclica, es decir, de los intervalos entre ciclo y ciclo, y de su evolución tendencial.